Nairo casi logra la hazaña
El colombiano recortó 1:26 al líder y se quedó a 1:12 del maillot amarillo. Froome se coronará este domingo en París. Pinot ganó la etapa. Valverde acaba tercero en el podio.
Gloria a todos, caballeros. A los 160 ciclistas que llegarán hoy a París. A Froome por resistir y por resistirnos. No hay una sola razón para hacerle de menos; el Tour no sólo lo ganan leones, también lo conquistan jirafas. Gloria a Nairo Quintana porque mantuvo el Tour con vida hasta el último instante. Y honores para Valverde, por supuesto, capaz de llorar como un niño al confirmar su lugar en el podio. No me olvido de Contador, campeón en las buenas y en las malas, exactamente igual que Nibali. Gloria también al último clasificado, Sébastien Chavanel, a casi cinco horas del maillot amarillo, nadie habrá pasado más tiempo sobre la bicicleta. Por último, gloria a Francia por desnudarse cada mes de julio.
El resumen, todavía sin apagarse las luces, es que el Tour 2015, el más montañoso de las últimas décadas, se decidió en un abanico. No lo supimos hasta ayer. Si Nairo no hubiera perdido 1:26 en aquella etapa de Zelanda ahora sería ganador por catorce segundos. La especulación se desvanece nada más formularla, pero es inevitable. El viento marcó más diferencia, un día cualquiera, que el desembarco de Normandía que preparó el equipo Movistar en la penúltima jornada. Esta carrera es demasiado grande para imaginarla y acertar. No hay mejor prueba que el recorrido, ideal para Quintana y perfecto para los jóvenes escaladores franceses, impracticable para Valverde.
Nada se puede reprochar esta vez al equipo Movistar sin pecar de ventajista. Lo intentó de todos los modos posibles, con el arrojo necesario y la determinación que se precisa. Valverde sostuvo el plan con una actitud que le engrandece como corredor y como deportista. Cada uno de sus ataques en favor de Quintana ponían en riesgo su lugar en el podio, amenazado por Nibali, a 1:19 antes de comenzar la etapa. No le importó, o tal vez le importó más el equipo, la opción de un compañero. Valverde fue puente de Nairo en la Croix de Fer, sin éxito, y volvió a serlo en el Alpe d’Huez, de manera mucho más efectiva. El destino (o Manitú) le premió el esfuerzo pinchándole una rueda a Nibali antes del último ascenso. Los dioses no siempre son imparciales, ni elegantes.
Nairo quiso marcharse en las faldas del Alpe d’Huez, pero tardó en descolgar a los escuderos de Froome. Hay un último lamento que tiene relación con la resistencia de los escoltas, y en concreto con la de Richie Porte, descolgado en la Croix de Fer y convertido luego en protector de su jefe hasta casi el último kilómetro. Nos ahorraremos los quizás, pero quién sabe. Nos quedaremos con la exhibición de Nairo, fabuloso en la escalada y ambicioso hasta el metro final. Le faltaron sólo 18 segundos para atrapar a Pinot y coronarse en Alpe d’Huez. Nada grave después de una demostración de clase tan fabulosa. Además, Francia también necesitaba algo así, razones para seguir creyendo.
Lágrimas. Valverde, ya está dicho, rompió a llorar en meta. A sus 35 años, y después de 67 victorias como profesional (una Vuelta, tres Flechas y tres Liejas, seis medallas mundialistas...), el tercer puesto le provocó una emoción incomparable. Nadie lo preguntó, pero es posible que alguna lágrima también se le escapara por el Tour que hubiera podido ganar en otra vida y con otro viento. En fin.