La nueva franquicia de la WNBA en la Bahía de San Francisco es un éxito extraordinario: apunta a los playoffs y ya es la más valiosa de la competición.

El milagro de las valquirias

Era demasiado obvio titular la cabalgata de las valquirias, claro. Aunque conviene admitir que tampoco el equipo, Golden State Valkyries, ha tenido demasiado cuidado con las referencias más obvias a la mitología del nombre que fue elegido hace apenas quince meses: el logo transforma el Puente de la Bahía, el que une San Francisco y Oakland y que en tiempos también tuvo un enorme significado para la franquicia NBA de la zona, los Warriors, y convierte su torre y sus cables en espadas y alas. Trece cables por ser el decimotercer equipo en la WNBA, cinco alas por las integrantes del quinteto. Warriors y Valkyries, guerreros y valquirias; espadas, alas y el Puente de la Bahía, Bay Bridge: Oakland y San Francisco.
Más: el rutilante Chase Center de Mission Bay, un barrio asomado al Pacífico y pegado al downtown pijo de San Francisco, en la versión (ay) gentrificada y convertida en una pasarela para neo oligarcas tecnológicos de aquella ciudad en al que soplaban (maravillosos) vientos de contracultura, es rebautizado coloquialmente como Ballhalla cuando juegan las Valkyries. Sí: el Valhala y Ball, el balón. Tampoco es muy rebuscado. Pero funciona: mejor quedarse con los llenos (sold out en cada partido del equipo en su pista) y los más de 10.000 abonados, algo que ninguna franquicia de la WNBA había conseguido.
Además, los datos respaldan la fuerza de una idea, el concepto con el que nació el proyecto: el 95% de esos abonados son nuevos, llegan sin vínculos con los Warriors. Y el perfil incluye más mujeres y más diversidad, una muestra mucho más cercana a la realidad de la Bahía de la que se puede extraer ahora en los partidos de los Warriors, dominados por esa lluvia de dinero permanente de las tecnológicas. Y Oakland, claro: las Valkyries tienen las oficinas y su (lujoso) centro de entrenamiento al otro lado del Puente, llevan también Golden State en su nombre y tienen, por el ambiente de sus gradas, más conexión con el viejo e inolvidable Oracle Arena que las noches de etiqueta y lujo de las actuales sesiones NBA. Bien.
Pero es que, en el colmo de las buenas noticias, el equipo funciona. Engancha y gana. Se ha creado, a imagen y semejanza de Natalie Nakase, su entrenadora, una identidad de grupo duro, en formato jauría, de defensa, trabajo y bocados a la yugular. La cuarta victoria seguida (una paliza en Chicago) puso el balance, con la temporada regular en su último tramo, en 18-15. Por ahora, en puesto de playoffs, algo impensable para una franquicia que debuta. De hecho, ninguna se había estrenado con tantos triunfos. El tope eran los 17 (17-13) de Detroit Shock, que jugó 30 partidos. La temporada tiene ahora 44, y ocho de las trece franquicias van a las eliminatorias. Las siguientes mejores marcas eran las quince victorias (15-17) de Orlando Miracle y Minnesota Lynx.
🚨 With their 18th win of the season, the @valkyries have set a new WNBA record for most wins by an expansion team in a single season 🚨
— WNBA (@WNBA) August 16, 2025
They also recorded their 4th consecutive win!#WelcometotheW pic.twitter.com/EaEUw0mZ4r
Es un éxito extraordinario para un equipo que nació en 2023 y que no tuvo nombre hasta el año pasado, que tuvo que formar su primera plantilla a través de un draft de expansión en el que solo podía sacar una jugadora de cada una de las otras doce franquicias, con seis bloqueadas por cada equipo y una única agente libre en total. Además, los golpes de efecto que se intentaron en una primera inmersión en el mercado (Kelsey Plum, Courtney Vandersloot, Brionna Jones) fracasaron porque las jugadoras con rango importante prefirieron escenarios teóricamente más estables, menos nuevos. Ahí entró en juego Ohemaa Nyanin, una ejecutiva de origen ghanés que trabajó en la base del operativo de USA Basketball, lo que le dio un conocimiento exhaustivo del mercado de jugadoras en todos los niveles, y formó parte de los despachos en la transformación de New York Liberty en uno de los mejores equipos de la historia de la WNBA.
Con eso y la energía, la disciplina y las ideas de Nakase, las Valkyries no son solo un fenómeno social en la Bahía, que ya es mucho para un año de bautismo: son un muy buen equipo de baloncesto. La entrenadora (45 años) de Huntington Beach (chispa californiana, origen japonés, ha encontrado un tipo de proyecto que parece hecho a su medida: fue la primera mujer que entrenó en la Liga masculina en Japón, pasó unos años por los Clippers (en 2014 tumbó otra barrera como asistente en las Ligas de Verano) y ganó dos títulos con las Aces al lado de Becky Hammon. Joe Lacob, el mandamás en el baloncesto de la Bahía, la puso a prueba pidiéndole “un título en cinco años” en su primera entrevista. Ella dijo que estaba lista para ponerse a trabajar. Seguramente, los dos sabían que era un reto casi imposible, pero se entendieron. Una descifró el órdago, el otro atisbó la firmeza que necesitaba ver para convencerse.
Nakase ha creado un equipo que compite en todos los partidos y en el que la suma de las partes, más allá del tópico, supera con mucho al (teórico) global: antes, Nyanin le había dado una rotación hecha, desde cero, con retales que eran diamantes por pulir. Una tiradora como Kate Martin, una defensora como Kayla Thornton, una top 10 de draft (2022) que todavía no había encontrado hogar definitivo como Veronica Burton, veteranas (Tiffany Hayes), jugadoras de fuera de Estados Unidos (Janelle Salaun)… En la WNBA solo hay hueco para 156 jugadoras. Ahora solo hay trece equipos, y eso contando a estas Valkyries que son la primera admisión desde Atlanta Dream en 2008. No hay treinta rosters ni una G League, como en la NBA. Así que Nyanin y Nakase estaban seguras de que había jugadoras ahí fuera, material para hacer un buen equipo. Ahora, con solo cinco por delante en la clasificación, cuenta con cinco jugadoras que promedian entre diez y catorce puntos. Una cuestión de fuerza colectiva: Thornton 14 y 7 rebotes, Hayes 12,2 y 4,1, Burton 11,2 y 5,2 asistencias, Cecilia Zandalanisi 10,7 y Salaun, 10,4 y 4,6 rebotes.
Otra visión para la Bahía de San Francisco
Para Lacob, y su socio Peter Guber, las Valkyries son la materialización de otra idea, un nuevo home round. Horas después del anuncio de la creación de la franquicia (una deuda del baloncesto profesional femenino con el norte California: Sacramento Monarchs cerró en 2009), había ya 2.000 abonados. En cuanto se presentó la imagen del nuevo equipo, potente (violeta con trazos dorados, blancos y negros) y con un latido necesariamente femenino, el merchandising empezó a venderse a toda máquina. Lacob y Guber, conviene recordarlo, compraron los Warriors por 450 millones en 2010. Hoy, traslado a San Francisco y dinastía de Stephen Curry mediante, es la franquicia más valiosa de la NBA, ya en una estimación de 9.400 millones y desde hace unos años por delante de los Knicks y Lakers, los intocables.
Lacob pagó 50 millones para tener su equipo en una WNBA que crece a ritmo exponencial: las últimas franquicias en sumarse a la competición están poniendo, menos de un lustro después, 250 millones de dólares. Cinco veces más. El valor medio de los equipos se acerca a la frontera de los 300, las Fever de Caitlin Clark están en 375 por obra y gracia de su megaestrella, las Liberty llegan a 400 en la capital del mundo, Nueva York… y las Valkyries están ya en 500 millones, la franquicia más valiosa en una competición en la que no ha jugado todavía ni una temporada completa.
El negocio es redondo, en una liga cerca de la ebullición, con unos nuevos contratos televisivos a punto de disparar los ingresos (inyectarán 2.200 millones en once años) y casi 1.000 millones en captación de nuevos equipos. Las Valkyries son el número trece, el año que vienen llegarán los de Toronto y Portland y entre 2028 y 2039, uno cada año, los que han puesto 250 millones por cabeza: Cleveland, Detroit y Philadelphia. Con un número finito de equipos profesionales y la vista del nivel de los multimillonarios cada vez más fijada en ellos, la WNBA abre una oportunidad que en la Bahía, otra vez, están exprimiendo desde el primer día. Ninguna otra competición profesional ofrece más valor en proporción a los ingresos de cada franquicia: un dato que se multiplica por doce y supera el 11,9 de la NBA y el 10,3 de la NFL, que arrasa (siempre inalcanzable por volumen) en ingresos totales (unos 700 millones por equipo por los casi 400 de la NBA). Así que, si se tira de la locomotora de esos ingresos y se mantiene esa proporción en el valor…
Lacob tenía claro dónde se metía, ha vuelto a saber rodearse de un equipo de profesional excepcional, de los despachos al banquillo, y ha puesto en marcha otro equipo de moda con un toque de la vieja vibración callejera de la Bahía, la que los Warriors han perdido a cambio, gustosos, de los sacos de millones que dejan sus palcos VIP. Golden State Valkyries es una todavía breve pero ya excepcional historia de éxito… y un equipo que apunta a los playoffs en su primera temporada. La cabalgada, perdón, el milagro de las valquirias.
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