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Tour de Francia 2012 | 14ª etapa

Luis León no falla

Lo había intentado en las últimas etapas y lo volvió a probar ayer. Esta vez hizo diana. Se metió en la fuga del día y atacó en el momento preciso. Entre los favoritos hubo lío. Evans pinchó y Wiggins hizo frenar al grupo. Rolland se saltó el pacto. Se encontraron clavos en la carretera.

Quien es capaz de ganar cuatro etapas del Tour en cuatro ediciones diferentes excluye del triunfo cualquier atisbo de casualidad, carambola o buena suerte. Quien consigue imponer su voluntad sobre la voluntad del resto, y lo hace de modo tan persistente, alcanza el prodigioso nivel de los deportistas superdotados, aquellos que ganan cuando se lo proponen. A ese selectísimo club pertenece Luis León Sánchez, murciano de cuna y holandés de talla (1,87).

El ciclista de Mula (el gentilicio es muleño-a) no estaba dispuesto a marcharse del presente Tour sin una victoria, la cuarta desde que debutó en la carrera en 2005 (acabó el 109º). Después de una primera semana al borde de la retirada, con el escafoides de la muñeca zurda maltrecho, Luis León pasó de la supervivencia a la bendita tozudez. Necesitó tres dardos para hacer diana. Quiso vencer en Bellegarde (10ª etapa) y Cap d'Agde (13ª). Finalmente, se impuso ayer, en Foix, 14ª etapa.

En el fondo, todo resultó un maravilloso déjà vu (algo ya visto). Su clase infinita, su modo de demarrar, los dedos al cielo en recuerdo de León, su hermano fallecido en 2005. Así es la historia de los Sánchez Gil: la desgracia es un estímulo para ser mejores. Su padre, guardia civil, llegó a la bicicleta a través de la rehabilitación tras un atentado. El ciclismo enganchó luego a los hermanos deportistas: León León, Luis León y Pedro León, futbolista del Getafe. Una historia conocida que el campeón, de 29 años, nos irá recordando de Tour en Tour. Quién sabe si en los Juegos o en algún Mundial de fondo. Para todo le alcanza.

Caos.

La etapa fue espléndida, cargada de acontecimientos. Por delante, la escapada (Luis León, Gorka Izaguirre, Sagan...). Por detrás un pelotón de favoritos que sólo se movió en el último puerto.

Entonces ocurrió lo inesperado. Evans pinchó en la cumbre y su compañero Van Garderen le dejó atrás: o desconectó el pinganillo o sintonizaba los 40. El siguiente BMC también apareció pinchado y el infortunio se mezcló con la torpeza.

En cuanto Wiggins se percató de lo sucedido, ordenó frenar para esperar al último campeón, un hermoso gesto que le libraba del ataque de Nibali en el descenso. Rolland se negó y se lanzó por delante. Hubiera o no sabotaje (se encontraron clavos en la carretera), el resto de la jornada se empleó en esperar a Evans y capturar a Rolland, chico malo, culpable de querer competir.

Luisle, entretanto, atacaba a sus compañeros de fuga seguro de que la presencia de Sagan bloquearía su reacción. Chico listo. Y de Mula.