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NBA | Suns 127 - 100 Lakers

Los Lakers tocan fondo

Papel lamentable de los angelinos, que suman una nueva derrota en Arizona y se sumergen en su peor momento de la temporada. Retorno exitoso de Durant. El equipo de Redick tiene graves problemas.

Los Lakers tocan fondo
Mark J. RebilasUSA TODAY Sports via Reuters Con

¿Hemos visto ya a los mejores Lakers de la temporada? ¿Era un dulce sueño del que han despertado y están ahora sumidos en la realidad? Es (muy, ahora mismo) posible que la respuesta a las dos preguntas sea la misma: . El equipo angelino suma su tercera derrota consecutiva. Pero, más allá de eso, lo preocupante son las sensaciones, lo que se ha visto sobre la pista de baloncesto. El triple de Fran Wagner acababa con el invicto en casa, mientras que la paliza recibida en Arizona lo hacía con el que todavía tenían en la NBA Cup, en su segunda edición tras abandonar el nombre de In-Season Tournament, un torneo conquistado por los de púrpura y oro hace poco más de un año sin perder ningún partido. Entre medias, otro apaleamiento, ante unos Nuggets que son la tortura eterna de un equipo que ha entrado en un nivel de apatía impropio de los colores que defiende y del inicio del curso baloncestístico que protagonizó. Del 10-4 al 10-7, 2-1 ya en la NBA Cup, mismo resultado que Suns (sus verdugos hoy) y Spurs (que han ganado), a los que se enfrentan (en San Antonio) la noche del jueves al viernes en el peor momento de unos y el mejor de otros. Mal, mal y mal. Todo mal.

Los Lakers no siquiera salieron a jugar en Arizona. Los Suns recuperaron a Kevin Durant y Bradley Beal al mismo tiempo y venían de cinco derrotas consecutivas, seis en los últimos siete partidos. Hasta hoy: que no ganaron, apabullaron (127-100). La diferencia llegó a ser de 30 puntos y lo único que era imposible de explicar es que los angelinos (que han perdido los dos últimos duelos por un acumulado de 52 tantos) llegaran vivos al descanso (62-60) con lo poco que habían demostrado. Pronto se acabó un espejismo que nunca lo fue: 36-18 en el tercer cuarto, 22-6 para cerrar el parcial y adiós. Ni los tres tiempos muertos solicitados por JJ Redick en ese rato sirvieron para nada. Los visitantes llegaban 20 abajo al último periodo (98-78), una distancia que en la NBA actual no tiene por qué ser definitiva pero que los Lakers ni se plantearon remontar. Era como si se hubieran quedado vacíos, sin fuerzas ni ganas de poner una marcha más que dan la sensación que ni tienen. La “gran respuesta” que Redick pronosticaba tras el doloroso resultado ante los Nuggets no se dio. Y los angelinos se quedaron con una mano delante y otra detrás mientras veían los minutos pasar. Era el único aliciente: que el contador llegara a 0 para poner rumbo al túnel de vestuarios y luego al hotel. Que no a casa, ya que viajan directos a Texas, ya veremos con qué resultados. Mejor que no lo piensen mucho. Si pierden, están fuera.

Nadie en los Lakers dio la talla: LeBron James ni se presentó, como si no le importara lo que estaba pasando, y se quedó en 18 puntos, 8 rebotes y 10 asistencias porque es muy bueno, pero sin incidencia en el juego y muchas decisiones absurdas, además de 5 pérdidas, un 7 de 16 en tiros de campo un 2 de 7 en triples y apenas 2 visitas a la personal. Los ramalazos de Anthony Davis dieron algún empuje a los angelinos en la primera mitad, pero todo lo que se acumuló fue estadística vacía: 25, con 15 y 5, además de 4 tapones. Rui Hachimura directamente no puede jugar, Cam Reddish no defiende tan bien como para atacar tan mal y Dalton Knetch lo mismo te resuelve un partido que pasa desapercibido. D’Angelo Russell aprovechó los desmanes de sus compañeros para anotar 16 tantos, pero con 1 de 6 en triples. Mientras que Austin Reaves es el único salvable, por actitud e intentos, movimientos y corazón. Pero un hombre solo no puede levantar la moral inexplicablemente caída de un equipo sin alma, como si las victorias iniciales y el récord todavía positivo no fueran un motor lo suficientemente válido como para seguir adelante. Las noticias de la posible marcha de Russell en un intercambio o el interés en otro pívot para dar aire a Davis se siguen sucediendo. Pero, con esta imagen: ¿para qué traer a nadie?

En los Suns, claro, fueron todo fuegos artificiales, fiestas merecidas y sonrisas indisimuladas. Ganaron porque fueron mejores, respondieron a lo poco que propuso el rival y se fueron por encima del 40% en triples por el 8 de 34 de unos Lakers que se dedicaron a intentar, en la peor parte de su imagen (que ya es decir) lo que peor saben hacer. Durant consiguió 23 puntos, los mismos que Beal. Y Devin Booker se fue a 26, con 10 asistencias. Jusuf Nurkic, por su parte, logró 12, con 12 rebotes. En el inicio del tercer cuarto, el pívot se hinchó a anotar con Davis marcando a Durant. Cuando Redick cambió la asignación para frenar la producción del pívot, el que no dejó de conseguir puntos fue el alero. Una de cal y otra de arena, pero con el mismo resultado; y un cambio propuesto por un entrenador del que se dio rápidamente cuenta el otro (Mike Budenholzer) en una batalla de banquillos que fue una mera metáfora de un partido que pasó de tener tonalidades grises a caer preso de la oscuridad más absoluta para los Lakers. La esperanza pasó rápidamente de un equipo a otro y el partido no tuvo historia. Como no lo tuvo el de los angelinos ante los Nuggets. Alerta roja para ellos, sumidos en su primera gran crisis. Una que necesita soluciones rápidas, empezando por algo dependiente de los mismos jugadores y que poco tiene que ver con la táctica. Esa actitud derrotista incomprensible que ha convertido a un equipo esperanzador en uno que ha dejado de competir. Sin que nadie sepa por qué.

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