Los Raptors se llenan de dudas
Una franquicia modélica durante años pero ahora asaltada por las dudas y con un presente deportivo cuestionable: ¿hacia dónde van los Raptors?
¿Hacia dónde va Toronto Raptors? ¿Es realmente Masai Ujiri, su presidente, uno de los grandes ejecutivos de su generación? ¿Tiene este equipo soluciones para salir de la mediocridad en la que se ha embarrado?
En las próximas semanas empezaremos a saber más de lo primero y lo tercero, porque lo segundo es un asunto volátil en la NBA. Los ejecutivos de las franquicias parecen a veces genios fundacionales y a veces un simple mal necesario; Sabemos menos de lo que creemos de los entresijos de su trabajo y los juzgamos a posteriori por decisiones que pudieron ser buenas o malas y resultaron ser malas o buenas: trabajan con jugadores, seres humanos, y sus circunstancias; con lesiones, estados de ánimo, relaciones personales, proyecciones sobre el futuro de chicos casi siempre muy jóvenes. Creemos, si acaso, que hay un puñado de ejecutivos muy buenos, buenos de verdad, y unos cuantos francamente malos. Pero pensemos, por ejemplo, en Rob Pelinka: construyó unos Lakers campeones a partir del no de Kawhi Leonard, a vuelapluma; fue demonizado por el traspaso de Russell Westbrook y ha vuelto a ser elevado a los altares por la reconstrucción exprés de los últimos meses. ¿Pero no habíamos quedado en que no sabía ni que existía un convenio colectivo? Este es un asunto muy volátil, sí.
Con todo, pensábamos que Ujiri era del puñado de los buenos. Probablemente lo sea: ahí está su trayectoria, su trabajo en Denver y su llegada a Toronto en 2013 con contrato de súper directivo: quince millones de dólares (de entonces) por cinco años. Al fin y al cabo, vio rápido que había que traspasar a Andrea Bargnani y montó el backcourt (Kyle Lowry-DeMar DeRozan) que convirtió en relevantes y casi, casi aspirantes a los Raptors. También tuvo el valor de dar el salto adelante que requería un equipo que llevaba dos años seguidos ganando más de 50 partidos y perdiendo 4-0 en playoffs contra los Cavs de LeBron James, que por entonces todavía era algo así como la parca en el Este: el gran nivelador shakespeariano. En busca de soluciones, llegó Kawhi Leonard; y después Marc Gasol. Y se rompió con DeRozan (un gran trauma) y Jonas Valanciunas (un pequeño trauma, pero trauma también). El resultado fue el título de 2019. Y lo que se vino a considerar una de esas afamadas culturas que a veces esconde una textura muy real y a veces un porcentaje de milonga en la NBA. ¿Lo de los Raptors era una cuestión de cultura o (que no es poco) la reunión de un puñado de jugadores excepcionales? ¿Cuántas veces es relevante la diferencia entre una cosa y otra?
A la espera de otro gran golpe de efecto
Como Kawhi se marchó nada más ser campeón y MVP de las Finales, lo suyo era un año de prestado y ni la gloria del anillo (contra los Warriors, nada menos) cambió eso porque su cabeza estaba en vivir en su California natal, los Raptors fueron uno de esos extraños campeones de los que nadie espera que repitan. Ganaron 53 partidos en su defensa del título y han tenido después tres temporadas de altibajos: 27-45 (un año de pesadilla y reubicación en Florida por la pandemia y las consiguientes restricciones de viajes internacionales), 48-34 y billete para playoffs de un equipo que funcionó por encima de sus posibilidades; y un feo 41-41, tierra de nadie y de nada, cerrado con derrota en el último play in. Con, para colmo, la hija de DeMar DeRozan, el viejo amigo, como gran protagonista por los gritos con los que, al menos por eso se viralizó el asunto, desconcentró a los jugadores de los Raptors: 18/36 desde la línea de personal con Diar y su chaqueta de los Bulls (ay) como MVP de ese vaya a usted a saber qué ha pasado.
Cuando llegó esa poco ceremoniosa derrota como local en el play in, los aficionados de los Raptors ya llevaban meses preguntándose qué estaba pasando con su equipo. Más de tres meses muy trascendentales (cierre de un proyecto, planificación de otro) después, siguen igual. O peor. Porque el que no avanza, retrocede. Y porque el media day, la puesta de largo que siempre suele ir acompañada de buenas caras y mejores palabras, fue en realidad un día particular en Toronto. De dobles lecturas. Scottie Barnes, que aspira a jugador franquicia aunque sigue en el equipo Pascal Siakam, dijo que la temporada pasada había “desmantalado la energía”. Jakob Poeltl, que tenían que aprender a divertirse jugando juntos “vengan las cosas bien o mal”. Ujiri dijo que los Raptors 2022-23 habían sido un equipo “egoísta” y el nuevo entrenador, Darko Rajakovic, explicó así qué tenía que hacer Siakam cuando se enfrentara a dobles marcajes: “pasar la bola”. Este último, por si acaso, aclaró que nunca había sido “egoísta”: “ningún entrenador me ha dicho nunca que no escucho o que no hago en pista lo que se me pide”.
Más: Toronto no ha pujado finalmente por una franquicia WNBA, ahora que la expansión ha sido oficializada y a pesar de que había verdadero interés en la ciudad. El grupo que controla casi todo (futbol, football, baloncesto, hockey) el deporte profesional allí, MLSE (Maple Leaf Sport & Entertainment), se desmarcó de esa opción para chasco de muchos. ¿Afecta eso a los Raptors? Sí: la investigación del Toronto Star señala como uno de los motivos la mala relación entre elementos clave en la dirección de MLSE y el pope del baloncesto en la ciudad, Ujiri. ¿Y si es eso lo que está detrás de las dudas en la gestión, las cuestiones sobre el gasto y la opacidad en cuanto al trayecto de la franquicia en los últimos tiempos?
Desde la derrota con los Bulls el 12 de abril, esto ha pasado en los Raptors: Nick Nurse, el entrenador que hizo campeón al equipo en 2019, se fue después de un lustro en el cargo y tras un proceso rápido de degradación, tanto de su perfil de genio de los banquillos como de su relación con el vestuario; un proceso largo, en el que estuvo cerca de ser elegido Sergio Scariolo, acabó con el novato Darko Rajakovic como entrenador. Sus virtudes más señaladas, el desarrollo de los jóvenes y un estilo ofensivo con menos aclarados y uno contra uno y más movimiento de balón y jugadas de pick and roll. Como esa forma de jugar (y cualquiera hoy en día) requiere tiradores y los Raptors tuvieron el antepenúltimo peor porcentaje en la línea de tres el pasado curso, Gradey Dick fue elegido con el número 13 del draft. Un tirador, tirador… y por ahora nada más. Gary Trent Jr amarró su player option de 18,5 millones y garantizó su contrato para la próxima temporada, la última desde ese momento para él igual para que Siakam (37,8 millones) y OG Anunoby (18,6 y una player option improbable de 19,9 para la 2024-25).
El mercado veraniego confirmó la marcha a cambio de nada de Fred VanVleet. La oferta de los Rockets (130 millones por tres años) sacó de la ecuación a unos Raptors que no podía llegar tan lejos. Poeltl se llevó un nuevo contrato de cuatro años y 80 millones y no hubo avances en ningún sentido ni con Siakam ni con Anunoby, que empezarán la temporada como jugadores en último año de contrato, un escenario a priori absolutamente indeseable. Siakam estuvo en muchos rumores de traspaso, y se habló de negociaciones avanzadas con los Hawks que se rompieron porque estos no querían meter en su pack al número 15 del último draft, Kobe Bufkin (sí a De’Andre Hunter, AJ Griffin y algunas rondas) y, sobre todo, porque Siakam espantó a los interesados diciendo que no firmaría la extensión en ninguna parte fuera de Toronto y que, si era traspasado, apuraría la temporada para ser agente libre el próximo verano.
Los Raptors, durante años posicionados como aspirantes para tentar al siguiente gran nombre, una amenaza para todos por la ascendencia de Ujiri y el ejemplo de Kawhi, sonaron como wildcard insistente para Damian Lillard, que acabó en Milwaukee. Y no se lanzaron después a por Jrue Holiday. Cada vez tiene ya la consideración de equipo que sobrevalora sus activos, negocia con actitud cicatera y pregunta muchas veces por preguntar. El caso es que pasa el tiempo, y pasan las ventanas de mercado, y parece claro que algo falla. Ujiri lo ha explicado de forma sencilla: “Cuando se presente la operación correcta, la haremos”. ¿Suficiente?
En el deadline de febrero los Raptors se hicieron con Poeltl, que volvió a Canadá después de salir en la operación Kawhi, pero no hicieron nada con los casos que les pisaban los talones: VanVleet y Trent Jr en primer plano, Siakam y Anunoby pidiendo pista. Para un equipo de despliegue mediocre en las pistas, ni bueno ni malo, salían por la ventana opciones de redirigirse hacia la reconstrucción; al menos de replantearse dónde está su techo y de evitar que sigan las fugas sin ningún retorno, un problema ya masivo en esa franquicia. Porque, y más con las cosas del nuevo convenio colectivo, era imposible que siguieran todos. Ni siquiera parecía lo más deseable viendo jugar al equipo. Y porque así es como se fueron marchando los campeones de 2019 (quedan Siakam y Anunoby, veremos hasta cuándo y cómo): Kawhi, Marc Gasol, Serge Ibaka, Danny Green y Fred VanVleet como agentes libres, sin dejar nada a cambio. Kyle Lowry demasiado tarde, en un sign and trade por el que los Raptors solo rascaron a Achiuwa, Dragic y una trade exception. Y Norm Powell para evitarse líos económicos y por Rodney Hood, Trent Jr y otra trade exception.
Hay una línea fina en la que se pasa de no tener paciencia a tener demasiada, un punto de no retorno para los proyectos que, se supone, es el que anticipan y esquivan los buenos ejecutivos. Los Raptors de los últimos tiempos se han gestionado en las antípodas de eso. Y quedan en manos de un proyecto con nuevo entrenador y en el que se sugiere que Scottie Barnes pase a ser el base de facto (mucha más bola en sus manos) sin saber si eso será bueno o malo para el estilo de juego de Siakam. El camerunés, Anunoby (un tremendo defensor y por eso un jugador muy cotizado) y Trent Jr van a estar en todos los rumores de traspaso de cara al cierre invernal, la última baza del equipo antes de que los tres sean agentes libres. Si Ujiri tiene un gran plan, ahora mismo es imposible verlo. Si los cambios del verano serán suficientes para dar vida a un equipo en una situación confusa, indeterminada, está por ver. Pero parece ahora un pensamiento voluntarista. Ujiri ha agotado la confianza de muchos aficionados y se ha puesto en manos de la fe, uestión de creer. Y eso a veces funciona, pero otras muchas ya sabemos cómo acaba…
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