Harden hurga en la herida de Durant
Un parcial demoledor en el último cuarto (37-20) sentencia a unos Suns en crisis y con necesidad de cambios urgentes. Durant produce, pero Harden gana el duelo de antiguos alumnos.
Las reuniones de antiguos alumnos no siempre son motivo de alegría. Pudo haber, en ese pasado al que no todo el mundo quiere volver, momentos de felicidad máxima y de lealtades que se mantuvieron en el tiempo. También fantásticos recuerdos. Pero, claro, el otro lado siempre existe: el de las viejas rencillas, los problemas sin resolver o las cosas que nunca nadie se dijo, pero que siempre se han tenido ganas de decir. De una forma u otra, nadie sabe en qué lugar de todas esas opciones quedan James Harden, Russell Westbrook y Kevin Durant. Dos hombres que coincidieron en unos tiempos que quedan muy atrás en los Thunder, con los que pisaron (y perdieron, 4-1) las Finales de 2012. La Barba salió como chivo expiatorio de esa derrota, con un pobre nivel mostrado y salidas nocturnas por los clubes de Florida mediante. Años después, como estrellas consolidadas, volvieron a coincidir brevemente en lo Nets. Y ahí quedó la cosa.
El respeto mutuo y la cordialidad parece ser el santo y seña de la relación entre ambos jugadores, generacionales por separado y ya encarando la recta final de dos carreras legendarias, pero que dan la sensación de haberse quedado por el camino. Es el común denominador de los dos, uno que se une con el de un Russell Westbrook también presente en la ecuación y que vive en los Clippers su tercera aventura con Harden tras coincidir con él en Thunder (claro) y Rockets. Ahí confluían los tres, en un espacio pequeño pero conocido, una pista de baloncesto que fue el epicentro de su relación y que lo sigue siendo. Es lo que tienen las grandes historias, que en ellas confluyen a veces el principio y el final. Y ahí es donde se encuentran esas tres carreras: en un epílogo que, al margen de lo que se alargue y si no va acompañado de algún anillo, será el de la fantástica historia de tres hombres que podrían haber sido mucho más.
Los Clippers se impusieron a los Suns (138-111) en un partido en el que se salieron en el último cuarto (37-20) y se olvidaron de la derrota ante los Lakers, además de hacer más grande la enorme herida de la franquicia de Arizona, una que empieza a sangrar ya de forma demasiado bochornosa como para conseguir algún tipo de contención, más allá de lo que pueda pasar con Frank Vogel, un buen entrenador cuando tiene las piezas que necesita. Harden disputó un partido muy correcto y se fue a 19 puntos, 7 rebotes y 10 asistencias. Kawhi Leonard consiguió 17, con 5 robos. Paul George 25, con 4 de 9 en triples. Terance Mann llegó a los 14, los mismos que Norman Powell desde el banquillo. Ivica Zubac sumó 19, con 8 rebotes. Mientras que Westbrook, a pesar de disputar sólo 15 minutos, produjo: 9 tantos y 7 asistencias. Un gran trabajo colectivo del equipo de Tyronn Lue, que ya fue alabado por LeBron James de forma reciente y que es el gran hacedor de esta mejora y del nivel de los Clippers, estabilizados en el cuarto puesto de la Conferencia Oeste. Y de forma más que merecida.
La situación contrasta, está claro, con la de los Suns. Un ente, un equipo en el que la idea del big three con Bradley Beal se ha quedado en eso (12 partidos disputados y un nivel mostrado muy irregular), en una simple idea. Y en el que no hay espacio para más. Tampoco, parece, en lo referente a las ganas de Kevin Durant, que se fue a 30 puntos pero sólo 2 en el último cuarto y sigue mostrando su malestar con indolencia y pululando por la pista para, quién sabe, dar a entender su disconformidad. La realidad es que ya ha salido de forma abrupta de muchos lugares (Thunder, Warriors, Nets...) y que su reputación se daña a medida que cumple más años. Devin Booker no está preparado para la situación (20 tantos, 5 asistencias) y está detrás de otras estrellas de su generación precisamente por eso. Y los Suns, que llegaron a sumar siete vitorias consecutivas, se quedan ahora en tres derrotas seguidas y otra vez en esa parte de la tabla en la que nadie quiere estar. Entre los playoffs y el play in. En tierra de nadie. Y muy lejos de donde deberían estar. Eso es lo más doloroso.
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