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NBA | LOS ANGELES LAKERS

Russell, el suplicio de los Lakers

El base cuaja un inicio de temporada horrible, con malos porcentajes y sin intensidad defensiva. Redick le sentó contra los Grizzlies y cargó contra él en rueda de prensa: “Sin nivel de competencia ni atención a los detalles”.

Russell, el suplicio de los Lakers
Rick OsentoskiUSA TODAY Sports via Reuters Con

De donde no hay no se puede sacar. Y si bien es difícil saber hasta dónde pueden llegar los Lakers, da la sensación de que D’Angelo Russell tocó techo hace mucho tiempo. Y que no da para más. El base protagoniza un inicio de temporada bochornoso, horrible en el lanzamiento, desubicado, con unos problemas defensivos enormes y una incapacidad manifiesta para mejorar. Estancado, sin brillo, sin lugar en el sistema sea cual sea el lado de la pista y con demasiadas inseguridades para un equipo que ha mostrado dos caras, pero cuyo playmaker titular ha sido constante en la suya, idéntica en la victoria y en la derrota. Un desastre con patas que tuvo su máxima extensión en la debacle ante los Grizzlies, en la que disputó menos de 22 minutos antes de ser sentado por JJ Redick, que ya no le volvió a introducir en la rotación. Una realidad más que un síntoma, un hecho que dejó de ser un mal momento y se convirtió en la definición de lo que Russell, por desgracia, es como deportista. Un jugador pequeño en un equipo que pretende ser grande.

Nivel de competencia. Atención a los detalles”, aseguró Redick en la rueda de prensa posterior al partido ante los Grizzlies cuando fue preguntado por los minutos que disputó su jugador. “Algunas de las cosas que hemos hablado con él durante un par de semanas. A veces es muy bueno, otras veces vuelve a ciertos hábitos. No fue un castigo, pero para que tuviéramos la oportunidad de ganar era el camino que debíamos tomar”, aseguró el técnico, visiblemente molesto con el base. Russell llevaba seis minutos disputados del tercer cuarto cuando fue sustituido, y ni cuando las oportunidades de los Lakers eran inexistentes volvió a entrar, reservando Redick esos minutos para los menos habituales pero manteniendo a D’Angelo en el banquillo. Algo que no es un castigo, pero que lo pareció: un triple precisamente del base dejaba el resultado en un 72-68, pero un 8-0 de parcial de los locales lo estiró hasta el 80-68, incluidos dos lanzamientos exteriores errados por Russell, que en ambos actuó de forma precipitada. Dos fallos a los que añadió una apatía defensiva desquiciante.

Ya no volvió a entrar. En el momento de su sustitución llevaba 12 puntos, pero con un 4 de 12 en tiros de campo y un 2 de 9 en triples, un suplicio para los Lakers, sin profundidad suficiente como para suplir al irregular jugador y con resultados pésimos cuando no les queda otra que depender de él. La lesión de Jared Vanderbilt obliga y la carencia de más competidores en dicha posición, impide probar otras variantes, que se intentan en determinadas situaciones. Ante los Grizzlies y sin Anthony Davis, LeBron James actuó de base en algunas ocasiones, con más tiempo de bote e iniciando y finalizando las jugadas. Pero el traslado de Russell a un lugar en el que se aboca al catch and shoot tampoco está mejorando sus porcentajes, además de tener muchos problemas a la hora de encontrar su colocación en el sistema, tanto en ataque como en defensa. La imagen fue pobre y lo condenó al ostracismo, mientras LeBron hacía un esfuerzo sobrehumano, otro más: 39 puntos con 39 años el día que cumplía 1.500 partidos en la NBA. Todo ello con un 15 de 24 en tiros de campo, 6 de 11 en triples y 3 de 4 en tiros libres. Sumando además 7 rebotes y 6 asistencias, por 5 pérdidas. Un partido celestial. El enésimo.

Pero el resultado fue el mismo y muchas voces señalan a Russell, que está convirtiendo sus problemas en algo que los Lakers no consiguen superar. Sin Davis, y también sin Rui Hachimura, los Lakers jugaron con el rookie Dalton Ketch de titular, además de con Jaxon Hayes. Y la imposibilidad de atacar la zona de la misma forma que hacen cuando está Davis (pick and roll, pantallas constantes, lanzamientos desde la media distancia), tiraron hasta 48 triples, el tope en lo que llevan de temporada. La plantilla no está confeccionada para jugar ese tipo de baloncesto. Tampoco para los abultados resultados que están teniendo, tanto en la victoria como en la derrota (4-4 en estos momentos). Los angelinos tienen que amarrar la defensa, buscar marcadores más cortos y limitar mucho sus errores para convertirse en un rival competitivo y dejar de tener unos picos que pasan de la incomprensión a la saturación. Victorias ante rivales de entidad (Wolves, Suns, Kings...) y una derrota horrorosa contra los Pistons. De la esperanza inicial, a la preocupación actual. Ser capaz de lo mejor y de lo peor no es sinónimo de luchar por el anillo, el fin último, el objetivo que siempre tiene esta franquicia sea realista o no. Y Russell es el mayor damnificado de una dinámica que va muy de la mano de su personalidad deportiva.

Un jugador empeñado en hacer lo mismo

Russell siempre ha sido así, el problema secular de muchos jugadores que nunca se han esforzado en mejorar sus defectos, quedándose estancados en ramalazos efímeros de talento que nunca se traducen en la construcción de una estrella definitiva. el base empezó su carrera, ironías del destino, en esos Lakers que buscaron una reconstrucción desde abajo tras la retirada de Kobe Bryant y se rindieron cuando vieron que podían fichar a LeBron James y hacer el camino más corto. Eso pasó, conquistando el anillo de 2020, el de la burbuja de Orlando. Mientras Russell seguía sus propios pasos: pasó por los Nets y llegó al All Star de 2019, en una temporada en la que promedió 21,1 puntos y 7 asistencias y lideró a la entidad a playoffs, donde promedió más de 19, pero tuvo porcentajes de tiro bastante cuestionables. Su breve paso por los Warriors fue en realidad una transición hacia los Timberwolves, donde se juntó con Karl-Anthony Towns y un incipiente Anthony Edwards. Y ahí, regresó a los Lakers.

En febrero de 2023, el denostado Rob Pelinka hizo por fin cosas que tuvieron sentido y mejoraron a la entidad: y de qué manera. Jared Vanderebilt y el propio D’Angelo llegaban a la franquicia angelina, que se deshacía de Russell Westbrook y todo lo que conllevaba tenerle en la entidad, incluido el hecho de haber sido el movimiento que había socavado el proyecto de 2020 y su continuidad en 2021, año en el que las lesiones frustraron los intentos de repetir anillo. El base fue casi siempre titular, pero en un contexto distinto en el que los Lakers remontaron (mucho) y se acabaron colando en las finales de Conferencia con mucha más rotación en esa posición: Vanderbilt estaba sano, Dennis Schröder tuvo una gran participación y Lonnie Walker se convirtió en un revulsivo estupendo y una especie de microondas. Todo eso acabó escondiendo la mala participación de Russell, que fue decayendo hasta encadenar un desastre tras otro en el 4-0 ante los Nuggets: 6 puntos de media y 2 de 15 en triples de forma combinada, con problemas defensivos que impedían gestionar bien los partidos más apretados.

Russell se quedó porque es imposible librarse de todo mal, y se asumió una mejora que no llega en ningún momento. Es un buen jugador de regular season sólo en determinadas rachas y menoscaba las opciones del equipo en todas las demás: se fue a un 41% en triples la temporada siguiente, que también es la pasada, con un extraordinario resurgir entre diciembre y enero, cuando peor estaban los Lakers. Ahí tuvo una racha de 27,5 puntos en 8 partidos entre el 13 y el 27 de enero, para irse posteriormente a 16 tantos y 14 asistencias en la conquista del Garden sin LeBron ni Davis y a 11, con 17 pases a canasta, en Salt Lake City. También anotó 44 tantos (con 6 rebotes y 9 asistencias) a los Bucks. Pero todo se diluyó igual que había empezado: 14,2 puntos en la extenuante primera ronda contra los Nuggets, con menos del 30% en tiros de campo y del 32% en triples, incluido un 1 de 9 en el asalto inicial, un 0 de 6 (con 0 puntos) en el tercero y un 2 de 10 en el quinto y definitivo. Con Vanderbilt lesionado y sin rastro de gente como Walker o Vanderbilt, no había solución ni rotación posible y tuvo que jugar 37 minutos por noche. Austin Reaves era un mejor generador en forma y fondo, aparte de un jugador neta y completamente superior en todas las facetas del juego. También, claro, LeBron. Pero Russell era igual de ineficaz con o sin balón y cambiar de distribuidor no solucionaba nada. Y eso sin hablar de su dejadez defensiva, imperdonable en la fase final.

Los Lakers están sufriendo la peor cara de Russell en este inicio de temporada: 12 puntos, 2,3 rebotes, 5,8 asistencias y 1,8 pérdidas en 30 minutos, una estadística que va disminuyendo paulatinamente. También un 37,5% en tiros de campo y unos problemas en la selección de lanzamiento que le hacen irse ya por debajo del 30%, para 14 escasos aciertos en 48 intentos. Incómodo sin el balón en ataque, precipitado, desacertado y muy alejado del sistema, sus problemas en defensa son todavía más grandes: está descolocado, pierde la posición de su par por quedarse mirando al balón, es un agujero cuando le toca proteger la línea de fondo, no llega a las ayudas y no participa en el rebote, con una apatía preocupante y unas dificultades constantes. Russell tiene pendientes más de 18 millones de dólares esta temporada y será agente libre el próximo verano, por lo que no sería de extrañar que fuera el elegido para un hipotético traspaso. Pero será difícil de colocar por lo que cobra y por cómo está jugando. De momento, su papel está siendo un suplicio que tortura a los Lakers. Que necesitan reaccionar rápido para no desengancharse, volver a estar en positivo y olvidarse de la mala racha en la que están inmersos. Y eso lo tienen que hacer sí o sí. Con D’Angelo Russell o sin él.

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