NBA | Warriors 126 - 116 Mavs

El regalo de Navidad para Davis: la enésima lesión

La estrella, que estaba en un gran momento individual, se retira con poco más de 10 minutos disputados en una imagen que ya hemos visto muchas veces. Victoria de los Warriors.

El regalo de Navidad para Davis: la enésima lesión
Darren Yamashita
Actualizado a

Seguro que cuando la NBA planeó que el Warriors-Mavericks se disputara el Día de Navidad no se imaginaba esto. Por mucho que la franquicia de Golden State sea tan lucrativa como esa noche de la que mejor liga del mundo come y bebe como si no hubiera un mañana, podríamos estar hablando del partido menos interesante de una jornada de la que todo el mundo espera que sea sensacional en Estados Unidos. Pero nada hacía presagiar que fuera a tratarse de nada particularmente interesante, especialmente por el momento en el que se encontraban ambos equipos, carentes ya de proyecto. A veces pasa que no todo sale bien y que, de hecho, el enfrentamiento pertenece más al pasado que al presente. Porque, se hable de unos o de otros, la reunión navideña del Chase Center no tenía ningún tipo de trascendencia y se basaba más en recordar tiempos pasados que fueron mejores que de otra cosa.

Los locales llegaban como llegaban, tonteando siempre con un balance del 50%, intentando ignorar (o empecinados en hacerlo) que la vejez se había apoderado de una idea que lo cambió todo y ahora quedó en nada. Lo que ahora queda de la dinastía que se fue a las 73 victorias en regular season y conquistó cuatro anillos en seis Finales era una sombra que había causado estragos propios y ajenos: por un lado, desde su extinción la NBA ha visto como se repartían los anillos siete equipos en siete años diferentes, uno de ellos para los propios Warriors, que pusieron el broche de oro en 2022. Por otro, el equipo de Steve Kerr se ha dedicado a coleccionar viejas glorias y a vivir de las ventas de camiseta y las exhibiciones deportivas de Stephen Curry para ser más una franquicia que da que hablar que otra cosa. Lo último es que quieren que vuelva Klay Thompson. Vivir para ver.

Pero peor estaban las cosas para los Mavericks, sin rumbo ni dirección, recogiendo las migajas que les dejó el traspaso de Luka Doncic el pasado 1 de febrero, ese que sacudió los cimientos de la mejor liga del mundo sólo unos meses después de que los Mavericks pisaran las Finales. Un movimiento incomprensible que se ha terminado de cargar a Nico Harrison muchos meses después de lo ocurrido y de una forma totalmente merecida (sólo faltaba) y encomendándose a Cooper Flagg mientras, como sus homólogos esta noche, se dedicaban a coleccionar nombres famosos pero pasados (un Kyrie Irving lesionado, el ya mencionado Klay Thompson, Anthony Davis...) y a iniciar una nueva era que vete tú a saber cuándo llega con un entrenador disfuncional y denostado (Jason Kidd), y más cosas que nunca por solucionar. Es lo que tiene echar por la borda un proyecto increíble y traspasar al mayor activo de la NBA sin que nadie sepa los motivos o se crea las justificaciones para ellos.

En ese partido de poco interés pero de (todo hay que decirlo) mucho renombre, ganaron (126-116) los Warriors... y se lesionó Anthony Davis a poco más de 10 minutos del inicio y a pesar de encontrarse en su mejor momento desde que abandonó los Lakers: 3 puntos, 3 rebotes y camino a los vestuarios por enésima vez en una carrera deportiva maldita. Esto allanó el camino de lo que quedaba de dinastía, que se dedicó a rentabilizar las rentas del primer periodo (40-28 de parcial) y mantener la distancia para no tener problemas. Hasta siete jugadores locales superaron los dobles dígitos en anotación, con los 23 de Curry como tope a pesar del desastre en el lanzamiento (6 de 18, 2 de 10 en triples y un 9 de 9 en tiros libres para compensar). En los Mavericks, destacaron los 26 de Brandon Williams (9 de 12 en tiros de campo) y los 27 de un extraordinario Cooper Flagg, a los que sumó 6 rechaces y 5 asistencias. Un buen partido, pero insuficiente. Un resultado que no le importa mucho a nadie. Y una nueva lesión de Anthony Davis. Cómo no.

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