“No en mi casa”: Mutombo y la rebelión de los Nuggets
Los Nuggets de Mutombo fueron los primeros que, partiendo como octavos, eliminaron al mejor de su conferencia. La imagen del pívot llorando con el balón, para el recuerdo.
“No en mi casa”. Era lo que decía Dikembe Mutombo cada vez que hacía un tapón, la seña de identidad de un gigante del baloncesto (en el sentido metafórico y literal, con 2,18 de altura) que dominó los tableros de la NBA a finales de los 90 e inicios del siglo XXI. El pívot, que ha fallecido recientemente de un cáncer cerebral, negaba con el dedo índice levantado cada vez que bloqueaba a su atacante, un gesto que posteriormente estaría prohibido por una competición que no espera a nadie ni esperó al jugador congoleño, que se retiró tras 18 años como profesional y una prolífica carrera que, como muchas otras, acabó sin anillo. El 21 de abril de 2009, Mutombo se lesionó de su ya maltrecha rodilla en un choque con Greg Oden, durante un partido de la primera ronda de los playoffs que enfrentaba a Rockets y Blazers. Fue el amargo final de un hombre llamado a conquistar los cielos y que cuando dijo adiós, lo hizo como uno de los mejores defensores de siempre.
Antes de todo eso, incluso antes de las Finales de 2001 con los Sixers de Allen Iverson tan recordadas, Mutombo tuvo su periplo en los Nuggets. Llegó en el cuarto puesto de un draft, el de 1991, más flojo que otros, con Larry Johnson, Kenny Anderson y Billy Owens elegidos por delante del congoleño y algunos nombres conocidos como Luc Longley, Brian Williams y Dale Davis. Poca cosa en una década que daba sus primeros pasos abandonando el Showtime para adentrarse en el juego del hombre dentro-fuera, con defensas duras y estilos toscos apenas rotos por un Don Nelson que iba (como siempre) a lo suyo (en los Warriors por aquel entonces) y con pívots dominantes (Olajuwon, Shaq, Ewing) que marcaban el día a día de una NBA que Jordan acababa de empezar a dominar. Mutombo se convirtió en seguida en un hombre muy seguido, con un carácter afable y extrovertido, exageradas reacciones a los highlights y un gran carisma que le permitió meterse en el bolsillo, nada más llegar a la afición de Colorado.
Mutombo vino como anillo al dedo (aunque anillos no hubo precisamente) a una franquicia casi marginada desde su llegada procedente de la ABA pero que había tenido una ligera efervescencia en los 80, con gente como Calvin Natt, Alex English y Fat Lever, con los que jugaron las finales del Oeste en 1985 (derrota 4-1 ante los Lakers de Magic). Con Doug Moe en el banquillo, habían sido un equipo ofensivo, con un juego directo vertical y divertido que estuvo nueve años consecutivos en playoffs. La travesía en el desierto no fue especialmente larga y se saldó con tan solo tres años sin fase final. En el segundo de ellos llegaba un congoleño que representaba un misterio: graduado en Lingüística y Diplomacia en Georgetown, donde había hecho un año de medicina, era un cerebro muy desarrollado que además procedía de una cultura distinta, teniendo dificultades con el inglés en sus primeros años universitarios pero adaptándose rápidamente a la idiosincrasia estadounidense y a los Hoyas, en los que coincidió con Alonzo Mourning y a los que luego llegaría Allen Iverson, que sería compañero suyo en Philadelphia Sixers.
Los Nuggets apenas ganaron 24 partidos ese año, lo que supuso el despido de un Paul Westhead al que le quedaban lejos los momentos de gloria de 1980, anillo incluido con los Lakers de Magic. La mala temporada del equipo contrastó con la de un Mutombo que fue all-star como novato, además de quedar segundo en el premio a Rookie del Año (que ganó Larry Johnson) y promediar 16,6 puntos (máximo de su carrera), 12,2 rebotes y 3 tapones. Con Dan Issel la situación mejoró, consiguiendo Denver 12 victorias más que el año anterior, aunque sin llegar a unos playoffs que alcanzarían en la 1993-94. Mutombo se fue a 13,8 puntos, 13 rebotes y 3,5 tapones en su año sophomore, números que se compenetraron con los 19,2 de un Mahmoud Abdul-Rauf que ganó el premio al Jugador Más Mejorado y Reggie Williams, que se iría a los 17. Una buena base con jugadores que aseguraban el futuro (Abdul-Rauf tenía 23 años, Mutombo 26 y Williams, 28) y que presentaba mejoras notables respecto a los años anteriores.
La gesta de los playoffs de 1994
El curso baloncestístico 1993-94 supuso el retorno a los playoffs por primera vez en tres años. La crisis de los Lakers permitió a los Nuggets conseguir el octavo puesto en una temporada llena de altibajos, pero en la que llegarían a 42 victorias, nueve más que unos angelinos que se quedarían sin playoffs por cuarta vez en su larga y glamurosa historia. Mutombo, ya establecido definitivamente como un jugador defensivo, que aprovechaba sus largos brazos para hacer muchos tapones, tenía un gran uno contra uno en el poste y lograba dirigir la defensa y convertirse, al mismo tiempo, en un correcto finalizador en el ataque, se fue a 12 puntos, 11,8 rebotes y 4,1 tapones, líder de la NBA en una estadística que lideraría hasta en tres ocasiones en su carrera. Los Nuggets fueron séptimos en tapones y primeros en tapones (8,4, la mitad de Mutombo) esa temporada. También tuvieron el quinto mejor rating defensivo, pero aparte de eso, eran el peor equipo de todos los clasificados para los playoffs empatados con los Heat, que lucían el mismo récord en la Conferencia contraria.
La primera ronda sería testigo de uno de los mayores hitos de la historia de la competición. Los Nuggets se enfrentarían a los Sonics, ese amado y añorado equipo que por entonces dirigía George Karl y que contaba con Gary Payton y Shawn Kempt como hombres destacados y llamados a liderar al anillo a un equipo que quería aprovechar la ausencia de un Jordan que se retiraría por primera vez unos meses antes. Analistas y aficionados preveían una victoria fácil de la franquicia de Seattle, y así lo parecía tras los dos primeros encuentros, que ganaron por diferencias de 24 y 10 puntos y sin demasiado esfuerzo de sus estrellas, que parecían tener la cabeza en las hipotéticas semifinales contra los Jazz, un hueso duro de roer, que en unos Nuggets que se encontraban con pie y medio en la eliminación.
Todo cambió a raíz del tercer encuentro. Mutombo había estado apagado en los dos partidos iniciales, en lo que era además su debut en playoffs, y se había quedado en 12+9 y 14+8, con 4 y 5 tapones respectivamente pero sin dominar los tableros como se le exigía a alguien de su categoría. En el tercero despertó, llegó a los 19 puntos con 13 rebotes, puso 6 tapones y lideró a los Nuggets a la victoria, dejando a Seattle en 93 puntos y con Reggie Williams anotando 31. Lo que se preveía un simple bache se le acabó haciendo bola a los Sonics, más centrados por obligación en el cuarto pero con un mismo resultado, y con Mutombo en 10 puntos, 16 rebotes y 8 tapones, acompañado en la pintura de un Ellis que consiguió 27+17. Los Nuggets, que vencieron 94-85, soñaban con darle la vuelta a una serie que tenían perdida, convirtiéndose así en el primer equipo de la historia que eliminaba al primero de su Conferencia partiendo como octavo.
Los Sonics, eso sí, intentaron trasladar una tranquilidad que no sentían en absoluto. Ser protagonistas de un hito rival conlleva ser el señalado en un año en el que pensaban, de manera legítima, en el anillo. El partido, el quinto y definitivo (hasta 2003, la primera ronda se jugó al mejor de cinco) tuvo de todo, con ningún cuarto decidido por más de dos puntos y prórroga incluida, en la que, ya se sabe, se impusieron los visitantes, asaltando un feudo que solo había sido conquistado en cuatro ocasiones esa temporada, el mejor home récord de la Liga (37-4). Mutombo, con el balón agarrado al pecho, se desplomó voluntariamente en el suelo al sonar el pitido final, llorando a lágrima viva tras la hazaña conseguida por los suyos. 8 puntos, 15 rebotes y otros 8 tapones redondeaban las estadística del pívot, que se fue a 12,6+12,2 en la serie con... 6,2 (¡¡!!) tapones.
Los Sonics, que habían conseguido 106 puntos por partido en regular season, se quedaron en 93, 85 y 94 en los tres últimos duelos. Además, perdieron la lucha por el rebote durante toda la serie (45,8 a 42,8) y en los tapones, sumando los Nuggets cuatro más por partido que ellos. Por poner en magnitud el logro, decir que Shawn Kemp, ahogado en el interior por la defensa de Mutombo, pasó de los 18 puntos y 10,8 rebotes de la temporada regular, con un 54% en tiros de campo, a 14,8+9,8... con un 37%. Números irrisorios al lado de un gigante que dominó la zona como quiso y al que todos temían acercarse en cualquier penetración, anulando a los hombres interiores de los Sonics y obligando a lanzar mucho de lejos, un arma que distaba mucho de convertirse en costumbre en una época en la que se tiraba mucho más cerca de la canasta que ahora.
Todavía hubo tiempo de soñar con algo más grande para los Nuggets, que remontaron un 3-0 en semifinales ante los Jazz pero sucumbieron en el séptimo, en el que cedieron a los 31 puntos, 14 rebotes y 6 asistencias de Malone. Fue otra gran serie de Mutombo (13,9+11,9, con 5,4 tapones), que estuvo hasta 1996 en Denver antes de irse a los Hawks, teniendo en ambos sitios la camiseta retirada. Luego, ya se saben la historia: Finales de 2001 con los Sixers, de 2003 con los Nets ya en plena bajada, y pasos por Knicks y Rockets, donde se mostró increíblemente útil a pesar de su edad y siempre tuvo fama de ser un gran compañero y donde alargó su carrera hasta esa fatídica lesión en la rodilla ya mencionada, siendo despedido con honores de Portland, con todo el público rival puesto en pie en lo que ya se auguraba como un final anticipado.
Mutombo, que ha sido incluido en el Salón de la Fama, se retiró con un extenso currículum que incluye ocho selecciones para el All Star, cuatro premios a Mejor Defensor (récord de la NBA empatado con Ben Wallace y, más recientemente, con Rudy Gobert), y nominaciones a los mejores quintetos defensivos y de la temporada, además de premios a máximo reboteador y taponador. Embajador de la NBA en África e icono humanitario, siempre ha sido un hombre muy querido y admirado, y siempre será recordado como uno de los mejores defensores de todos los tiempos, probablemente el mejor pívot defensivo desde Bill Russell y Wilt Chamberlain. Un hombre de una carisma especial, siempre en consonancia con la parafernalia inherente a la mejor Liga del mundo. Mutombo será recordado por todo eso... y por ser el protagonista de una de las mayores hazañas de la historia de la NBA, claro.
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