NBA | Gary Vitti

Un modelo que nadie quiere cambiar

Las lesiones vuelven a ser uno de los temas centrales en una NBA en la que ninguna de las partes se atreve a plantearse de verdad la solución más obvia: la reducción de partidos.

Jimmy Butler y Stephen Curry, vestido de calle en el banquillo de los Warriors durante un partido de esta temporada.
MEGAN BRIGGS
Juanma Rubio
Nació en Haro (La Rioja) en 1978. Se licenció en periodismo por la Universidad Pontificia de Salamanca. En 2006 llegó a AS a través de AS.com. Por entonces el baloncesto, sobre todo la NBA, ya era su gran pasión y pasó a trabajar en esta área en 2014. Poco después se convirtió en jefe de sección y en 2023 pasó a ser redactor jefe.
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Con más de un mes de competición consumido, y tres cuartos de temporada regular todavía por delante, ya ha habido muchas lesiones en la NBA y, lo que más llama la atención de los aficionados, muchas estrellas fuera de combate por problemas físicos. A las lesiones de largo recorrido se añade una retahíla de problemas musculares, algunos en lo que parece ya adquirir formato de plaga: las lesiones de gemelo, por ejemplo, parecen cada vez más numerosas. No son muy graves ni exigen de entrada tiempos larguísimos de recuperación, pero sí son preocupantes y traicioneras, requieren una actitud conservadora en la recuperación y pueden provocar, si se fuerza o no se tiene el cuidado preciso, problemas muchos más graves como roturas del tendón de Aquiles. Les pasó, por ejemplo, a Kevin Durant en las Finales de 2019 y a Tyrese Haliburton en las últimas, las de 2025.

Isquiotibiales, lesiones de ingle… la cuestión es si el baloncesto actual ha adquirido un ritmo tan alto y obliga a una exigencia física tan extrema que empieza a no ser compatible con el agotador calendario de la regular season y sus 82 partidos por equipo. La NBA está en un ritmo de posesiones (pace) que marca en máximos desde finales de los años ochenta, y 26 de los treinta equipos están en su mayor velocidad de juego de todos los inicios de temporada del último lustro. Un dato que suele ir reduciéndose a medida que avanza la temporada, pero que avanza disparado con, además, un estilo de juego que es más exigente que nunca para el cuerpo de los jugadores: en defensa, por ejemplo, las rotaciones son permanentes, se cubren muchos más kilómetros y hay que cubrir mucha más pista y puntear permanentemente triples tirados, además, cada vez a más distancia del aro.

El periodista Tom Haberstroh ha dado unos datos reveladores: las estrellas (según la definición oficial de la propia liga: jugadores que han sido all star o All NBA al menos una vez en las tres temporadas anteriores) se pierden partidos a un ritmo que está doblando, en esta temporada, al del inicio del curso 2023-24. Entonces, en el mismo punto, estas estrellas habían jugado el 87,2% de los partidos. Ahora, están en apenas el 67,6%. El acumulado de partidos perdidos por baja médica, solo de esos artistas principales, supera ya los 200 partidos.

Las audiencias, por ahora, no se resienten. De hecho, han subido un 30%, según datos de la propia liga, con respecto al mismo tramo de la temporada pasada. Es, además, el inicio de unos nuevos contratos televisivos que suponen otra revolución en ingresos y que garantizan la riqueza de la competición, y todos sus actores, para el futuro próximo: once años y 76.000 millones de dólares. La NBA, preocupada por esa visión pública que apunta a unos partidos de regular season aguados y a unas estrellas poco comprometidas, introdujo la NBA Cup para agitar el primer tercio del calendario y la norma de los 65 partidos a lo que hay que llegar para optar al MVP, el premio de Defensor del Año y la entrada en los mejores quintetos (All NBA).

El caso es que hace dos años, los jugadores más importantes de los equipos empezaron la temporada perdiéndose poco más de un partido de cada diez, de media, y ahora esa cifra ha subido a casi uno de cada tres. En los equipos (jugadores, entrenadores) se señala hacia una liga que habla de avances pero sigue comprimiendo -en la práctica- el calendario, cuyas medidas algunos consideran simple maquillaje y que reduce el número de back to backs (dos partidos en dos noches) pero no una carga total que sigue siendo durísima, y más en tiempos en los que cada jugador recorre más distancia que nunca en la pista. Los Warriors, con un equipo además muy veterano, empezaron la temporada con 17 partidos en 29 días y en doce ciudades distintas. Steve Kerr aseguró que era “el inicio más duro” que había vivido en toda su vida en la NBA. Y llegó como jugador en 1988. Además, el técnico dejó claro que los médicos de la franquicia de San Francisco vinculan de forma directa ese aumento de problemas musculares y pequeñas lesiones a esa carga de partidos y viajes en un juego que se desarrolla a una velocidad cada vez más alta.

Los Lakers empezaron la temporada con nueve partidos en quince días, los Sixers tuvieron cuatro tandas de back to back en los primeros trece y los Bucks estaban jugando el sexto en nueve días cuando se lesionó Giannis Antetokounmpo. La nueva NBA Cup ha traído nuevos ajustes y exigencias en la organización de unos partidos que, además, siguen siendo 82 por equipo. Por eso muchos creen que la solución no es tan compleja como algunas de las que plantea una NBA que aseguró hace unos días que ha puesto en marcha un programa de evaluación biomecánica con una serie de tests que irán completando los jugadores durante la temporada y que pretende, cuando tenga resultados concluyentes, reducir las lesiones y optimizar el rendimiento de los jugadores.

Robert Klapper, cirujano de Los Ángeles especializado en lesiones deportivas, apunta también a la evolución del propio baloncesto para ese aumento de las lesiones y las ausencias de los jugadores: “Vivimos en el mundo que dejó Mike D’Antoni y la revolución que trajo. Es una maravilla ver jugar a Stephen Curry, pero los rivales le tienen que defender mucho más allá de la línea de tres porque si no tirará casi desde cualquier parte. Hay más triples que tienen que ser defendidos más lejos. Los que se fallan, provocan rebotes que salen despedidos a más distancia del aro, y hay también más contrataques a partir de esas jugadas. Los jugadores corren para atrás a defender y otra vez muy rápido para atacar en transición. Los gemelos y los tendones de Aquiles se cargan de una forma que no sucedía hasta ahora, es demasiado estrés para los músculos de esa zona. Los jugadores ahora, además, se especializan en el mismo deporte desde muy jóvenes, así que cargan esos músculos durante básicamente toda la vida. Necesitan parar, hacer otras cosas: entrenamientos de otro tipo, jugar al voleibol… Hay que repensar cómo se trabajan ciertos músculos y adaptarse, porque los equipos no van a dejar de tirar de tres".

Es la temporada de ritmo más rápido desde 1988, y en la que más distancia cubren los jugadores desde que hay datos (2013). Un partido ahora tiene una media de diez posesiones más que en 1997, y los equipos tiran más de 37 triples de media, una cifra que en 2003 (cuando D’Antoni llegó a los Suns) estaba en 14,9.

El veterano periodista Mark Medina, un clásico de la cobertura el deporte de Los Ángeles, ha hablado con varios especialistas que han apuntado en la misma dirección. Entre ellos Gary Vitti, el que fuera icónico preparador físico y jefe de los servicios médicos de los Lakers entre 1984 y 2016: “Normalmente, se asocia este tipo de lesiones, como las que se están produciendo, con errores en la forma de entrenar. Eso incluye factores como la fatiga y la sobrecarga. Luego hay otras como los esguinces de tobillo que son básicamente cosa de mala suerte. Pero muchos problemas musculares y lesiones de rodilla sí tienen que ver con la velocidad a la que se juega ahora y la capacidad del cuerpo para transferir las cargas del tronco inferior al superior a través de la pelvis. Y con una eficiencia de movimientos poco funcional. Antes el baloncesto era obviamente de más contacto físico, los viajes eran más duros... pero la velocidad y la agilidad que requiere el estilo de juego actual crea otro tipo de problemas. En los Lakers del Showtime salíamos, le pateábamos el culo al rival durante tres cuartos y todos los titulares descansaban en el cuarto. Así hacíamos los descansos y el load management. Además, ahora los jugadores están totalmente especializados desde muy pronto. Cuando se repiten los mismos movimientos una y otra vez, el cuerpo crea compensaciones que son las que crean las disfunciones. Eso pasa también con la gente que trabaja todo el día delante de un ordenador. Antes los jugadores jóvenes dedicaban el invierno al baloncesto pero en otoño jugaban al football y en primavera al béisbol. Y así formaban el cuerpo de manera mucho más completa. Era cross-training y ni lo sabíamos, no existía el concepto. Ahora se centran en el mismo deporte y crean patrones de repetición de movimiento de conducen a las lesiones. A los siete años ya estás metido en un deporte que es el único que vas a practicar. Los que llegan a la NBA son más rápidos, más fuertes y más grandes que los de antes, pero sus movimientos y gestos no son los correctos. El problema viene desde que son niños, no solo en la NBA Y ralentizar el juego tampoco va a ser posible. Sí se puede cambiar: da tres puntos por anotar en la zona, dos por la media distancia y uno por los triples (risas)”.

Al final, nadie quiere perder dinero

El clamor desde muchos frentes es que se reduzca la regular season. Que se planteen escenarios con, una cifra muy utilizada en estos debates, 72 partidos por equipo, diez menos que ahora. Sin embargo, parece obvio (y las negociaciones del último convenio colectivo lo volvieron a dejar claro) que nadie está por la labor. Ni equipos ni jugadores. Porque los ingresos principales de todas las partes tienen que ver directamente con los partidos, con lo que genera el juego: es el llamado BRI, Basketball Related Income: ticketing, restauración y merchandising en los pabellones, acuerdos de patrocinio vinculados con la competición y, claro, los contratos televisivos. De ahí sale también, en un reparto que ahora ronda el 50%, el salario de los jugadores.

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Cada partido genera ya cerca de tres millones de euros, así que si se reducen diez por equipo… basta con echar cuentas. Las grandes televisiones pero también las locales, un mercado además convulso en los últimos años, quieren tener asegurados sus contenidos. Las franquicias no quieren perder el flujo de venta de entradas, merchandising y todo lo demás… y los jugadores no quieren que su parte de la tarta valga menos. Al fin y al cabo, estamos en máximos de ingresos (proyectados en más de 14.000 millones para esta temporada) para la Liga, de valor medio de las franquicias (en torno ya a 5.000 millones según Sportico) y de salarios de los jugadores (unos 12 millones). El modelo produce en máximos… y nadie lo quiere tocar. Así ha sido en los últimos años y así sigue siendo. Así que todo quedará reducido, de nuevo, a debates mediáticos y planteamientos teóricos. Lo explicó bien otro histórico, Erik Spoelstra, hace unos días: “No va a cambiar. Solo habría cambiado si todo el mundo se hubiera puesto de acuerdo para quitar diez partidos por equipo. Pero no se quiere, así que no hay solución”.

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