Russell Westbrook no encuentra su sitio
Las opciones se van exprimiendo y el base, una personalidad gigantesca en la NBA de los últimos años, sigue sin equipo de cara a la que sería su temporada 18 en la NBA.


Es 23 de julio y Russell Westbrook sigue sin equipo. Un síntoma de que el camino se acaba, aunque no tiene por qué ser ahora, esta temporada. Lo normal es que encuentre acomodo, que vuelva a firmar como jugador de contrato mínimo y complete, al menos, su decimoctava temporada en una NBA a la que llegó en 2008 (numero 4 del draft) y en la que se convirtió primero en una súper estrella volcánica y después en un jugador absolutamente divisivo, el generador de algunos de los debates más estrambóticos, e inagotables, en el entorno de la competición. Con defensores de fidelidad extrema (muchos heredados de sus años, ya lejanos, en OKC: 2008-2019) y críticos cada vez más numerosos, está claro que se trata de un jugador de legado complejo en el trazo fino, pero un obvio candidato al Hall of Fame si se consideran de forma objetiva sus logros: nueve veces all star (con dos MVP de este evento), MVP de la NBA en 2017 y dos veces Máximo Anotador, tres Máximo Asistente, nueve All NBA…
Y, por supuesto, el jugador con más triples-dobles de la historia (203 por los 181 de Oscar Robertson) y el que insensibilizó a gran parte del público con esa estadística, hace años atronadora: durante tres temporadas seguidas (2016-19) promedió un triple-doble, algo que en un curso completo solo había hecho hasta entonces Robertson. Fue justo después de la salida de los Thunder de Kevin Durant, cuando tomó las riendas de la franquicia hasta un extremo que acabó resultando desmedido, en algunos momentos problemático. En todo caso, su camiseta colgará obviamente en el techo del nuevo pabellón que ya han aprobado los Thunder (llegará en 2028), y tampoco sería raro que una estatua suya adorne los exteriores de ese nuevo proyecto que tiene una pinta excelente y que supone otro hito en el perfecto presente del actual campeón de la NBA.
Tampoco sería raro que Westbrook firme, cuando decida retirarse, uno de esos contratos simbólicos de un solo día con los Thunder y se vaya del baloncesto profesional con el equipo en el que se convirtió en un gigante de su generación, con el que hizo de todo menos ganar el título. Eso, ley de vida, le acabó dando aire de outsider mientras sus experiencias posteriores se agolpaban de forma cada vez más irregular y los debates en torno a él se volvían tan indigestos como inacabables: decepción en su reunión con James Harden en los Rockets, intrascendencia en los Wizards, un desastre colosal en los Lakers de LeBron y Davis, un tramo de más a menos en los Clippers y un año digno pero finalmente también fallido en Denver Nuggets. Once años en OKC, cinco equipos en seis temporadas desde entonces.
Ahora busca el sexto en siete, el séptimo en total en su carrera. Ya ha pasado casi un mes de mercado, más todavía desde que renunció a una player option de casi 3,5 millones y decidió dejar Denver y salir al mercado, otra vez. Muchos creían que se acogería a esa bala y seguiría en las Rocosas, más ante la compleja situación de la agencia libre actual, después de un final feo en playoffs y tras pasar por el quirófano para solucionar una lesión de ligamentos en una mano.
Pero no: después de 17 años en la NBA, Westbrook eligió un mercado que por ahora le ha dado la espalda y en el que sus opciones se han ido exprimiendo sin noticias, especialmente en lo que se refiere a equipos de altas expectativas. Sonó para los Knicks, para los Timberwolves, como alternativa en los Mavs hasta que se recupere Kyrie Irving (el elegido fue D’Angelo Russell…), también ha sonado para Kings, Pistons y Pacers (para suplir otra baja por lesión grave, en este caso la de Tyrese Haliburton)… pero nada de nada. Es 23 de julio y Westbrook sigue sin equipo.
Para un jugador como él, resulta difícil (camino del año 18 en la liga y con 36 que serán 37 en noviembre) encontrar acomodo. Su exuberancia física, la base de su juego durante años, ha ido retrocediendo, ley de vida, por el paso de las temporadas y unos problemas casi crónicos de rodillas. Su juego no ha envejecido bien, y arrastra demasiada narrativa para que muchos lo consideren un simple fichaje de contrato mínimo, de baja expectativa y rol. Así lo ven, desde luego, unos cuantos equipos. Él ha ido modulando la lectura de su situación y se ha ido adaptando a un papel cada vez menor y a una condición de suplente que antes era anatema. También, ley de vida. Pero su forma de jugar sigue siendo la que es, muchas veces de alto protagonismo, volumen exagerado y baja eficiencia.
Con su edad y en su situación, otra luz de alarma para los ejecutivos. Por mucho que en los Nuggets demostrara que todavía puede ser útil. Se adaptó bien a un rol secundario y tuvo tramos en los que encontró la química con Nikola Jokic y funcionó mucho mejor de lo previsto, intenso en defensa y concentrado en ataque: cortes, movimiento y tiritos desde las esquinas. Mejor con los titulares que en unidades de suplentes en las que afloraban sus defectos por exceso. Jugó 75 partidos con más de 28 minutos por noche, desde luego un buen pico para un jugador en contrato mínimo. Y en playoffs, luces (contra Clippers) y sombras (contra los Thunder a partir del tercer partido y hasta el séptimo, ya con la mano lesionada), un cuento que, con cierta razón si se buscan las zonas templadas en esos debates carnívoros que lo rodean, se ha repetido desde hace años.
El caso es que ahora mismo Russell Westbrook, un histórico, no tiene equipo. Damian Lillard ha vuelto a los Blazers, Chris Paul a los Clippers… pero él no va a volver, no para jugar, a unos Thunder campeones y con su rotación perfectamente afinada y definida para la próxima campaña. Que no buscan alteraciones ni estridencias y que no tienen ninguna motivación para hacer experimentos. Westbrook, mientras, espera ofertas, opciones, situaciones. Se supone que llegarán antes de que comience la temporada. Porque si no lo hacen, si todo sigue tan parado como en estas últimas semanas, estaremos antes el final en la NBA de un jugador único… para lo bueno y para lo malo.
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