James Harden estira la cuerda
Tras no presentarse al ‘media day’, desde los Sixers tienen la sensación de que Harden acudirá en algún momento para provocar una situación “dolorosa”.
La situación de los Sixers es cada vez más complicada en lo referente a James Harden. El escolta está haciendo la vida imposible a la franquicia: pidió su traspaso, aseguró que quería ir a los Clippers y se ha dedicado a ningunear a la entidad, con la última inacción de no presentarse al media day de la franquicia de Philadelphia al mismo tiempo que se dejaba ver en un partido de fútbol entre el Houston Dynamo y el Inter Miami, en el que participaba Leo Messi. Algo que no ha sentado bien a los Sixers, que ya han filtrado que multarán al base mientras Daryl Morey aseguraba que están buscando la mejor solución para las dos partes. Un problema convertido en un sainete que la entidad deberá de resolver lo antes posible si no quiere copar portadas por temas extradeportivos, mientras Nick Nurse (el nuevo entrenador en sustitución de Doc Rivers) y Joel Embiid miran hacia otro lado.
Este modus operando de Harden ya lo hemos visto antes. En 2020, se fue del training camp de los Rockets para salir de fiesta en Las Vegas, algo muy común en un escolta que frecuenta mucho los clubes nocturnos y que acude a ellos de forma indiscriminada cuando su equipo se encuentra en una gira más o menos larga de partidos... y también cuando no. Forzó su salida de Houston y recaló en los Nets, equipo del cual también pidió salir para llegar a los Sixers y reunirse con un Morey que le convirtió en una estrella en los Rockets desde los despachos y con el que guardaba una relación estupenda hasta ahora, cuando al directivo le ha rebotado el carácter de un jugador indomable y que nunca se conforma, pero que no ha conseguido ganar el anillo a pesar de ver todas sus exigencias cumplidas y que tiene un crepúsculo muy triste, permanentemente señalado por la opinión pública.
La últimas noticia las han anunciado Adrian Wojnarowski, periodista especializado de ESPN, y Jared Greenberg, de TNT. La primera información apunta a que Harden se unirá próximamente a la concentración en Colorado; la segunda, que un alto ejecutivo de la franquicia ha dicho que la sensación es que Harden se presente en el training camp pero no con la intención de unirse a sus compañeros de cara a la temporada que viene, sino para hacerlo todo más “doloroso”, forzando así a una situación imposible a la franquicia. Un método más de presión por parte de la estrella, que ejerce un puño de hierro demasiado llamativo incluso para la era de los jugadores empoderados y que quiere cambiar de destino a toda costa antes de que empiece la temporada NBA, el próximo 25 de agosto. No lo tiene fácil si lo que quiere es recalar en los Clippers: se filtró que ha habido contactos entre los angelinos y los Sixers, pero han sido superficiales y, de momento, no han llegado a buen puerto.
En los últimos años Harden se ha convertido en un producto ligeramente tóxico. Su carácter pone patas arriba determinados proyectos, sus demandas son siempre demasiado grandes, no se contenta con nada y su apuesta por él se acaba en playoffs, donde ya no muestra el nivel de antaño, el de un talento ofensivo históricamente bueno al que sólo le pudieron arrebatar la posibilidad del anillo los Warriors y su particular dinastía. Con 34 años (los cumplió el pasado 26 de agosto), el escolta ha ejercido una opción de jugador de más de 35 millones de dólares, lo que le convierte en agente libre al término de la 2023-24. Lo que le permite tensar la cuerda con los Sixers, obligados a traspasarle ahora si no quieren que salga gratis el próximo verano. Un auténtico rompecabezas, pero una historia que se repite de nuevo y que deja como principal señalado a un James Harden que, por el paso del tiempo y deméritos propios, ha perdido su luz. Y, encima, parece que él mismo se sigue empeñando en ello. Por lo que sea.