Tour de Francia
Contador, caído en combate
Accidente y abandono de Contador. El madrileño sigue así los pasos del otro gran favorito, Chris Froome, y de Andy Schleck. Nibali, triunfo y amarillo.
Sucedió a cien kilómetros de la meta. Nadie conoce los detalles, ni siquiera Contador. El descenso era rápido y la carretera estaba mojada y en mal estado. Todo hace sospechar de un bache, aunque no ha sido localizado. Y ayudaría. Si tuviéramos delante al bache responsable podríamos pedirle explicaciones. De no hablar (los baches suelen ser herméticos), se las exigiríamos al servicio de asfaltado del Departamento del Alto Rhin o al Ministerio de Obras Públicas francés. Si insistieran en escurrir el bulto, nos dirigiríamos al director técnico del Tour, Thierry Gouvenou, o al patrón de carrera, monsieur Prudhomme. Pero no nos detendríamos ahí. Hasta François Hollande tendría algo que decir al respecto. Al fin y al cabo, ocurrió en la fiesta nacional francesa.
Encontrar un culpable no nos curaría el desconsuelo, pero nos distraería bastante. No lo hay, sin embargo. Contador se cayó porque, como afirmó Séneca, existen “el destino, la fatalidad y el azar, lo imprevisible y lo que está determinado”. Por eso mismo se hizo daño, y por la misma razón no aterrizó en un pajar o en mullido prado de los que adornaban el paisaje. Azar, fatalidad y destino. Baches. Ocaña se cayó siendo líder, Perico siendo promesa y Beloki cuando era alternativa. Todos se fracturaron algo, además del alma.
Ayer, cuando Contador se volvió a subir en la bicicleta, cuatro minutos después del accidente, muchos soñamos, por un rato, con una recuperación milagrosa. En estos momentos, en los que le será difícil encontrar ánimos, Alberto debería sentirse orgulloso de que le imaginemos tan grande y tan heroico como para subir montañas con la tibia rota.
El equipo de Nibali frenó cuando supo que Contador se había caído y aceleró cuando intuyó que no tenía solución. Por delante, el polaco Kwiatkowski circulaba como líder virtual, lanzado por el inagotable Tony Martin. En ese grupo de escapados se encontraba también Purito, devorador de puntos de la montaña.
La fuga aguantó el pulso con el pelotón hasta que Tony Martin se quedó sin fuerzas a 20 kilómetros de la meta. En ese instante, Purito demarró en busca de la victoria. Fue entonces cuando nos dio por pensar en todos los minutos que ha cedido voluntariamente en la primera semana: 22 en el pavés, 16 en la primera etapa de los Vosgos... No olvidemos que el pasado año fue tercero en París detrás de Froome y Nairo, ninguno en liza. En fin, la nostalgia es corrosiva.
Purito fue engullido por el ataque de Nibali en los dos últimos kilómetros. El italiano pedaleaba con la confianza de quien se siente bendecido, de quien ha visto cómo sus rivales se derrumban sin necesidad de soplarlos.
Tiburón. Nadie duda de su absoluta condición de favorito. Sin embargo, el beneficio que sacó no estuvo en consonancia con su arreón, ni con su buena suerte: 15 segundos a Pinot, 20 a Valverde, 22 a Van Garderen y 25 a Porte. Ya no hay otras opciones en el horizonte. Concluida la décima etapa y llegado el día de descanso, Valverde es tercero en la general, a 2:47. Hace 30 años sería fiesta en España. Hoy tenemos una ilusión menos, una pena más y una tibia rota.