LeBron James, año XXI: los Lakers, a por lo imposible
Los Lakers afrontan una nueva temporada con un LeBron eterno, la duda de Davis y la base del bloque que remontó el año pasado para morir en la orilla.
La carrera de LeBron James siempre ha estado sometida al escrutinio constante, a la lupa de un juicio perpetuo, a las habladurías de todo y de todos. No es para menos: poca gente ha sido tan rematadamente buena al mismo tiempo que ha mantenido un discurso social enorme y se ha convertido en un icono cultural y un referente generacional. Su vida y su obra siguen presentes en un ejercicio de supervivencia y perdurabilidad sin parangón a un nivel tan magistral. Y año tras año, llega el 21 para un Rey sin corona que, sin embargo, siempre la tendrá. Incansable, infatigable, sigue su lucha contra el tiempo y la historia, buscando su lugar definitivo en el Olimpo, procurando el asalto a un trono en el que para muchos se sienta Michael Jordan y, para algunos otros, más nostálgicos, Kareem Abdul-Jabbar. No parece que nadie más entre en un debate del que la NBA se alimenta a la perfección, llevándolo a todos los lugares del mundo gracias a una ampliación de su influencia y un aperturismo en el que James incluso dando el empujón definitivo. En una competición global, eso sí, LeBron ha conseguido revertir esa opinión pública que dicta sentencia, pasar de ser el enemigo público número 1 a ser reconocido como uno de los más grandes, ya no baloncestistas, sino deportistas de todos los tiempos.
Esa famosa The Decision, una pésima gestión de imagen dirigida por el periodista Jim Gray (ESPN) y el entorno del jugador, parecía sentenciar a LeBron en 2010, cuando cambió Ohio por Florida para buscar ese anillo que tanto se le resistía. Dicho programa, historia de la televisión estadounidense, congregó a una media de 10 millones de espectadores, 13,1 en su punto álgido, cuando James dio a conocer su nuevo destino. Ni los 6 millones destinados a causas benéficas en un anuncio previo a la emisión, como si los allegados a James ya supieran la opa hostil que iba a tener lugar, consiguieron aplacar la animadversión que generó un movimiento que provocó que la estrella fuera abucheada en cada lugar del planeta; especialmente en Cleveland, donde pronto se olvidaron sus logros para señalar al que entonces consideraron un traidor. A LeBron le costó una década dejar atrás ese sentimiento tan negativo. En total, 10 años, 9 Finales (8 de ellas consecutivas), batallas encarnizadas contra Spurs y Warriors, un 3-1 remontado en la vuelta a casa y el anillo prometido. Todo ello, después de ganar sus dos primeros trofeos en Miami y después de hacerlo una vez más con los Lakers, en la burbuja y con su cuarto MVP de las Finales.
LeBron está hoy considerado como lo que es, un grande entre los grandes. Jamás se librará de esa (cada vez más pequeña) legión de haters que le acompañan allá dónde va. Que se empeñan, casi por miedo, en poner a Jordan por delante y justificar con argumentos varios (siempre los hay) la superioridad de His Airness, que conquistó su último y sexto anillo hace 25 años, un cuarto de siglo que no le impiden permanecer, con todo merecimiento, en la retina de los aficionados. Eso le da igual a LeBron, que ha decidido quedarse en los Lakers, su (ya veremos) último destino, el capítulo final de una carrera llena de éxitos, una que ha protagonizado con contradicciones, ambigüedades, ambivalencias y, por supuesto, rotundos éxitos. Las mejores historias las escriben siempre los personajes imperfectos, los que más empatía generan, una que aumenta con el inevitable paso del tiempo. Y LeBron, curtido en mil batallas, ve opciones de ganar por última vez un anillo esquivo desde 2020, una sensación que ya conoce tras su primera etapa en los Cavs, cuando no logró ninguno en sus siete primeras temporadas y sólo llegó a unas Finales, las primeras de las 10, en total, que ha disputado. Números de otra época.
El poder del anillo
El anillo es siempre lo que motiva a las grandes franquicias. No tanto a las que no lo son, o directamente las que no tienen los recuerdos de las victorias del pasado, sean o no de forma reciente. Se conoce que el camino ahí es más largo en lo genérico, aunque siempre hay excepciones. Al fin y al cabo, la expansión de la NBA se ha hecho de una forma concienzuda, intentando siempre poner límites y reglas que han resultado y permitido que los recién llegados tengan sus opciones: los Magic, que aterrizaron en 1989, disputaron sus primeras Finales en 1995. Miami Heat, de la camada anterior (1988), fue una entidad competitiva en los 90 que en 2006 ya era campeona. Mucho antes de eso, los Bucks solo tardaron tres años en lograr su primer anillo (llegaron en 1968 y lo ganaron en 1971). Es, simplemente, uno de los muchos ejemplos de que el sistema funciona y de que todo nada es imposible en una competición que se ha empeñado precisamente en demostrar eso.
Más allá de las lecciones de historia, es verdad que los Lakers siempre han optado a lo más alto. Independientemente de los anillos de George Mikan, los logrados en los albores del baloncesto, sin posesión ni línea de 3, fue en los 80 cuando los angelinos se convirtieron en lo que hoy son. Jerry Buss y su mente preclara logró coleccionar estrellas en pista a base de acumularlas en las gradas, convirtió el baloncesto en un fenómeno global de la mano del Showtime y de la figura de Magic Johnson, dejó atrás los complicados 70 (y el anillo de Jerry West, de 1972) y las luchas encarnizadas contra la ABA y permitió unas audiencias televisivas y un crecimiento económico que potenció y convirtió en real David Stern desde el puesto del comisionado. Fue la época de los anillos, la rivalidad Lakers-Celtics, la concatenación de estrellas, el inicio de un comportamiento que los jugadores siguen mostrando a día de hoy y también el origen de un componente social extraordinariamente presente en la actualidad.
La NBA ha ido evolucionando desde entonces, tanto en pista como fuera de ella, pero los Lakers, aunque con pequeñas diferencias, han mantenido la base de lo que el Doctor Buss creó. Siguen siendo un equipo de luz, de púrpura y oro, asociado siempre a Hollywood, a la farándula y la parafernalia, con un público fiel pero adinerado, más preocupado a veces de parecer que de ser pero que, efectivamente, entiendo el baloncesto. La entidad más grande, la más valorada incluso en las etapas de mayor crisis, que incluyó los últimos años de Kobe e incluso el primero de LeBron, que ha superado todo ello y una pandemia para ser competitiva, estar siempre en el epicentro del mundo gracias al fichaje de propio James y seguir generando sin descanso. Valorados en 5.900 millones de dólares. son la tercera franquicia en este aspecto tras Warriors y Knicks. Un equipo absolutamente revalorizado, que costó 67,5 millones en 1979, cuando Buss se lo compró a Jack Kent Cooke, lo equivalente (teniendo en cuenta la inflación) a 220 millones de dólares actuales. Todo crecimiento.
Los salarios angelinos
Los Lakers se van a gastar algo más de 173,3 millones en salarios en la NBA, lo que les convierte en la 9ª plantilla que más gasta en dinero dirigido a sus jugadores. LeBron se llevará 47 millones, Anthony Davis 40; y, tras ellos, una brecha enorme: D’Angelo Russell llegará a los 17, Rui Hachimura (que ha estado trabajando con James en verano) se acerca a los 16 y Austin Reaves llega a 12 tras firmar un contrato de 54 en 4 temporadas en verano, atando así los Lakers a uno de sus hombres del futuro, un jugador genial que además se ha convertido en el protegido de LeBron y el favorito de la afición. Jared Vanderbilt ha recibido una extensión de cuatro temporadas a razón de 48 millones totales con una player option en la última de ellas. Gabe Vincent llegará a los 10,5 y, tras él, ningún otro jugador estará por encima de los 5: Taurean Prince, Cam Reddish o el último fichaje, un Christian Wood que firma por 2 temporadas a razón de 7 millones, una llegada que puede salir mal pero que no ha supuesto un gasto excesivo para los angelinos, auspiciada por la necesidad de tener un relevo para Davis y con las manos atadas por las pocas opciones que presentaba el mercado.
El equipo angelino está por encima del tope salarial, que se estima que estará en 136 millones el próximo curso. El límite del impuesto de lujo llega a los 165 millones, por lo que el precio no será excesivo, ya que lo preocupante sería situarse por encima de los 182, lo que añadiría una segunda multa que mucho más punitiva, establecida por la NBA en el nuevo convenio colectivo, que se hará totalmente efectivo durante esta temporada, la 2023-24. Los Lakers se han movido bien, no han gastado una cantidad ingente de dinero en Reaves. han fichado a Wood con un contrato bajo y han rodeado a LeBron y a Davis con bajos salarios que no les atan las manos y les permite hacer movimientos durante la temporada, con el mes de febrero siempre en la cabeza.
A partir de ahí, todo será una cuestión de perspectiva. Rob Pelinka ha alternado luces y sombras, pero su gestión quedó reforzada en el pasado por el traspaso en el que consiguió a Davis, que vino acompañado del anillo de 2020; y después, por su capacidad para reaccionar el pasado curso, mejor tarde que nunca: consiguió acabar con el sainete de Russell Westbrook, conseguir buenos jugadores de rol y hacer un equipo con opciones en los dos lados de la pista, algo que ha aprovechado a la perfección un Darvin Ham que se lució ante Grizzlies y le ganó la partida a Steve Kerr en semifinales de Conferencia. Un entrenador que solo chocó con el poderío de Nikola Jokic y los Nuggets campeones y que se ha ganado el respeto de LeBron y Davis y, por lo tanto, seguirá llevando la batuta.
Todos pendientes de LeBron y Davis
Plantilla hay. Hace unos meses los Lakers se quedaron a 8 victorias de conquistar el anillo, algo que parece mucho pero no lo es tanto si tenemos en cuenta que ocuparon el puesto 13 del Oeste y que acabaron séptimos y pasaron por el play in. Disputaron y perdieron las finales de Conferencia y, sobre todo, demostraron que pueden ser verdaderamente competitivos si están sanos. Y ahí está la clave: en tener disponibles a LeBron y Davis, las dos objetivas piedras angulares de un proyecto rodeado por una intendencia que por fin es la buena y un Reaves que se postula como un gran jugador, que toma las decisiones correctas y puede ejercer de playmaker si es necesario. La duda la plantea D’Angelo, que alterna momentos de lucidez ofensiva con desastres defensivos permanentes. La directiva le ha preferido a él antes que a Dennis Schröder, una decisión que ya veremos cómo sale, especialmente cuando llegue el momento de la verdad.
En teoría, la plantilla es larga y hay fondo de armario. Phil Handy seguirá al lado de Ham y estará en permanente actividad, siempre en contacto con los jugadores. Es presumible que LeBron reduzca más todavía sus minutos de juego (disputó 35,5 la temporada pasada), juegue mucho tiempo sin balón (lo hizo menos que nunca) y recaigan responsabilidades de distribución en Russell y Reaves, aunque el Rey ya dijo en el media day que todavía tiene gasolina en el tanque y sigue sin poner fecha (es tremendo) a su retirada. El cuidado de su físico, en su 21ª temporada, será esencial, al igual que el de Davis, un hombre que ha ido tradicionalmente acompañado de lesiones. Y el objetivo será el mismo que en los últimos años, cumplido a veces y otras no: que ambos lleguen sanos al momento de la verdad, a los playoffs, al final. Si es así, ya se sabe, todo es posible. Lo que quizá no sea posible, ya ha pasado, es que se cumpla dicha meta. Veremos.
Es un nuevo desafío para los Lakers. Siempre presentes, siempre al pie del cañón, siempre dispuestos a todo. Apostando por dar continuidad a LeBron, que conquistó tres de sus cuatro anillos en 2012, 2016 y 2020, por si a alguien le gustan las casualidades. Kevin Garnett dijo hace poco que Davis sería MVP este curso, por si a alguien le gustan los pronósticos ajenos. Entre tanto, el Rey LeBron va a por el más difícil todavía. Cambiará, de nuevo, el ‘6′ por el ‘23′ en su camiseta. Ya es el jugador más mayor en activo. Y también, claro, el Máximo Anotador de la historia de la NBA. Nadie ha llegado en su forma física a una 21ª temporada y apenas un puñado muy reducido de jugadores han llegado a ese número, cinco en total (Vince Carter, Kevin Garnett, Dirk Nowitzki, Robert Parish y Kevin Willis). En esas se moverá una estrella que amagó con la retirada al concluir el curso pasado, pero no le pone fecha al adiós a expensas de lo que pase con su hijo, que llegaría en el draft del curso que viene pero ha tenido problemas en el corazón que llenan el futuro de incertidumbre. Lo que sí sabemos es que veremos, al menos, un año más a LeBron. Y nuestra obligación es disfrutar de ello. No queda otra.