NBA

Jordi Fernández construye un milagro

Los Nets son uno de los cinco mejores equipos de la NBA en diciembre (7-3) con la mejor defensa de toda la liga, por delante incluso de los Thunder. Los rookies, además, ya ilusionan.

Jordi Fernández, en Brooklyn durante un partido contra Toronto Raptors.
PAMELA SMITH
Juanma Rubio
Nació en Haro (La Rioja) en 1978. Se licenció en periodismo por la Universidad Pontificia de Salamanca. En 2006 llegó a AS a través de AS.com. Por entonces el baloncesto, sobre todo la NBA, ya era su gran pasión y pasó a trabajar en esta área en 2014. Poco después se convirtió en jefe de sección y en 2023 pasó a ser redactor jefe.
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Jordi Fernández celebró su cumpleaños (42 desde el sábado) en el Target Center de Mineápolis, donde sus Nets ganaron, y realmente casi nadie podía contar con ello, a los Timberwolves, uno de los equipos con aspiraciones de llegar muy lejos en playoffs. De hecho, un finalista del Oeste en las dos últimas temporadas que busca la manera de dar un paso más; sobre todo, de no dar ninguno hacia atrás en un Oeste en el que llegar a esa penúltima ronda va a estar, parece, caro de verdad en los próximos playoffs. Los Nets, en cambio, son uno de los peores equipos de la NBA, embalados hacia el próximo draft con idea de hacerse con un jugador de primera magnitud después de caer en el del año pasado hasta el puesto número 8, la segunda opción menos probable en una lotería que no fue generosa con ellos. De hecho, tenían un 37% de opciones de acabar en el top 4 antes de que las pelotitas los traicionaran.

La cosa es que, tal vez, hay que empezar a decir que los Nets eran uno de los peores equipos de la NBA. Y hay que empezar a no dar por hecho que casi cualquiera de sus partidos, incluidos los que juegan en pistas difíciles como este de Minnesota, se va a cerrar con derrota. Por primera vez en la temporada, los Nets han ganado tres partidos seguidos. En diciembre están 7-3, un balance excelente en diez partidos que es, de hecho, el quinto mejor de la NBA en el mes natural. Uno en el que, aunque haya que leerlo un par de veces para creerlo, nadie defiende tan bien en toda la Liga. Ni siquiera los Thunder, ahora segundos en rating defensivo de diciembre. Los Nets son líderes también en menos puntos recibidos (103,1 de media) y dejan a los rivales en el porcentaje más bajo de tiros de campo (44%).

Este es impresionante en sí mismo. Pero suena a milagro si se considera que en su terrible inicio de temporada, cuando perdieron sus siete primeros partidos, los Nets estaban en ritmo de firmar el peor rating defensivo de toda la historia (128,5). En estos diez partidos de diciembre el dato baja hasta 102,8. Es decir, una caída de 25,7. Lo que equivale a una transformación total, integral. Tanto que el trabajo de Jordi Fernández se está comparando, y hay pocos halagos mayores, con el de Erik Spoelstra: dale lo que sea, que lo amasará y construirá un equipo.

Luz desde las catacumbas

Pase lo que pase, tramos como este son los que quedarán en la retina de muchos ejecutivos cuando valoren el trabajo del de Badalona, que en el horrible arranque de temporada (el citado 0-7, 1-11, 3-16) corría el riesgo de ser absorbido por las exigencias imposibles que traen a veces las reconstrucciones: no pongas a muchos rookies en pista porque no conocen el oficio, pero desarrolla a los jóvenes; no parezcas demasiado incompetente porque algo tienes que construir para que las piezas de futuro no se pudran, pero no ganes muchos partidos porque todos estamos pendientes del draft. Una trituradora.

Y, desde luego, las intenciones de los Nets no podían estar más claras. El próximo draft viene fuerte: Darryn Peterson, Aj Dybantsa, Cameron Boozer, Nate Ament, Koa Pet… Si en la primera temporada con Fernández un buen comienzo (9-10 en 19 partidos) dio paso a un segundo tramo de caída hacía el draft (26-56 final), esta vez la hoja de ruta parecía escrita desde el principio para el primer entrenador español en la NBA, el quinto de los Nets desde 2019, cuando Kyrie Irving y Kevin Durant se hartaron de Kenny Atkinson, ahora vigente Entrenador del Año (con los Cavaliers). Los Nets traspasaron a MIkal Bridges a los Knicks en el verano de 2024 por un botín enorme (cuatro primeras rondas no protegidas, dos intercambios (uno con protección top 4) y una segunda). Además, aprovecharon la letra pequeña de esa operación para hacer un trato con Rockets y Suns en el que recuperaron sus primeras rondas de 2025 y 2026, propiedad de los texanos desde (2021) el traspaso de James Harden a Brooklyn.

A cambio, los Nets dieron rondas futuras (2027, 2029) de Suns y Mavericks que eran suyas por los traspasos de, precisamente, Durant y Irving. Así que el mensaje, efectivamente, estaba claro: cuando un equipo entrega material de draft futuro para recuperar sus propias rondas en el corto plazo, es obvio que cree que va a ser malo, que lo tiene tan claro que se ha convencido de que quiere serlo y que ha decidido que la capitalización de esa miseria (vía draft) tiene que ser propia. Amarrada su ronda de 2025 y planificada (también fueron saliendo Dennis Schröder, Dorian Finney-Smith) una buena dieta de derrotas más allá del primer tercio del curso, el premio del pick 8 en el último draft pareció por eso pírrico, y más en un año en el que todos soñaban (fue para los inesperados Mavs sin Doncic) con Cooper Flagg.

El propietario, Joe Tsai, cofundador de Alibaba, también dejó claro que lo que había antes del pasado draft: “Estamos en un año de reconstrucción. En 2025 vamos a usar los cinco picks de primera ronda que tenemos y en 2026 tenemos otro que esperamos que sea muy bueno”. Por eso, parecía que podía ser un año terrible para un entrenador que, en el que equipo con menos proyección de victorias de toda la NBA (18,5 antes de comenzar la temporada), tenía que entender esa voluntad de planificación de la franquicia pero sin dejar que se fuera por el desagüe su nueva generación de jugadores jóvenes. En los primeros partidos de la temporada, Fernández parecía verdaderamente disgustado: “No estoy consiguiendo que juguemos duro. Intento hacer las preguntas adecuadas, quiero que juguemos duro y que, a partir de ahí, sea lo que sea. Pero no puede darme igual el resultado si no hay ningún esfuerzo, si no defendemos”.

El desgaste, profesional y humano de las derrotas apiladas en formato montaña es enorme. Y hay muchos casos de entrenadores que dirigen esas fases de braceo miserable y son despedidos justo cuando empieza a amanecer: porque cuando llegan nuevos aspirantes a estrella, los aficionados prefieren que todo sea nuevo, a estrenar. O porque las zozobras provocan cambios en los despachos y los nuevos ejecutivos no suelen estar cómodos con los equipos técnicos de sus predecesores. El caso es que parecía que el entrenador de los Nets, Jordi Fernández, iba tener que hacer malabarismos simplemente para sobrevivir en el cargo.

La prueba de que la cosa iba a ser peliaguda es que hubo críticas hasta después de las primeras victorias: porque recurría a los más veteranos, los más preparados para jugar minutos NBA en un equipo con ocho jugadores de 22 años o menos y cinco rookies de primera ronda, algo inusual… y peligroso. Con tres bases de menos de veinte años y una media de edad total entre las más bajas de la historia y la menor de la actual NBA. Para poner fin a la mala racha, los minutos principales se los llevaron Terance Mann, Nic Claxton, Michael Porter Jr o un Noach Clowney que tiene todavía 21 años pero al que algunos ya ubicaban, las prisas por reconstruir, en el régimen anterior. Cam Thomas se lesionó nada más empezar, problemas en unos isquiotibiales que le hicieron perderse 59 partidos la temporada pasada. El escolta es un anotador (21,4) en formato agujero negro: pese a que tiene mucho la bola en sus manos, no pasa de 2,6 asistencias de media. Con él en pista, los jóvenes se quedaban sin protagonismo y hunden sus números de actividad y de eficacia.

Thomas tiene solo 24 años, y los Nets no tienen ninguna gana de convertirlo en parte integral de su futuro aunque él se siente una casi estrella por, y solo por eso, su capacidad para meter muchos puntos: el pasado verano era agente libre restringido y no hubo acuerdo para firmar una extensión que nunca llegó. Tampoco ofertas interesantes de otras franquicias. Así que comenzó el curso enfadado, con un contrato de solo un año y seis millones de dólares cuando quería moverse ya en el rango de los 30-40 anuales.

Una interesante camada joven

El verdadero galimatías, el asunto que amenazaba con abrasar a Jordi Fernández, era el citado atasco de rookies: cinco de primera ronda, todos verdes y muchos en la misma posición. Además, la más complicada (la de base) para los jugadores jóvenes; seguramente en la que los dolores de crecimiento afectan de forma más directa al rendimiento total del equipo. No es normal que una franquicia tenga tantos picks de primera ronda en el mismo draft, y tampoco que decida usarlos, todos, en elecciones propias en lugar de intercambiarlos en otras operaciones. Pero los Nets optaron por eso: muchos nuevos, a ver qué pasa, sin el techo de talento que habría dado una elección en el top 5.

La joya de la modesta corona es Egor Demin (19 años), el ruso de notable potencial que pasó por la cantera del Real Madrid antes de su año en College y que fue elegido con ese número 8 que supo a poco; el base francés Nolan Traore (19) fue el pick 19; el base israelí Ben Saraf (19), el 26 y el ala-pivot Danny Wolf (21), el 27. Además, los Nets controlaban un pick 22 con el que eligieron al swingman Drake Powell (20). La franquicia, que nunca había hecho más de tres elecciones de primera ronda en un mismo draft, tenía que acomodar a cinco nuevos, muy jóvenes y algunos sin ninguna experiencia en Estados Unidos. Y al menos dos bases puros y (Demin) un forward con perfil de generador. Las oficinas parecieron disparar a mayores: que alguno salga bien, aunque sea por insistencia. Y el encargado de gestionar esa insistencia tenía que ser el entrenador.

En cuanto llegó esa primera racha dura de derrotas, los jóvenes fueron enviados o a la G League o al banquillo. En la primera parte de la única victoria, contra los Pacers, solo jugó uno, Demin, y apenas seis minutos. Así que las críticas llegaron, en ese caso, porque ganar sin desarrollar el talento nuevo, el que puede importar para el futuro, era un ejercicio de futilidad. Si los jóvenes no juegan, no se desarrollan; si lo hacen un equipo desestructurado y anti competitivo, da la sensación de que tampoco. ¿Entonces?

Los entrenadores, y Jordi Fernández estaba en eso, intentan que su vestuario no sea un funeral cuatro días a la semana, que se desarrollen hábitos y se aprendan algunos principios incuestionables; que se cumpla con la profesión como más o menos se pueda. Y eso muchas veces implica poner en pista a veteranos con menos techo pero al menos algo de presente. Los que, en situaciones así, son además traspasados, muchas veces, antes del cierre invernal porque se les rasca algún valor y porque entonces, con la primavera más cerca, en los despachos entran las ganas de no sumar victorias que no sean las justísimas, con cuentagotas.

Una rotación con mucho más sentido

Todo este contexto, que parece lejanísimo pero está justo ahí detrás, en el primer tramo de la temporada, da especial valora a la situación actual de unos Nets que ganan, compiten, juegan cada vez mejor y han conseguido que en su entorno se hable de ellos: de los que están y no de los que podrían llegar. Que se valore a los jóvenes como verdaderas piezas de futuro y que se hagan comparaciones con, un tramo modesto pero muy feliz para la pandemia, aquel equipo con una química tremenda que jugó muy por encima de sus teóricas posibilidades y acabó en los playoffs en 2019: el D’Angelo Russell, Jarrett Allen, Joe Harris, Caris LeVert, Spencer Dinwiddie, DeMarre Carroll… el que se desmontó para, lógico aunque salió horriblemente mal, acomodar a Kyrie y Durant ese mismo verano (y después, a Harden). Jordi Fernández ha conseguido que el entorno, hasta hace unas semanas de uñas, se acuerde de las vibraciones de aquel equipo también colectivo, profundo, combativo… pero con menos techo de talento joven que el actual.

Los Nets comenzaron la temporada con un quinteto incapaz de defender y de tener cohesión, en el que ni Michael Porter Jr ni Cam Thomas parecían tener el más mínimo interés en ejercer de líderes. En coser. El citado cambio, la transformación defensiva entre la revolución y el milagro, comenzó casi por casualidad y de forma apenas perceptible: a primeros de noviembre, Porter Jr, que había estado jugando como cuatro abierto y pequeño, se lesionó. En el siguiente partido, Noah Clowney entró como ala-pívot titular. Cuando regresó MPJ, lo hizo como alero y en un nuevo frontcourt más grande, con mucha más envergadura y capacidad para realizar cambios defensivos constantes y muy agresivos: Porter Jr, Clowney (que está asumiendo las asignaciones defensivas más complicadas) y Nic Claxton. Los tres juntos en pista tienen un excelente rating defensivo (108,7), ahora acompañados en el nuevo quinteto, el que ha hecho click, por Demin (más envergadura todavía en pista) y Terance Mann, un jugador experto y generoso en los esfuerzos.

Además, la segunda unidad funcionó a un nivel excelente, con el regreso de Cam Thomas, tras su lesión, en Minnesota: el escolta anotó 30 puntos y repartió 4 asistencias (un gran dato para él). Además de mostrar un gran nivel físico, pareció convencido de una idea que desde luego en octubre no había comprado. Al frente de los jugadores de rotación pudo amasar posesiones y tiros, anotar mucho en un contexto en el que su estilo (tóxico rodeado de titulares de primer nivel) encaja mucho mejor. Fernández le ha dejado claro lo que espera de él: solidez en defensa, generación de juego y eficiencia cuando tenga que anotar. El lote completo. Junto a Thomas y un excelente pívot suplente como Day’Ron Sharpe (todavía joven también: en noviembre cumplió 24 años) han empezado a integrarse de verdad y funcionar el resto de rookies en una rotación de la que se están cayendo Ziaire Williams (24 años) y Tyrese Martin (26): Traore está empezando a enseñar flashes de su rapidez de movimientos y decisión, Wolf (un 2,11 de excelentes cualidades) tiene más tiros y gana confianza en su innata capacidad para pasar y Powell muestra trazas, tremendas, de alero físico con una muy prometedora capacidad para convertirse en un 3&D (defensa y tiro) de primer rango.

Mientras, Demin empieza a brillar como titular con un tiro cada vez más eficiente (a priori, su principal laguna) y sus conocidas movilidad y capacidad de pase desde su 2,03. Un jugador con potencial para ser, como mínimo, titular importante durante muchos años. Y seguramente más que eso. El quinto rookie, Ben Saraf (19), acaba de firmar un partido de 40 puntos en la G League.

En ese quinteto titular, Michael Porter Jr (en diciembre 28,4 puntos, 7,6 rebotes, 3,7 asistencias y un 46,7% en triples) está jugando con un nivel transformado de compromiso y está explotando un talento que acabó encorsetado en un rol muy de especialista en Denver Nuggets. Su valoración está cambiando radicalmente de cara al mercado invernal que se cierra el 5 de febrero, así que tal vez (tiene 27 años) puede acabar siendo, como mínimo, una buena pieza de traspaso (tiene 40,8 millones garantizados esa será su última temporada con contrato en vigor) para obtener más assets de futuro. Los Nets ya son el equipo con más rondas de draft en los próximos siete años y también el que el que más margen salarial maneja en sus cuentas. Nic Claxton (26), un pívot con potencial y un recorrido hasta ahora irregular, está otra vez en brotes verdes, seguramente al mejor nivel de toda su carrera (seleccionado con el pick 31 en 2019 por unos Nets que tienen en plantilla hasta ocho jugadores que son cosecha propia de draft). Cada vez más cómodo como pasador y como generador tras recibir la bola en las jugadas de pick and roll. Y Clowney sigue evolucionando como tirador y manejador, feliz defendiendo al mejor jugador del equipo rival. Se vio contra los Wolves: un lujo porque es un jugador capaz de sujetar a Anthony Edwards pero con físico para quedarse, también, con Julius Randle o Rudy Gobert en los cambios.

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Y el que ha construido esa rotación, el que ha montado los roles y encontrando las combinaciones, es un Jordi Fernández que ha conseguido que su equipo haya enlazado cinco partidos con los rivales en 108 puntos o menos. Algo que solo habían logrado esta temporada (una vez seis, otra cinco) los Thunder. Aún así, el de Badalona se echa la culpa por las semanas de disgustos con las que se abrió la temporada de los Nets: “Hay cosas que podría haber hecho antes. Ahora jugamos con quintetos más grandes, y eso es algo que yo podía haber cambiado antes”. Pero lo importante es que su equipo ahora es respetable, competitivo: prometedor. Y que su trabajo, otra vez, está en boca de todos para bien. Como el de un entrenador que saca petróleo de lo que den y que, como mínimo, lo tiene todo para hacer una carrera larga de verdad en la NBA. No está nada mal para un curso en el que parecía que sobrevivir ya sería suficiente premio.

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