Los Lakers, a por la hazaña

La capacidad de los Lakers para estar a la altura de la historia no tiene precedentes en el deporte. Siempre, por un motivo o por otro, los angelinos dan la talla cuando tienen que darla. Y siempre consiguen superar las expectativas y convertirse en los referentes eternos de la NBA, una realidad manifiesta por mucho que los Celtics cuenten con un anillo más en sus vitrinas (18 por 17). Por eso, cuando en 2023 se hicieron con el In-Season Tournament en su primera edición, esa especie de Copa que la mejor liga del mundo imitó del continente europeo, lo único que hicieron fue demostrar que son una entidad deportiva insólita. Y que son lo que son, para la competición norteamericana y para el mundo, precisamente por alcanzar hitos que nadie había logrado antes y conseguir resistir a cambios y variaciones para sacar músculo y seguir manteniéndose en lo más alto.

LeBron James fue entonces el héroe porque su comparte con los Lakers la increíble capacidad de estar por encima del bien y del mal en instantes así. El Rey se fue a unos promedios de 26,4 puntos, 8 rebotes y 7 asistencias en los partidos del torneo, esos que cambian el color de las pistas para desesperación de los jugadores. Y además lanzó con un 56,8% en tiros de campo y un 60,6% en triples. Se llevó un merecidísimo MVP para volver a inscribir su nombre en la historia por mucho que Anthony Davis llegara a 41 puntos, 20 rebotes, 5 asistencias y 4 tapones en la final ante los Pacers. Y así se fragua la leyenda, ganando la primera edición un torneo que importa según el contexto: si ves que lo vas a ganar es parte del legado. Y si ves que no, dices que lo único que tiene valor es el anillo.

Eso mismo dijo LeBron al año siguiente de la conquista con Darvin Ham (se dice pronto) de entrenador. La segunda edición se la llevaron los Bucks de Giannis Antetokounmpo, una bendición y un leve respiro dentro de la paulatina caída a los infiernos de un equipo que se ha ido desintegrando y que tiene al griego con pie y medio en otro lugar, sea el que sea. Y así, en el tercer capítulo de ese experimento que Adam Silver impuso con mano de hierro, la gente se sigue preguntando si está bien o está mal, si es necesario o tedioso. Y los jugadores tampoco se aclaran sobre ese tema. Al final, el punto de vista depende, cómo todo, del que gana y de todos los demás. La historia eterna dentro de una realidad manifiesta, que el anillo sigue siendo más importante. Eso siempre será así.

Pero llegados a este punto y con el convencimiento de que están a tres victorias de volver a ganar la Copa NBA, los Lakers buscan un nuevo triunfo, que sería el segundo para LeBron y el primero para Luka Doncic. En eso sí que están de acuerdo: ya que estamos, luchamos por ello. No vaya a ser. Y el esloveno luchará por ello porque quiere agrandar su currículum. Pero en el caso del Rey, la cosa es más acentuada: está dando sus últimos coletazos y es consciente de que cuanto más argumentos añada al debate del mejor jugador de todos los tiempos, mejor. Pero la cosa no será fácil: los Spurs son los rivales en cuartos de final, un equipo que no tendrá disponible a Victor Wembanyama y al que los Lakers pueden (y deberían) superar. Pero para llegar a la corona de la Copa tendrán que superar, salvo sorpresa mayúscula de los Suns (que por otra parte, tampoco tienen nada que perder) a los todopoderosos Thunder. Si se da, será un desafío magnífico. Entre tanto, los Lakers buscan la hazaña. Y, de paso, estar a la altura de la historia. Una vez más.

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