La sexta etapa de la GAES Pilgrim Race se puede resumir en dos palabras: ‘parriba y pabaixo’. Los cien kilómetros que ha recorrido la carrera peregrina entre Villamartín y Chantada han sido como una ‘montaña rusa’ con constantes subidas y bajadas por unos parajes increíbles, pero nada aconsejables para el nivel de carga que llevan ya las piernas y ‘culetes’ tras seis días pedaleando por el Camino de Santiago.

La primera parte del recorrido ha proseguido su ruta por el curso del río Sil. Tras unos kilómetros cerca de su orilla ha comenzado el primer ‘subidón’ hacia las montañas. Y a partir de ahí, un constante subir y bajar, eso sí por unos paisajes de postal y, también hay que decirlo, con unas temperaturas mucho más llevaderas que las de días anteriores. Tras pasar por Monforte de Lemos el colofón final lo han puesto una espectacular y vertiginosa bajada hasta el río Miño por una calzada romana con grandiosas vistas, y la subida entre viñas hasta Chantada, con parada incluida en unas bodegas emplazadas en un bonito paraje.

Una cosa me ha sorprendido en este mi tercer Camino de Santiago. Tanto la parte de Castilla-León del Camino de Madrid, como la del Camino de Invierno, han mejorado mucho su señalización. La asignatura pendiente sigue siendo la Comunidad de Madrid, donde todavía falta trabajo por hacer en este sentido. Y también alguien debería vigilar que en algunos pueblos engañen al peregrino haciéndole dar rodeos de varios kilómetros para obligarles a pasar por allí y consumir en sus comercios. Si en bici es una faena, andando, más.

Mañana llega el gran día. La Plaza del Obradoiro y la Catedral de Santiago nos esperan para completar nuestra peregrinación, y nuestra competición. Pero no va a ser un paseo final, ya que aún restan 104 kilómetros y 2.300 metros de desnivel para conseguir la Compostela y la medalla de finalista de esta tercera edición de la carrera peregrina. Tan cerca, tan lejos.