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El ‘caso Sarver’ golpea a la NBA

El dueño de los Suns estará un año sancionado por actitudes racistas y misóginas. Un caso similar al de Sterling que la NBA trata distinto.

El dueño de los Suns estará un año sancionado por actitudes racistas y misóginas. Un caso similar al de Sterling que la NBA ha tratado de forma distinta.
CHRISTIAN PETERSENAFP

La NBA es una organización camaleónica en lo deportivo, pero unidireccional en lo estructural. Capaz de estar casi siempre a la altura de las circunstancias, de ser consciente de cuál es la era en la que vive y actuar en consecuencia. Pero de vivir también de sus contradicciones, incoherencias, incongruencias. De hacer, como megaempresa, lo que le conviene en cada momento y hacer uso de una narrativa determinada en un momento concreto para justificar según qué decisiones. En 2014, y cuando la increíble presencia de Adam Silver y su magnético discurso llegaron a la mejor Liga del mundo, el escándalo Donald Sterling afloró y el nuevo comisionado actuó en consecuencia, y con una actitud implacable y una serenidad extraordinaria ante la opinión pública, expulsó al magnate y dueño de los Clippers y consolidó su posición ante las franquicias y los jugadores.

Han pasado ocho años desde la salida de Sterling y ha florecido otro caso: el de Robert Sarver, dueño de los Suns. Solo unos meses después del campeonato de los Bucks, saltó un escándalo en el equipo de Arizona, finalista entonces, que ponía a volver en jaque a la NBA. El propietario fue acusado de comportamientos racistas y misóginos y se inició una investigación que ha concluido con una histórica sanción de 10 millones de dólares... y un año apartado de sus funciones. Una decisión bastante contradictoria si tenemos en cuenta que Sterling jamás volvió a la mejor Liga del mundo y fue denostado hasta la saciedad.

Que la organización estuviera dispuesta a desprenderse de Sterling y no de Sarver por motivos que solo conocen ellos, pero de nuevo demuestra que no se siguen las mismas normas en todas las situaciones. Según el comunicado oficial de la NBA, el propietario utilizó hasta cinco veces de forma despectiva la palabra nigga (término peyorativo racista muy grave dirigida a la gente negra) y ha tenido situaciones de abuso de poder con sus trabajadores y de machismo con sus trabajadoras, especialmente con las embarazadas. Una situación por la que no se han pronunciado ni el dueño ni los Suns, que guardan silencio mientras la mayoría de la comunidad NBA se pronuncia críticamente sin pudor.

Sam Amick (The Athletic) ha sido uno de los periodistas que más se han indignado con la situación y asegura que la situación es incomprensible. Tras una revisión de más de un año que ha incluido entrevistas con más de 320 personas y 80.000 páginas, se pone en evidencia la actitud lasciva y el comportamiento matón de Sarver y, sin embargo, la sanción no corresponde a lo que dice el informe. Amick compara la situación con la de Sterling (el exjugador Jamal Crawford llamó al caso Sterling 2.0) y citó situaciones concretas que se conocen de la investigación: reprochar a los trabajadores delante de otros, decir a mujeres embarazadas que no podían trabajar al ser madres, repetir insultos a pesar de ser advertido previamente de los mismos...

Adam Silver no ha conseguido apaciguar los ánimos y ha realizado una comparecencia que no ha convencido a nadie. El comisionado, muy lejos de la figura que pretendió ser en el caso Sterling, ha pretendido defender una situación que al mismo tiempo ha tildado de “indefendible”. Jugadores como LeBron James o Chris Paul (que juega en los Suns) tamibén se han pronunciado contra la pasividad en el tema de la NBA y han criticado dura y públicamente, como suele ser habitual en dos personajes de semejante conotación social, tanto al dueño de la franquicia de Phoenix como a la competición norteamericana.

Desde el caso Sterling hasta el caso Sarver, la NBA ha vivido muchas cosas: un aumento del empoderamiento del jugador, la consecución de la dinastía histórica de los Warriors, nuevas exhibiciones de LeBron James y su extrema longevidad, mayor aperturismo y una pandemia mundial. La competición norteamericana ha gestionado las cosas como ha podido y resolvió con una burbuja y unas medidas muy estrictas la conclusión de la temporada 2019-20, en un contexto afectado por los asesinatos racistas perpetrados por la policía con el peligroso discurso de Donald Trump, hoy fuera de la Casa Blanca, de fondo. Y una amenaza frustrada de los jugadores de cancelar una temporada que había costado mucho volver a poner en marcha, que sí vino acompañada de un discurso político muy grande que marcó semanas tumultuosas que finalizaron con un anillo de los Lakers y el retorno a problemas deportivos que afectaron también al curso siguiente.

En la competición norteamericana hubo, igual que con Sterling y Sarver ahora, un doble baremo entonces: apoyó a sus jugadores y su lucha contra el racismo, pero hizo lo posible para que no se detuviera la temporada y forzó la máquina hasta que consiguieron que el curso siguiente empezara el 22 de diciembre de 2020 y no el 16 de enero de 2021, día de Martin Luther King, el elegido por la NBPA (sindicato de jugadores) para que los equipos tuvieran más tiempo de descanso entre una temporada y otra. El objetivo era salvar la lucrativa jornada de Navidad. El resultado, un torrente de lesiones y muchos positivos por coronavirus que afectaron a varias franquicias y provocaron que una parte de los playoffs pareciera desdibujada, con muchas plantillas tocadas y un ganador que emergió por encima de todos: Giannis Antetokounmpo.

La NBA vuelve a entrar en el terreno de las contradicciones y, de igual manera que rema a favor de corriente cuando le conviene, rectifica a la hora de la verdad. La connivencia de la organización con los propietarios es palpable y tener a otro dueño que pueda beneficiarles en el futuro y evitar que el empoderamiento del jugador aumente es positivo para la competición. En el caso de Sterling, que ya contaba con la animadversión de la Liga antes de que todo explotara, la situación fue de fácil resolución. Con Sarver, la competición norteamericana se ha puesto de perfil y ha evitado males mayores para ellos optando por una solución que, aunque expeditiva e indolora para ellos, no deja de posicionarse a favor de los propietarios ávidos de poder y dejan a un lado a los trabajadores, ya sean jugadores o empleados de las franquicias. La historia se repite. Pero la NBA, en esta ocasión, no ha estado a la altura. Y el problema, estructural, parece lejos de resolverse. Así están las cosas.