Carta desde la trinchera contra el coronavirus: "Nos estamos exponiendo mucho y las limpiadoras ni te cuento..."
María, enfermera que trabaja directamente con gente que padece el coronavirus, habla con este periódico para contar desde primera línea como se combate el Covid-19.
Cuando María se graduó hace un año atrás nunca pensó que en sus primeros pasos como profesional iba a tener que enfrentarse a una pandemia de semejante alcance a nivel mundial. Cuando, sentada en una clase de la UCO escuchaba hablar a sus profesores, jamás se imaginó que se iba a ver en la trinchera de esta guerra invisible contra un virus que suma miles de víctimas mortales a nivel global y que ha obligado al mundo a detenerse.
Como cada día ,se levanta para ejercer su vocación, loable como ninguna, de salvar vidas. Haya pandemia o no. Pero la situación exige más que el máximo. Animada, sólo unas horas después de salir de la trinchera, de trabajar directamente para que sus pacientes acaben con el coronavirus, nos atiende por videollamada.
Las primeras palabras que salen de su boca son "nervios" y "miedo" pero también "responsabilidad". "Ahora no hay rutina. Ahora los protocolos, la forma de vestirnos... todo cambia diariamente. Tenemos miedo de contagiarnos y contagiar a los que nos rodean y algo de inseguridad porque no sabes si lo que haces lo estás haciendo bien del todo porque cada día te dicen una forma de hacerlo. Siento mucha responsabilidad, no podemos olvidar que son personas y se merecen que las cuides", asegura a este periódico.
María lleva varias noches trabajando con pacientes que han dado positivo por coronavirus. Con personas que merecen su atención y sus cuidados, asegurados, aunque sea con menos medios de los necesarios. Jugándose el tipo por los demás. Entre compañeros se animan pero sus preocupaciones también están ahí. "Esta mañana, cuando me relevaron, lo primero que han dicho ha sido "todo va a salir bien". Nos damos mucho apoyo porque no es fácil. Verte así vestido y pasando calor y pensar: "¿lo habré cogido?". No saber si te lo llevas a casa. Es difícil", asume.
Porque esta batalla no ha pillado a nuestros sanitarios con los mejores equipos. En el hospital de María cada día tienen que reutilizar su EPI (equipo de protección individual que consta de una bata desechable, que se está reciclando, calzas, doble guante, gorro, las gafas y la mascarilla ffp3 o ffp2) durante varios turnos cuando debería tirarse cada vez que se entra a ver a un paciente. "Yo esta noche he trabajado con seis positivos y he entrado a los seis con el mismo EPI y tengo que guardarlo más turnos", reconoce, pero asume que hay gente que todavía se ve obligada a arriesgar más que ella. Son sus compañeras que limpian. "Las limpiadoras ni te cuento. Van con mascarilla quirúrgica y bata quirúrgica, nada más. Una me ha pedido un EPI y le he tenido que decir que no tenía y le he ofrecido el mío, que ya llevaba con él dos turnos diferentes. Ellas están muy expuestas", reconoce con cierta tristeza.
Cuando acaba el turno ya ha salido el sol, María se ducha dentro del hospital y deja allí su pijama verde, que a los demás nos parece poco más que el traje de Wonder Woman. Durante su turno, a las 20:00, escucha los aplausos y si puede, se suma. Aprecian ese ánimo de los demás y también aprovechan para dárselo entre ellos. "La primera vez que pasó lo de los aplausos estaba trabajando y no lo vi pero me llegó por redes sociales y me emocionó. Estamos en la primera línea de batalla y nos estamos exponiendo muchísimo. A mi me gustó mucho y siempre que puedo yo salgo y también aplaudo", asegura, aunque le entristece que tenga que llegar una pandemia mundial para que vean reconocido su esfuerzo por salvar vidas, capital todos los días, con pandemia y sin ella. "No debería pasar esto para que los sanitarios estemos reconocidos porque nosotros nos pegamos día a día con todos los bichos, no solo con este, pero me enorgullece que la gente nos lo reconozca", afirma.
Ellos lo combaten con lo que tienen y de la mejor manera que pueden pero también los pacientes, que pasan solos, con paciencia y con un miedo evidente un trance más que complicado. "La gente que da positivo tiene miedo porque ha cogido un virus que está teniendo muchísima repercusión y muertes. Por seguridad, nosotros entramos lo menos posible. Intentamos hacer todo en una vez y luego, sólo entramos si es estrictamente necesario. El paciente, inevitablemente, se siente solo". Y ahí, también intervienen, también le cuidan. María siempre hace una última entrada al día, apenas entorna la puerta y desea buenas noches a sus pacientes aunque difícilmente lo sean para el que está en la cama sufriendo los efectos del Covid-19 ni para ella.
"Anoche entré a una habitación, a decirle buenas noches a una paciente que está muy bien pero sigue siendo positiva en coronavirus y me dijo que no había entrado nadie en toda la tarde y que era la primera cara que veía desde por la mañana. Me reconoció que no necesitaba nada que sólo quería un poco de contacto. Se sentía sola. Sus familiares no pueden estar allí, están aislados", asegura. La salud mental de los pacientes y los profesionales será la siguiente batalla que tendrán que afrontar. "Ese ámbito está todavía atrasado", afirma María.
Una vez acabada la 'entrevista formal' nos pide insistir a los lectores en la necesidad de que permanezcan en sus casas. Hagan caso y sigan encerrados, se lo dice alguien que tiene que salir todos los días para combatir en la trinchera de una guerra contra un enemigo tan claro como invisible.