Tour de Francia
Un tiburón en pecera francesa
Quienes siguen a Nibali en la general están más preocupados por el cajón que por atacar el maillot amarillo, conquista que no se plantean ni los interesados ni sus directores.
Cuesta encontrar deportes en los que, a falta de un tercio para la conclusión, los competidores se den por satisfechos con el segundo o el tercer puesto. Quizá ocurra en MotoGP, esta temporada y como caso extraordinario. En el ciclismo, sin embargo, sucede con cierta frecuencia, especialmente en el Tour de Francia. Es probable que los siete años vividos a la sombra de Armstrong hayan generado un particular síndrome de resignación, según el cual cualquier desventaja mayor de tres minutos se tiene automáticamente por irrecuperable, poco importa que falten seis etapas, tres de montaña (dos finales en alto) y una contrarreloj de 54 kilómetros.
En ese punto nos encontramos ahora. Quienes siguen a Nibali en la clasificación general están más preocupados por el cajón que por atacar el maillot amarillo, conquista que no se plantean seriamente ni los interesados ni sus directores. Nadie quiere arriesgarse a perder lo conseguido o lo que está cerca de conseguirse, asumiendo (y es mucho asumir) que los patrocinadores prefieren una foto en el podio de París antes que una hazaña en los Pirineos. El asunto es, cuando menos, discutible. En los últimos 35 años, ciclistas como Rumsas, Jaskula, Zimmerman o Alban se han subido al podio del Tour sin que eso les haya incluido ni en la gran historia del ciclismo ni en la memoria de los aficionados.
Valverde tiene demasiadas medallas en la pechera como para aspirar a ese premio de consolación. Lo que no tiene Valverde, debería saberlo él y recordárselo Unzué, es un épico ataque en el Tour que limpie su imagen y mejore la consideración que algunos seguidores tienen de él. Nunca ha visto tan cerca el podio, pero jamás estará más próximo del triunfo.
Algo parecido sirve para otros aspirantes al cajón, aunque los más jóvenes sí tendrán otras oportunidades y precisamente eso debería animarles: Bardet y Pinot tendrán diez años más para subir al podio. Tanto ellos como los demás harían bien en calcular que sin la diferencia que sacó Nibali en el pavés, su ventaja en la general sería muy exigua (2:28 sobre Valverde, 2:41 sobre Bardet y Péraud, 2:57 sobre Pinot…), lo que demuestra que su superioridad en la montaña no es tan manifiesta como parece.
En el ciclismo sólo son recordados los campeones y los héroes, y no siempre coinciden. Lástima que el resultadismo nos impida ver las montañas, porque quedan muchas y puntiagudas. La afición que tanto da (siestas, mayormente) merecería más oposición y Nibali, también.