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El Oeste ya tiene rivalidad

El partido de cuartos de la NBA Cup en OKC demostró que Thunder y Mavs no se gustan... y que no les importa que sea evidente.

El Oeste ya tiene rivalidad
JOSHUA GATELEYAFP

Las rivalidades son buenas para las competiciones. Esto vale, básicamente, para cualquier disciplina deportiva, en cualquier formato y durante cualquier época. Las rivalidades atraen al gran público, generan narrativas y, normalmente, mejoran lo que tocan porque añaden drama, trascendencia, pasión: lo que hace que, más allá de un talento que se puede dar por asegurado si hablamos de las grandes ligas profesionales, los espectadores llenen las gradas y enciendan los televisores.

En la NBA, parte de la vieja guardia (exjugadores, periodistas veteranos, aficionados que peinan canas o están a punto de hacerlo…) echa de menos ese picante, el toque extra de odio (deportivo) que parece que se ha perdido en una era mucho más civilizada (¿mejor decir aséptica?) del deporte. Las jugadores de distintos equipos se llevan mejor, o trasladan esas buenas relaciones a la pista con más naturalidad, y los equipos cambian de fisonomía más rápido y el mercado se mueve tanto que evita que se repitan los mismos duelos durante el tiempo necesario para que germinen los desencuentros (tiene que haber una historia detrás)… Hay diversas razones, pero el hecho es que, en general y si hablamos de asuntos de verdadera trascendencia, hay poca chicha desde que acabaron los ya legendarios (entre otras cosas, por todo lo dicho) enfrentamientos, la pasada década, entre Golden State Warriors y Cleveland Cavaliers.

Mavericks: Phoenix Suns no, OKC Thunder sí

Se intentó, por ejemplo, que los Mavericks de Luka Doncic aparecieran como némesis de los Suns de Devin Booker, el finalista de la NBA en 2021 (parece que ha pasado un siglo). Pero esa ha acabado siendo una rivalidad más forzada que real. Doncic y su equipo se encargó de convertirla en un destrozo, los Suns son un proyecto sin identidad -de órdago en órdago- y Booker es muy bueno pero su ascenso al escalón de los elegidos se ha parado. Ahora mismo, esta temporada, los Suns están 11-2 cuando juega Kevin Durant y 1-9 si no está el alero, de 36 años y seriamente machacado por las lesiones. Algo de eso (algo al menos) tienen que señalar a Booker.

Mientras esa rivalidad alentada se quedaba sin cuajar, a medio batir en el plato, a los Mavericks les ha surgido otra. Y, además, orgánica: real. Oklahoma City Thunder se está convirtiendo en el gran enemigo de los texanos, una sensación que venía en crecida desde los últimos playoffs y que fue muy tangible en el partido de cuartos de final de la NBA Cup en el que los Thunder abrasaron, en OKC, a los Mavericks. El público del Paycom Center puso ambiente de eliminatoria, pero se podría jurar que más por el rival que había enfrente que porque la pista fuera distinta (las cosas de la NBA Cup) a la de regular season. La NBA ha encontrado, casi sin querer y mientras miraba para otros lados, algo. Y haría bien en explotarlo, a partir de ahora.

Ni Houston ni San Antonio: Oklahoma City es la ciudad NBA más cercana a Dallas (poco más de 330 kilómetros). Y los dos equipos se han convertido en los dos principales focos de atención, la nueva guardia al frente de la Conferencia Oeste: la pasada temporada, los Thunder fueron primeros en la regular season (57 victorias, 17 más que el curso anterior) pero los finalistas, y por tanto el campeón del Oeste, fueron unos Mavs que pasaron por encima de los Thunder en semifinales de Conferencia (2-4). Y que habían ganado a los de OKC en cinco de sus últimos seis duelos, incluidos tres seguidos en ese Paycom Center que gritó basta el martes, en la Cup.

Se puede regresar a los duelos de la pasada década, cuando los Thunder llegaron desde Seattle y montaron su equipo casi campeón (Kevin Durant, James Harden, Russell Westbrook…) mientras los Mavericks remataban el suyo por fin campeón, el de Dirk Nowitzki: 4-1 para los texanos en la final de Conferencia de 2011, antes de proclamarse campeones contra los Heat; 4-0 para los Thunder en primera ronda de 2012, camino a unas Finales perdidas… contra los Heat. Se puede incluso apuntar a Klay Thompson, que ahora juega en los Mavs y que en 2016 acabó, en la práctica, con la era Kevin Durant cuando salvó el pellejo de los Warriors del 73-9, el equipo que remontó un 1-3 en la final de Conferencia antes de dejarse remontar un 3-1 en las Finales. En el legendario sexto partido, en OKC, Klay firmó un majestuoso 11/18 en triples (41 puntos) y congeló el alma de los Thunder semanas antes de que KD la convirtiera definitivamente en polvo cuando decidió unirse, precisamente, a esos Warriors.

Todo gira en torno a Shai y Luka Doncic

Pero la realidad es que, por encima de todo, las flechas de esta nueva rivalidad apuntan a que se trata de dos equipos de máxima ambición y expectativa, que han entrado con el mismo paso en sus respectivas ventanas de competición, que parecen condenados a medirse durante las largas temporadas hasta encontrarse en los playoffs, y que tienen a dos de las principales estrellas de la nueva generación: Luka Doncic (25 años) y Shai Gilgeous-Alexander (26). El año pasado, tercero (el esloveno) y segundo (el canadiense) en la votación por el MVP mientras sus aficiones, que esto también hace roce, se pegaban en redes por cuál de los dos era un mejor anotador y quién se aprovechaba más de los árbitros para sacar tiros libres. Las rivalidades tienen implican una carga de debates simplones, camiseteros.

Esta temporada, Doncic promedia 28,1 puntos, 8,4 rebotes, 7,9 asistencias y 2,1 robos con un 45% en tiros totales, un 34% en triples y un 77 en tiros libres. Shai está en 30,2, 5,4 6,3, 1,8 y unas cifras de tiro muy superiores: 52/34/86. Sus estilos son lo suficientemente diferentes para que, el que sienta la necesidad de hacerlo, pueda argumentar su elección de bando. Y los dos buscan un anillo que seguramente tendrá que llegar, porque coinciden en la misma Conferencia y en el mismo arco temporal, a costa del otro en duelos que tendrán muchos más factores pero que finalmente se reducirán en su última y definitiva expresión, siempre es así sea o no justo, al duelo directo de las megaestrellas.

Se notaba que los Thunder necesitaban ganar a los Mavs y sacarse de encima esa pésima sensación que les dejaron los últimos playoffs, en los que eran favoritos, y un primer duelo de este curso saldado con un 119-121 que puso un poquito más de sal en la herida. Era, además, un cara a cara entre aspirantes enseñando fortalezas: desde esa colisión del 17 de noviembre, solo se podían contar tres derrotas entre ambos equipos. Los Mavs llegaban con siete victorias consecutivas, los Thunder con siete en ocho partidos.

Los Thunder no tenían a Chet Holmgren, una baja (cayó hace un mes para unas diez semanas) de enorme calado a pesar de la que navegan con una firmeza que asusta: 11-3 sin él, mejor net rating de la NBA para el único equipo que está en el top 5 tanto en eficiencia ofensiva como defensiva, este último apartado en números históricos. Los Thunder, por ejemplo, son el único equipo de la NBA que roba más balones de los que pierde, un +9 de ciencia ficción si se mira a los que le siguen: -82 los Heat, -106 los Celtics. Sin Holmgren, los Thunder presumen de Isaiah Hartenstein, su gran fichaje del verano y un pívot que se hizo notar en las ayudas para frenar a Doncic y en la lucha por un rebote que fue una sangría en los malditos playoffs. Como el tiro de tres. Dos dato: en la serie semifinal, los Thunder solo lanzaron de tres en el 34,9% de sus tiros mientras que en el partido del martes saltaron a un 48%; Y el porcentaje de rebotes ofensivos capturados por los Mavs pasó de un 32,6 en aquella eliminatoria a un 18,6 en este partido. Más que detalles.

Los Mavericks, por su parte, también cargaban con su propia baja sensible: PJ Washington es el escudero primordial de Doncic y Kyrie Irving, y por eso los Mavs están 1-5 sin él esta temporada. Es, además, un jugador que se ilumina cuando ve a los Thunder delante. Decisivo en el duelo de los últimos playoffs (casi un 47% en triples) acabó con 27 puntos y 17 rebotes el partido de noviembre y promedia en sus últimos seis enfrentamientos con los de OKC 20,5 puntos, 10,2 rebotes y un 48% desde la línea de tres. Sin él los Mavs tienen menos músculo, menos defensa y menos actitud. Y son cosas que necesitan cuando aparece delante una defensa de elite llena de físicos en los percentiles más altos de la NBA.

Doncic habla maravillas de Shai, porque obviamente los jugadores especiales se reconocen entre ellos. Pero es obvio que al esloveno le crispa jugar contra unos Thunder a los que, por otro lado, acostumbra a ganar. En el último duelo se encargaron de él hasta seis defensores distintos, algunos entre los mejores de la NBA en el point of attack (la defensa al generador de juego): Lu Dort, Cason Wallace y Alex Caruso, otro fichaje pensado para convertir en infernal una defensa que ya era monstruosa, para apilar cuerpos con los que secar a Doncic y Kyrie. Los bailes de Doncic y Dort son ya una de las escenas más reconocibles de esta nueva pero ya obvia rivalidad, un asunto en el que los árbitros marcan el tono. Si consienten mucho contacto, Dort abruma a Doncic; Si no lo hacen, el esloveno vive en la línea de personal. Los Thunder son uno de los pocos equipos con verdadero equipamiento para minimizar a Doncic. En las noches iluminadas del base, nada de eso importa. Pero se trata de cruzar los dedos y aumentar las posibilidades si se piensa en series a siete partidos.

El hecho es que la NBA tiene entre manos un duelo de categoría. Y para años. Dos equipos que parecen condenados a enfrentarse; Con los que los éxitos de uno implicarán miserias para el otro con comparaciones permanentes en un espejo al que ambos miran con el ceño fruncido. No se tienen cariño y no lo disimulan. Y eso, ahora mismo y como quedó claro en el partido del martes, es una bendición para los aficionados.

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