El trono es de A’ja Wilson
Las Aces barren a las Mercury, sin piedad, y se llevan su tercer título de la WNBA en los últimos cuatro años. Wilson completa una temporada nunca vista en el baloncesto USA.


Las grandes dinastías de la historia del deporte estadounidense siempre pasan por momentos críticos; frenan a tiempo antes de puntos de no retorno a los que se asoman, con el acantilado a un palmo. Hay un momento en todo reinado, si dura, en el que el único código a mano es el de la supervivencia. Ahí se diferencian, se elevan, los equipos grandes de verdad, los legendarios. Las Vegas Aces ya está en ese rango después del 4-0 con el que barrió (86-97 en el cierre de la primera Final de la WNBA al mejor de siete partidos) a Phoenix Mercury y recuperó el trono: 2022, 2023 y 2025. Tres títulos: solo tienen cuatro Minnesota Lynx, Seattle Storm y Houston Comets, una franquicia que desapareció en 2008, ganó por última vez en 2000 y era la única con tres títulos en cuatro temporadas de la WNBA… hasta hoy.
Las Aces están ya, desde ahora, en el rango de los equipos de primerísima categoría histórica. En gran parte, y más allá de la obviedad de este tercer título, por una de las resurrecciones más increíbles de la historia del baloncesto profesional estadounidense. Después de perder en las semifinales de 2024, cualquiera habría dicho que este no era su año: 12-13 después de 25 partidos (nadie había sido campeón tras pasar esa marca en negativo) y 14-14 después de una de las peores derrotas de la historia de la WNBA (la más abultada de un equipo en casa): 58-111 contra Minnesota Lynx, la franquicia que parecía lanzada hacia el título entonces (2 de agosto) con la maravillosa Napheesa Collier como casi segura MVP.
Ahí, cuando podría haberse dedicado a recoger sus propios pedazos con la melancolía del que añora tiempos mejores, Las Vegas Aces demostró que es un equipo especial: cerró la regular season sin una sola derrota más, con 16 victorias seguidas (30-14). A’ja Wilson se llevó el MVP después de una traicionera lesión de Collier. Y, ya en playoffs, se elevó al rango de Destiny team, una de esas cabalgadas llamadas a sobrevivir a todo, golpe a golpe. En primera ronda, escapó por los pelos contra las Storm: 2-1 y 74-73 en un tercer partido en el que un tiro de Erica Wheeler pudo acabar con su temporada; en semifinales, 3-2 con prórroga en el quinto partido contra las Fever (sin Caitlin Clark). En las Finales, un 4-0 que incluyó mucho sudor en el primer partido y un ya célebre tiro ganador de Wilson en el tercero.

En el cuarto, las Mercury ya jugaron con la soga al cuello, sin disciplina mental (¿quién podría tenerla?) para afrontar esa batalla y, en el mejor escenario (uno que nadie ha alcanzado desde un 3-0 tampoco en la NBA), tres más después. Pelearon y llegaron a ponerse a seis en la segunda parte después de estar 38-54 al descanso. Sin Satou Sabally, baja por una conmoción. Desde el tercer cuarto sin su entrenador, un Nate Tibbetts que se convirtió en el primero de su gremio expulsado en una Final de la WNBA. Con su estrella Alyssa Thomas (17+12+10 en un emocionante esfuerzo final) en pista con un hombro lesionado y, en los últimos minutos y para colmo, sin Kahleah Copper, que cometió la sexta falta después de agotar (30 puntos) todas sus vidas. Una pelea imposible de ganar para un equipo que, en todo caso, puede acabar su temporada muy orgulloso: nadie contaba con que fuera finalista en el inicio de su reconstrucción post Diana Taurasi y Brittney Griner. En los playoffs pudo con el campeón, New York Liberty, y el mejor equipo de la fase regular, Minnesota Lynx. En ambos casos después de perder el primer partido. A la tercera (la vencida) y en el escenario final, sencillamente se chocó contra un muro.
Una jugadora de leyenda al frente
Las Aces no fallaron con el primer match point de la mano de Wilson (31 puntos, 9 rebotes, 4 asistencias, 3 tapones), la obvia MVP de la Final (más sobre esto en un momento) y sus dos escuderas, Jackie Young (18+7+8) y Chelsea Gray (18+4+4 con 4 triples). Y con la aportación desde el banquillo de una Jewell Loyd que, entre Seatlle y Las Vegas, todavía no ha perdido un solo partido en unas Finales (10-0, tres anillos, los dos primeros en las Storm). Las Aces vuelven a ser campeonas, un proyecto fascinante que llegó a Las Vegas en 2018 (después de un lustro en Utah y catorce años en San Antonio) y que despegó cuando fue adquirido por Mark Davis, el propietario de los Raiders (NFL, ahora también en Las Vegas) en 2021. Entonces costó oos millones, ahora está valorado en más de 300, tiene unas instalaciones de entrenamiento en las que se invirtieron más de 40 y está liderado por una entrenadora que está escribiendo su propio tomo en la historia del baloncesto estadounidense: Becky Hammon (48 años). En un cambio de rumbo porque pareció destinada a suceder a Gregg Popovich en los Spurs, llegó al banquillo de Las Vegas en 2022 y ha ganado tres títulos (entre ellos, el primero para una entrenadora rookie) con, por ahora, un balance de 117-43 en regular season y 28-9 en playoffs.
Y, por fin, A’ja Riyadh Wilson. Porque Hammon, por encima de todo, es la entrenadora que ha sacado la versión plena, la definitiva, de la pívot de Columbia que fue campeona universitaria con South Carolina en 2017 y número 1 cantado del draft en 2018. El gran punto de partida de estas Aces, la piedra sobre la que se levantó el imperio. Hammon, que afirma abiertamente que su megaestrella se retirará como la mejor jugadora de siempre, empujó para sacar la mejor versión posible de una interior que es tan demoledora en ataque como en defensa, que ha ido añadiendo bote, manejo, pase y tiro a su arsenal. Que ahora mismo puede hacer lo que se proponga, más cuanto mayor es el reto. Convencida de que se ha quedado sin adjetivos para motivarla, Hammon ha pasado a hacerlo hablando de animales: de la gacela a la leona y de ahí al alce. Porque es de South Dakota y sabe de lo que habla: los ciervos son grandes pero cuando ves un alce en las Colinas Negras… eso es otra cosa. Mayor, enorme: majestuoso. Wilson, para que las Aces escaparan de la tumba en la que estuvieron metidas en verano, tenía que dejar de ser un ciervo y ser un alce. Dicho y hecho.
Sus promedios en las Finales han sido 28,5 puntos, 11,8 rebotes, 4 asistencias y 2 tapones. Ninguna jugadora de la WNBA había sido en la misma temporada MVP, campeona, MVP de las Finales y Defensora del Año (premio compartido con Alanna Smith, de las Lynx). Si se añade la NBA, con una historia mucho más larga, nadie había conseguido todo eso y el título de Máximo Anotador. Hasta ahora. Y solo el mismísimo Bill Russell, también hasta ahora, había apilado tres MVP y tres anillos en un tramo de cuatro años.
La temporada, por lo tanto, está ya en el terreno de la leyenda. Pero, además, hay que añadir esto: Wilson (29 años) ha batido el récord de puntos (322, la primera que pasa de 300) en unos mismos playoffs y (114) el de unas Finales, que tenía diecisiete años (era de Cappie Pondexter desde 2008). También ha terminado con el tope de rebotes en unas eliminatorias y su currículum, ahora mismo, queda así: tres anillos, cuatro MVP, dos MVP de Finales, tres premios de Defensora del Año, Rookie del Año, siete veces All Star, seis All WNBA (cinco en el Mejor Quinteto), dos veces Máxima Anotadora, tres Máxima Reboteadora, cinco Máxima Taponadora… ah, y la gloria universitaria con sus Gamecocks, moldeada por esa fuerza única de los banquillos llamada Dawn Staley. Y, claro, dos oros olímpicos y dos mundiales ganados con el Team USA.

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Su tiro ganador del tercer partido, el que acabó de facto con la resistencia de las Mercury, dejó una foto para el recuerdo: elevada en el aire, con 2,2 segundos en el reloj de tiro que casaban con su dorsal 22. Wilson es la reina de la WNBA, otra vez. Es el eje de una dinastía que se forjó entre disgustos, porque rara vez no es así: la Final perdida en 2020, un primer contacto amargo con el escaparate definitivo, en la burbuja de Florida (la de la WNBA, en Bradenton); el tapón decisivo que le puso Brittney Griner en las semifinales de 2021. De ahí a esto, a tres anillos en cuatro años con este broche increíble a una temporada que no parecía suya; en el que su equipo, estas Aces capaces de soportarlo todo, tuvieron que pisar el infierno para coger el impulso definitivo. Para eso, claro, hacía falta que una jugadora especial tomara las riendas de la rebelión. A’ja Wilson, que escala en los debates sobre la más grande de siempre, lo hizo y ha firmado, dos meses y ocho días después de aquel humillante 58-111 en su pista, una de las temporadas más increíbles de toda la historia del baloncesto profesional estadounidense. Una (repito: campeona, MVP, MVP de la Final, Defensora del Año, Máxima Anotadora) nunca vista. Hasta ahora, hasta ella.
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