Tour de Francia
Pinot anima el Tour de Francia
Pinot atacó en Balès y puso en apuros a Nibali y Valverde, que resistieron. Se puso tercero. El español sigue segundo. Bardet y Van Garderen, víctimas pirenaicas.
Las debilidades de Nibali hay que observarlas con microscopio, pero existen. La primera la advertimos cuando le atacó Contador en La Mauselaine, hace diez días. En aquella etapa el líder perdió tres segundos. Sin embargo, a partir del modo en que dejó caerse sobre el sillín, desarrollamos una teoría de la esperanza. Ayer Pinot nos renovó la teoría cuando estaba a punto de agotarse. En esta ocasión fue el francés quien puso a prueba al líder, en el Puerto de Balès. Nibali entregó 30 metros; en tiempo, unos cinco segundos, diez a lo sumo.
Por esa estrecha rendija se cuelan nuestras esperanzas de un Tour emocionante. Dado que Nibali está corriendo sin ahorrarse un esfuerzo, cada vez que deja de dar pedales hay que entenderlo como una claudicación. Lo nuestro no es imaginación, es resiliencia: capacidad del ser humano para salir fortalecido de las situaciones más adversas.
Más allá de las fisuras de Nibali, la jornada resultó de lo más interesante. Dos corredores que optaban al podio salieron gravemente heridos del primer contacto con los Pirineos: Bardet cedió 1:49 con los favoritos y Van Garderen se dejó 3:35. Ambos se encuentran abocados ahora a una proeza (perspectiva deliciosa). Bardet, además, también se ha visto obligado a ceder el maillot blanco que acredita al mejor joven a su íntimo enemigo, Pinot, rival desde la infancia.
Pinot es el nuevo hombre de moda. Décimo en el Tour de 2012 (con 22 añitos) se tropezó inmediatamente después con un rival sin cara y sin maillot: el pánico a los descensos. De aquella época es su frase más célebre: “Algunas personas tienen miedo a las arañas o a las serpientes. Yo tengo miedo a la velocidad”. En la Vuelta de 2013 dio síntomas de recuperación (acabó séptimo) y en este Tour parece restablecido. O casi: en el descenso de Balès volvió a retrasarse unos metros. El hecho es que no hay otro ciclista capaz de descolgar a Nibali en las montañas y todavía quedan muchas montañas, incluidos dos finales en alto (es decir, sin bajadas).
La etapa de ayer también dejó otras evidencias. Nibali no tiene un equipo fiable. El trabajo de Movistar (excelentes Beñat, Visconti y Herrada) descolgó a los Astana demasiado pronto. Y tampoco es desdeñable el rendimiento de la FDJ, con Jeannesson y Roy como escuderos de Pinot. Quizá la rendija no sea tan estrecha.
Mientras los favoritos guerreaban, el australiano Michael Rogers (ganador este año en el Zoncolan) se imponía a los supervivientes de la escapada del día, 21 ciclistas en origen, entre ellos Izagirre, Kwiatkowski, Voeckler o Kiryienka.
Incidente. Rogers es un ilustre que ha ganado mucho (tres Mundiales contrarreloj) y lo ha vivido casi todo. Este año fue absuelto por la UCI tras dar positivo por clembuterol después de alegar que había consumido carne contaminada en China, donde había corrido el Tour de Beijing. La UCI consideró su explicación de “una probabilidad significante”. Contador no tuvo el mismo éxito con la carne de Irún.
Hoy seguirá la fiesta con otra etapa tremenda, con cuatro puertos encadenados. Hoy volveremos a desplegar la teoría de la esperanza. Hoy seremos resilientes.