Octava Etapa
Llegó el festival del viento
Bouhanni empata a dos victorias con Degenkolb. El viento rompió el pelotón en los últimos 35 km. Nairo se quedó cortado, pero enlazó. Valverde sigue líder.
Perfil llano y último sábado de agosto. Muchos aficionados exhaustos (de vacaciones, de niños, de vuelta al trabajo) tenían señalada la etapa. Ninguna otra parecía tan adecuada para programar una de esas siestas soberbias para las que Camilo José Cela aconsejaba “pijama, padrenuestro y orinal”. Otra vez será. La que tomamos por etapa menos atractiva nos deparó tantas emociones como una jornada montañosa. Nairo Alexander Quintana puede dar fe. Durante algunos kilómetros vio comprometidas sus opciones de ganar la carrera. Un abanico tuvo la culpa. Ya no olvidará nunca que el viento de Albacete corta como una navaja.
El peligro estaba tan anunciado, tan presente en el libro de ruta y en las declaraciones de los ciclistas que creímos imposible que algún favorito pudiera cortarse. Así que asistimos a la ceremonia con cierto escepticismo. Tiró el Saxo, tiró el Sky. Había viento de costado, pero no era excesivo, ni totalmente lateral. Aquello no pasaba de ser un desfile de ciclistas altos, regatistas en bicicleta. Hasta que de repente la cuerda se rompió. Sucede cuando la fila se adelgaza tanto que el corredor pierde la protección del viento. Las pesadillas tiene argumentos peores.
La primera ruptura no fue traumática. Por detrás quedaron Hesjedal, Talansky y Zubeldia, por citar ilustres. Arriba estaban todos, incluidos los velocistas. El siguiente desmembramiento provocó una sacudida. Quintana, Aru y Barguil quedaron cortados a diez de meta. También Degenkolb. Por delante marchaban el resto de favoritos y Bouhanni, sprinter de campanillas. No hubo acuerdo en cabeza. O faltó determinación, o fuerzas. El caso es que Quintana salvó una bola de partido con ayuda del equipo Giant (gigantes, casi todos), que se aplicó en defensa de Degenkolb y Barguil.
Superado el susto, Bouhanni logró su segunda victoria en la Vuelta (tres en el Giro) con un polémico sprint en el que los jueces no atendieron la queja de Matthews, cerrado por el francés en los últimos metros. El rumor de que Sánchez Arminio podría ser también el presidente de los jueces UCI corre como la pólvora.
Antes del gran abanico (ventaglio, bordure, echelon), la etapa estuvo animada por dos escapados, Aramendia y Favilli. De la presencia del Caja Rural no se dudaba. Poco importa que se cayera el día anterior. Su obsesión por destacar es tan fuerte como el deseo de su equipo por distinguirse.
Habría que pensar en reconocer el esfuerzo de los escapados con un maillot. Bastaría con calcular los kilómetros en fuga para señalar al insurrecto patológico, quizá con un jersey blanco con rayas negras, como el de los fugitivos clásicos. En general, habría que cuidar más la liturgia de los maillots. El líder de la Vuelta no se distingue entre los jerséis rojos de Cofidis, BMC o Lotto. Y no es capricho, es televisión, imagen de producto. Por suerte, hoy no tendremos ese problema. En Valdelinares sólo habrá un rojo, Valverde. A su alrededor, los lobos.