VUELTA A ESPAÑA | 15ª ETAPA
Más madera en la Vuelta
El francés Geniez ganó destacado tras una galopada de 198 km en la que soltó a otros 23 corredores. Los cinco primeros de la general llegaron juntos despues de torturarse.
Los que nos quejamos del aire acondicionado de los grandes almacenes deberíamos probar al mismo tiempo el riego contra incendios y la espuma de los extintores. Paso previo a un descenso a tumba abierta por las escaleras mecánicas. Sólo así podríamos tener una noción, infinitesimal y casera, de lo que han pasado los ciclistas en las dos últimas etapas. La llegada a Peyragudes, donde resultó ganador el francés Geniez, nos hizo repetir las sensaciones del primer día de Pirineos: cansancio, hipotermia y un profundo sentimiento de admiración. También de contricción. Jamás volveremos a quejarnos del aire acondicionado. Al menos, hasta el próximo verano.
La Vuelta, tenida por muchos como un concurso de picotazos, se ha transformado al contacto con los Pirineos en una sostenida y cruel prueba de desgaste. Si en el Collado de la Gallina fue el frío quien atacó a los corredores, ayer fueron los corredores quienes atacaron al frío. Ya fuera por el afán competitivo o por el miedo a la congelación, los ciclistas libraron una batalla formidable desde que Txurruka inició las maniobras de fuga en el puerto del Cantó, a 207 km de meta. Allí cuajó la escapada del día: 28 corredores, entre ellos Arroyo, Flecha, Scarponi, Nieve, Henao, Herrada y un tal Geniez, famoso seis horas más tarde.
Duro. Aunque Arroyo, a once minutos, era el mejor situado en la general, Astana no quiso dar margen a la fuga. Eso endureció la carrera por delante y por detrás. Añadan la lluvia, la niebla y los descensos infernales. Lo que intimidan los Pirineos. Así se explican mejor los nueve abandonos, incluyan la retirada de los dos campeones mundiales en ruta y crono: Gilbert y Tony Martin.
A cien de meta, y ya en Francia, seis ciclistas de la escapada circulaban por delante: Geniez, Edet, Barguil, Cherel, Cardoso y De Greef. Un belga, un portugués y cuatro franceses (la llamada de la tierra). Por detrás se dibujaba un hormiguero bombardeado por niños traviesos.
El siguiente vuelco fue para descubrir que el sorprendente Geniez era cabeza de carrera y que Roche había dejado atrás a los favoritos en la ascensión a Balès. Su ambicioso plan cobró sentido de inmediato: enlazar sucesivamente con Zaugg y Majka, integrantes descolgados de la gran evasión, atacar el podio y disparar contra Nibali. Había empezado el baile.
Desde ese punto y hasta la conclusión, los mejores se sometieron a una tortura de ataques y contraataques. Fue un desfile de orgullos, una pasarela de valientes donde lo probó hasta quien no tenía fuerzas (pienso en Samuel).
Nibali y Horner se confirmaron como los más fuertes, pero Purito le puso ganas y Valverde dejó buena impresión, recuperado de la tiritona. Finalmente, Roche sólo ganó 17 segundos, además de nuestros respetos eternos. Sin embargo, ayer entendimos que esta Vuelta no se decidirá en ataque, sino en defensa. No ganará Supermán. Lo hará un superviviente.