Dallas Mavericks

La caída a los infiernos de Anthony Davis

Totalmente denostado por las lesiones y las circunstancias, la otrora estrella se queda en nada en los Mavericks mientras su futuro pende de un hilo.

La caída a los infiernos de Anthony Davis
Jerome Miron
Alberto Clemente
Alberto Clemente es licenciado en Historia y Periodismo por la Universidad Rey Juan Carlos. Empezó su andadura en el periodismo en Cadena SER, donde estuvo de mayo de 2018 a enero de 2019, desempeñando sus funciones en la web, dentro de la sección de deportes. Tras dicha estancia, pasó a formar parte de As, siendo parte de la sección de baloncesto.
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Anthony Davis, que fue número 1 del draft de 2012, estaba destinado a marcar una nueva era en la NBA. Estaba. Porque su historia se ha convertido en una concatenación de despropósitos constantes y permanentes que han enterrado sus momentos de extrema brillantez, tan obvios e imposibles de negar como efímeros si tenemos en cuenta la totalidad de su carrera deportiva. Una que es más que buena si tenemos en cuenta según qué distinciones individuales y que es, y eso es para siempre, campeón del anillo, conquistado a la sombra de LeBron James en los Lakers. Pero eso no compensa el resto de horrores, entre mala suerte y falta de un contexto adecuado, que han terminado por hundir un reputación que parece cada vez más difícil que vaya a resurgir.

Estamos hablando de un jugador con un currículum más que bueno, pero alejado de lo que podría haber sido: segundo en las votaciones al Rookie del Año (que ganó Damian Lillard), pronto se convirtió en el héroe de los Pelicans, que heredaron la historia de los Hornets y se mudaron a Nueva Orleans para ser un desastre casi perpetuo. Davis se fue por encima de los 20 puntos y los 10 rebotes en seis temporadas consecutivas y fue tercero en las votaciones para el MVP y el premio a Mejor Defensor en la 2017-18, esa en la que su equipo superó por primera vez la primera ronda de playoffs con Rajon Rondo a la batuta, Jrue Holiday de sostén y la estrella yéndose a los 28,1 puntos, 11,1 rebotes y 2,6 tapones (líder de la NBA por tercera vez) de promedio. Ahí sí que alguien podría vislumbrar a un jugador único, generacional. Pero que se chocó con una realidad muy distinta. Y alejada, claro, de las expectativas.

Tras un año de lesiones, que siempre le han acompañado, se fue a más de 26 tantos y 9 rechaces en su primera temporada en los Lakers, a los que llegó para marcar una era. Quedó segundo para el premio a Mejor Defensor (que ganó Giannis Antetokounmpo) y entró en el Mejor Quinteto y el Mejor Quinteto Defensivo, promediando 27,7 puntos en los playoffs de la burbuja de Orlando, 25+10,7 en las Finales, y conquistando su anillo. Pero ese fue, en última instancia, el último gran año del jugador, que tuvo un connato de resurrección en la 2023-24 (24,7+12,6+3,5, con 2,3 tapones) antes de volver a caer presa de una espiral eterna de lesiones que le han impedido volver a emerger, arrastrando siempre molestias físicas y dando alas a su reputación de hombre de cristal. Y siempre, siempre, siempre con la incomprensible insistencia de no jugar de pívot, motivada con toda probabilidad por el hecho de no exponer su endeble físico a la lucha bajo los aros y los intentos de rebote.

Davis fue el daño colateral del histórico traspaso que llevó a Luka Doncic a Los Angeles Lakers y apenas disputó 9 partidos con los Mavericks el año pasado. En verano prometió el oro y el moro mientras decía que jugaría con gafas el resto de su carrera deportiva. Pero, después de cinco partidos en los que se ha ido a más de 20 puntos y 10 rebotes de media porque talento tiene para dar y tomar, ha visto como volvía a lesionarse mientras estallaba el desastre en los Mavericks: 4-12 de balance, antepenúltimos en la Conferencia Oeste, Nico Harrison despedido (por lo que sea) y el mantenimiento de Davis en la enfermería para buscarle un traspaso vete tú a saber donde. El futuro del jugador, otrora estrella, pende de un hilo camino de los 33 años. Y ese retorno soñado al máximo nivel no parece que vaya a producirse. Un triste momento que puede ir todavía a peor para un baloncestista que llegó para iniciar una nueva era y que se ha diluido sin respuesta. La caída a los infiernos de Anthony Davis.

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