Ganador del Giro de 2019. ¿Cómo se siente?

No sé qué decir, es un sentimiento único. Es el triunfo más grande logrado en mi vida. Se trata de perseverar, de soñar, de no rendirse. Así como lo soñé, lo cumplí. Aunque desde la salida de la crono hasta el último adoquín y la entrada en la Arena sufrí como nunca para alcanzar la meta del rosa. Me llenó de felicidad que me acompañara mi familia, y lo disfrutaré con más calma en un sitio tranquilo con ellos.

Hizo historia para Ecuador.

Así es, y eso es con lo que me quedo: abrí camino como pionero. Pero me gustaría dar un consejo a mi país: hay que apostar por la cantera para que salgan profesionales. Yo me tuve que marchar a Colombia para conseguir convertirme en profesional, desafío que logré finalmente en Europa con el Lizarte y el Movistar. Hace 21 días en mi nación no creían en mí, ni sabían casi de mi existencia. Supone una satisfacción que hayamos despertado y el deporte crezca gracias a mi aportación.

¿Cuál fue el momento decisivo?

Cuando me anoté la jornada del Mont Blanc. Considero que las enseñanzas europeas me ayudaron a percatarme de que vivíamos un instante crítico. Actué con sensatez y aproveché las piernas magníficas que llevaba. También me benefició que se cuidaran entre Roglic y Nibali.

¿Y a partir de ahora, qué?

Espero que no sea la única grande en mi palmarés. Me encanta soñar, así que por qué no más alto. Ojalá añada a la colección de camisetas la amarilla del Tour y la roja de la Vuelta, aunque la rosa siempre será la más especial por convertirse en la primera.