Campeones mundiales de la solidaridad: pasar la cuarentena con un niño sin hogar
La pandemia del COVID-19 nos permite descubrir día tras día héroes anónimos. En este caso, trabajadores que optan por pasar este confinamiento con niños y niñas desprotegidos.
España vive bajo el Estado de Alarma desde el domingo 15 de marzo, desde las 8:00 horas. El tsunami del COVID-19 nos ha atropellado a todos. Tod@s tenemos la sensación de estar viviendo un drama. Tememos por la salud y prosperidad económica que no valorábamos hace 10 días. Éramos felices y no lo sabíamos. En menos de una semana tod@s nos hemos visto obligados a cumplir el “reto” de #Quédateencasa. Día tras día salen a la luz historias de verdaderos héroes y heroínas anónimos que nos recuerdan a los más privilegiad@s que si queremos mandar un mensaje al mundo debe ser el de gratitud por tener salud, no el de queja constante. Alfredo Relaño explicaba muchas veces en sus conferencias que el periodismo deportivo siempre estuvo relacionado con los mundos de Peter Pan, donde tienes que creerte que el próximo gran clásico es un asunto importante, que nos va la vida en ello, cuando en realidad no lo es tanto. Estos días echamos en falta ese niño interior que todos llevamos dentro. Pero ¿qué sucede con los niñ@s de verdad? Ahora que este virus viene a decirnos algo así como que nos dejemos de mirar el ombligo por más que estemos en casa, ¿qué sucede con esos niñ@s más desfavorecidos?
Esta historia comienza en San Lorenzo de El Escorial, en una aldea con 46 niños y niñas que no pueden crecer con su familia y que viven bajo una medida de protección. En España se estima que hay casi 50.000 niños y niñas que viven sin el calor de sus padres. El mundo que conocíamos se detuvo, pero ¿qué ocurre con las necesidades básicas de estos menores? A nosotros nos cerraron los comercios, restringieron nuestros movimientos y cuando vamos al súper creemos entender lo que nos contaban nuestros abuelos con lo de la cartilla de racionamiento. La guarda y custodia de estos 46 niños corresponde a Aldeas Infantiles, una organización que, como muchas otras empresas, ha tenido que adaptar el teletrabajo para seguir ayudando a los más vulnerables. Pero, como sucede en otras profesiones invisibles que estos días se convierten en imprescindibles, para el cuidado de estos niños el teletrabajo no es una opción posible. Así que, siempre bajo el previo consentimiento de los Servicios Sociales, educadores, de forma voluntaria, han ubicado a estos menores en sus propios hogares con el fin de minimizar el riesgo de contagio, garantizando una atención lo más personalizada e individualizada posible. Es aquí donde un periodista deportivo (con ese espíritu de niño que nunca abandonó) narra por fin una verdadera hazaña (real y dura, pero esperanzadora y solidaria a la vez).
“El perfil de las familias de estos niños es variado. Son familias que pasan por momentos difíciles y delicados, en los que no son capaces de garantizar por sí mismas el bienestar, la protección y los cuidados que sus hijos necesitan”, explica Mario Ramos, director de la Aldea de San Lorenzo de El Escorial. La organización, como muchísimas otras empresas, ha vivido horas de muchísimas dificultades y miedos. Las cifras de afectados por el COVID-19 aumentan cada día de manera exponencial. Así que lo más seguro para esos niños y niñas y los propios trabajadores era sacarlos de allí para evitar también la sensación de estrés y aislamiento total. “Era evidente que los educadores podían empezar a caer enfermos y habría problemas para las sustituciones, sin contar con que la entrada y salida diaria de varios educadores por casa no era lo más aconsejable”, nos detalla Carmen. Marta, pedagoga de la aldea de Madrid, explica el porqué de su decisión y cómo se han adaptado en casa este confinamiento solidario: “Vivo con mi pareja y con mi hijo de 10 años. Estamos afrontando estos días de encierro con un poco de vértigo, con los nervios que genera la incertidumbre de no saber cuándo ni cómo va a acabar esto, pero con la alegría de ver a los dos peques jugando juntos y la satisfacción de haber puesto nuestro pequeño granito de arena para mejorar, al menos un poquito, esta situación tan complicada que estamos viviendo todos”.
Aldeas Infantiles tiene en España a 452 niños y niñas en este régimen de custodia. Además, trabaja con 6.072 niños, niñas y jóvenes estos días para asegurarles el bienestar físico y emocional de todos ellos. “Esa es nuestra promesa. Saben que no nos olvidamos de sus familias biológicas y hacemos todo los posible para que contacten con ellas vía telefónica o por cualquier otro medio durante estos días. Es de destacar el compromiso de nuestros profesionales que se han volcado para cubrir todas las necesidades que pudieran ocasionarse. Para ellos los niños son lo primero. Héroes anónimos que se merecen un fuerte aplauso”, subraya para AS Pedro Puig, presidente de Aldeas Infantiles SOS de España. Así que para ilustrar este reportaje ponemos la foto de un niño grande con un corazón gigante, Carles Puyol, que ha colaborado en otras ocasiones con esta organización para visibilizar una dura realidad que estaba ahí antes del COVID-19: no dejemos a ningún niñ@ sin sonrisa por más cruda que nos parezca la crisis que estamos viviendo.
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