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Tour de Francia

Vincenzo Nibali gana y brilla

Valverde ya es segundo en la general, a 3:37 del ciclista italiano. Porte se hundió. El podio lo completa el francés Romain Bardet, a 4:24. Hoy, una nueva etapa con más Alpes.

Valverde tira de Pinot, Nibali y Ten Dam en un momento de la ascensión a Chamrousse. Poco después atacaría el maillot amarillo.
Getty

Hay dos lecturas. La sensata indica que Nibali será el ganador del Tour, que ampliará su ventaja hoy y luego en los Pirineos. Dieciséis años después de Pantani, un italiano subirá de nuevo a lo más alto del podio. Ese Tour es fácil imaginarlo, plácido para el líder y reñido entre quienes aspiran al resto del cajón. Hasta se podrían señalar los ganadores parciales. Dos o tres etapas más para Nibali, un sprint para Sagan (no hay mal que cien años dure), otro para Degenkolb, una exhibición de Tony Martin en la crono y un último triunfo, ya en París, para Kittel. Añadan la victoria de un fugado por determinar y tendrán buenos motivos para disfrutar de las siestas de julio.

Lo previsible se convirtió en muy probable después de la demostración de autoridad de Nibali en Chamrousse. Ganar una etapa del Tour vestido de amarillo es el sueño de cualquier campeón, la inequívoca demostración de su superioridad, la foto perfecta. Si la etapa es de alta montaña, la superioridad se convierte en absolutismo. Así venció el Tiburón italiano en la primera etapa alpina. Valverde llegó 50 segundos después, Pinot se dejó 53, Van Garderen y Bardet 1:23 y Porte 8:48. La Gazzetta dello Sport lo celebró con una rima de grado elemental: “Super Nibali non ha rivali”.

Hay otra lectura, aunque ya lo aviso: es totalmente insensata. Según esa disparatada interpretación de los hechos Nibali no tendría el Tour ganado. El principal argumento es que los esfuerzos se pagan, y no es frecuente que quien ganó la segunda etapa, y luego dos más, extienda su dominio hasta la tercera semana, la más dura en esta edición. Ocurrió con Froome en 2013: después de su recital durante 17 días, Nairo le restó 1:31 en las dos últimas jornadas de montaña.

Valga un dato histórico: Indurain, representante de los prudentes en la tierra, no ganó ni una sola de sus doce etapas vestido de amarillo (excluyan las cronos). Siempre prefirió dosificar y repartir. No le fue mal.

Oposición. Toda esta ensoñación dependerá, naturalmente, de los rivales de Nibali. Valverde, segundo en la general, compitió ayer con ambición y atacó a once kilómetros de la última cumbre. Tenía buenas piernas y había observado cómo Porte perdía rueda. Le siguieron el líder y Pinot. La armonía duró poco. A siete del final, Nibali se marchó por delante en busca de la etapa y del Tour. Valverde y Pinot se entendieron en la persecución hasta que les falló la cobertura, el idioma o el acento. Ya en meta, el murciano acusó al francés de escatimar esfuerzos y el francés culpó al español de no dar relevos y de atacarle después.

El balance es equívoco: la pérdida de los perseguidores es mínima si se compara con la proeza de Nibali. Tanto Valverde como los franceses Pinot (24) y Bardet (23) siguen a tiro de un mal día del líder. También Van Garderen (25), fuerza joven contra la lectura más previsible del Tour: que el primero gana fácil.

Hoy volverá la gran montaña: Lauteret, Izoard y Risoul. Hoy la estrategia (mover la carrera desde lejos) podría ser una alternativa al enfrentamiento directo de fuerzas. Quién sabe. Hoy el Tour podría apostar por la opción insensata. Crucemos los dedos.