Ciclismo | Tour de Francia. 21ª etapa
El triunfo de la normalidad
Carlos Sastre fue coronado en París. El Tour aclamó al campeón apacible. Tres españoles entre los diez primeros. Freire lució su maillot verde en el podio
Adiferencia de lo que ha ocurrido con los últimos campeones, el triunfo de Sastre no se acompaña de una novela. Contador, al igual que Armstrong, era, por encima de cualquier otra consideración, un superviviente. Pereiro mezcló en su victoria la hazaña de Walkowiak y la descalificación de Landis. Pantani añadió a su éxito su habitual agonía. El joven Ullrich se proclamó en París como el heredero que nunca llegó a ser y Riis disparó contra Indurain. Ellos, de la misma manera que Delgado, Lemond, Hinault y tantos otros, incorporaron a sus triunfos diferentes dosis de proeza o melodrama, por repetir éxitos o por repetir intentos.
Sastre ha ganado sin estruendo, sin más novela que la que nos acompaña a todos, concentrando sus méritos en la carrera y, en concreto, en el Alpe d'Huez. Se podría afirmar que es el primer hombre normal que gana el Tour en los últimos 40 años. Y si marco ese plazo es porque fue hace cuatro décadas cuando se encadenaron los triunfos de Aimar, Pingeon o Janssen, otros campeones de perfil bajo que habitaron entre las dictaduras de Anquetil y Merckx.
Sastre se encuentra en un territorio semejante, en el espacio que ha quedado entre Armstrong y el multicampeón que vendrá, que bien pudiera ser Contador. Su siguiente desafío será prolongar el interregno y conquistar, ya con 34 años (como Bartali en 1948), ese segundo Tour que distingue a los príncipes de los reyes.
No obstante, la victoria de Sastre tiene otros valores. Su normalidad es buena para el ciclismo, como es alentador que el campeón se acompañe de un currículo que hace de la victoria una consecuencia natural (cinco veces entre los diez primeros), sin escándalos ni exhibiciones increíbles.
Esperanza.
Si hace un año declaramos a Contador el líder del nuevo ciclismo, con la ilusión de que se convirtiera en referente de la lucha activa y audible contra el dopaje, ahora hay que esperar que Sastre se haga cargo de esa esperanza incumplida. El Tour nombra cada año a un jefe y es responsabilidad del campeón ejercer como tal, comprometerse, sujetar la bandera.
Era más fácil cuando el ciclismo no tenía más problemas, pero resulta imprescindible en estos momentos, cuando es necesario que una voz hable en nombre de los ciclistas limpios. Y quién mejor que un sensato corredor de 33 años que lo ha visto todo sin mancharse nunca. Como quedó dicho hace un año, en esa revolución también se ofrece un atajo para entrar en la historia.
No debemos olvidar, en el momento del brindis, que uno de los animadores de la carrera, Riccardo Riccó, fue expulsado por dar positivo y que ese bochorno arrastró al extinto Saunier Duval. También cayeron Beltrán y Dueñas, para vergüenza del ciclismo español. No conviene perder de vista que persisten los problemas y que la credibilidad de este deporte continúa en entredicho.
En este sentido, habrá que vigilar las intenciones de nuevos patrocinadores como el millonario Katiusha ruso, equipo respaldado por Putin y Gazprom, que ya ha fichado a Pozzato y últimamente tienta a Evans. Algo nos inquieta de esa formación y debe ser el nombre de misil.
Nos esperan cambios para 2009. El triunfante CSC (Computer Scienses Corporation) cede protagonismo a Saxo Bank, un banco danés que se enredará en tórridas disputas con Rabobank, su competencia holandesa.
Pese al cambio de nomenclatura, el equipo danés mantiene un bloque que ha sido decisivo en la victoria de Sastre, con Voigt y Cancellara en el papel de secundarios de lujo. Habrá que comprobar, no obstante, si los Schleck, con dos años más de contrato, siguen aceptando la jefatura del español.
Son bastantes los que entienden que Biarne Riis es la única sombra del equipo, y en las críticas no se menciona tanto su capacidad para dirigir como su pasado como ciclista. Desde que Riis confesó que había consumido EPO en el Tour que ganó en 1996 las opiniones se dividen entre los que destacan su valentía y los que condenan su pecado.
Opciones.
Si hablamos del futuro hay que atender a las pistas que nos regala la clasificación. Entre los diez primeros se incluyen tres menores de 30 años que se han ganado el derecho a ser candidatos en la próxima edición: Bernard Kohl (26), Andy Schleck (23) y... Alejandro Valverde (28). Sí, el ciclista que nos ilusiona durante toda la temporada y nos decepciona en el Tour está todavía dentro de plazo. Después de un mal día en Hautacam (perdió 3:35 con los favoritos), su rendimiento en los Alpes fue notable. Sigue fallando, sin embargo, contra el reloj y contra la presión.
El repaso a los primeros clasificados nos sirve para confirmar que Samuel Sánchez (7º) nunca debió alejarse del Tour y que Astarloza (16º) tiene categoría para pelear cualquier clasificación general. También nos da fe de jóvenes corredores que serán muy pronto protagonistas, como Efimkin (10º), Kreuziger (13º) o Nibali (20º), próximos candidatos para cualquier gran vuelta.
En el resto de clasificaciones la mejor noticia es el maillot verde de Óscar Freire, que ha saboreado con éxito otra delicatessen, la regularidad. Los lunares de Kohl y el blanco del niño Andy son la prueba textil de su talento, mientras el último puesto de Vansevenant por tercer año consecutivo nos descubre a un delicioso anti-héroe.
La etapa que precedió a la entrega de premios combinó hábitos y sorpresas. Sastre fue comedido y, en lugar de pintarse de amarillo como Piolín, optó por mantener el clásico coulotte negro. Tanto él como su equipo también lucieron el color del líder en la cinta del manillar y en el sillín.
Esa última novedad provocó un inoportuno accidente que hizo peligrar a Jens Voigt. Y es que el gigante alemán se quedó sin sillín en los Campos Elíseos, con el consiguiente riesgo para su integridad física y su voz de ogro.
Entre las novedades hay que reseñar que Rabobank decidió trabajar para Freire. No fue una labor ardua, más bien leve, pero nos conmovió. Más determinado fue el equipo Quick Step, que lanzó a Steegmans con catapulta y se apuntó la etapa. Freire sólo pudo ser tercero, tras el escudero de Boonen y el joven Ciolek.
Desde el podio, París se mostró insinuante como Ninette y el himno español interpretado a ritmo de Marsellesa nos recordó los deseos que tienen los franceses de ganar el Tour. Fue hermoso, como lo es siempre, y el escenario se pobló de niños para confirmar que los héroes cumplen años, nosotros también y las azafatas nunca.