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Historia de la NBA

Andrew Bynum: el dominio efímero de un pívot sin rodillas

En crecimiento constante, los problemas en las rodillas ralentizaron, y finalmente acabaron, la carrera de un pívot llamado al dominio. Compañero de Kobe y Pau en los Lakers, fue dos veces campeón antes de caer en el pozo de las lesiones.

Andrew Bynum: el dominio efímero de un pívot sin rodillas
LUCY NICHOLSON
Alberto Clemente
Alberto Clemente es licenciado en Historia y Periodismo por la Universidad Rey Juan Carlos. Empezó su andadura en el periodismo en Cadena SER, donde estuvo de mayo de 2018 a enero de 2019, desempeñando sus funciones en la web, dentro de la sección de deportes. Tras dicha estancia, pasó a formar parte de As, siendo parte de la sección de baloncesto.
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Dentro de la infinidad de historias frustradas a lo largo de los años, tanto en el deporte como en la NBA, entra la de Andrew Bynum. El pívot tiene 37 años, pero lleva sin jugar al baloncesto profesional desde los 27. Un libro que acabó como empezó, con problemas constantes y eternos en unas rodillas maltrechas que le jugaron muchas malas pasadas y que fueron finalmente destruidas por el propio jugador, cuando ya se había convertido en estrella y tenía al mundo rendido a sus pies. También a los Sixers, que lo apostaron todo por un caballo ganador que nunca lo fue el mismo verano que perdieron a Andre Iguodala y tras llevar a los Celtics al séptimo partido de las semifinales de la Conferencia Este. Bynum era el elegido para ser el jugador franquicia, el hombre del futuro, llamado a dominar las zonas y los cielos. Pero nunca vistió la camiseta de la franquicia de Philadelphia, que se abocó entonces a un Proceso horroroso del que hoy siguen intentando recoger las migajas.

La historia de Bynum siempre fue por delante de la de los demás, pero también acabó mucho antes. Pasó por tres institutos distintos antes de promediar 22 puntos, 16 rebotes y 5 tapones en su año senior. Y si bien tenía inicialmente planeado ir a la Universidad de Connecticut, puso rumbo al draft de la NBA, siendo elegido por los Lakers en la décima posición. Se convirtió entonces en el jugador más joven de siempre en ser drafteado (con 17 años, 8 meses y 2 días), superando a Jermanie O’Neal, al que también se impuso posteriormente al debutar, algo que hizo con 18 años y 6 días. El pívot, que logró 2 rebotes y 2 tapones en su debut hacía historia de esta manera. Eso sí, con el punto a su favor de no tener las expectativas que generaron otros jóvenes jugadores que no habían pasado por la universidad (como LeBron James). Una norma que David Stern cambió a partir de 2006, cuando era obligatorio al menos un curso universitario antes de ser elegible.

Cuando Bynum aterrizó en Hollywood, los Lakers intentaban salir de una de sus mayores crisis en mucho tiempo. La derrota en 2004 ante los Pistons acabó con la dinastía de la fiebre amarilla y Phil Jackson salía de la franquicia por la puerta de atrás, mientras que Jerry Buss prescindía de Shaquille O’Neal y se quedaba con Kobe Bryant. La 2004-05 acabó con 34 victorias y playoffs, la salida de Rudy Tomjanovich a mitad de temporada por problemas de salud y el intento de Frank Hamblen, antiguo asistente de Jackson, para revitalizar la franquicia fue inútil. Jeanie, pareja por entonces del Maestro Zen, pidió su vuelta y éste aceptó de cara a la siguiente campaña, pero con unas condiciones: tener más participación en las decisiones directivas y control total sobre la plantilla. También quiso una parte de la propiedad, pero el Doctor Buss rechazó la propuesta porque se la quería legar a sus hijos, concediéndole a cambio una subida a su salario, que ya era el más alto de la NBA. Volvía el señor de los anillos.

Eso sí, antes de nada existió una necesaria conversación con Kobe, con el que había acabado fatal en su primera etapa en los Lakers. La cosa salió bien: el escolta sólo le pidió que fuera más comedido en sus comentarios a la prensa y que no filtrara información. La situación mejoró. En dicho contexto, Mitch Kupchak, General Manager por aquel entonces, le comentó a Jackson la posibilidad de que Bynum llegara a la entidad para tener una adaptación paulatina y progresiva. El entrenador solo tenía un problema: la forma de correr del pívot, ligeramente patosa y con los pies hacia dentro, algo que unido a su pero le causaría muchos problemas de rodillas en el futuro. Por el resto, el técnico lo vio como una buena incorporación y agradeció la consulta de la directiva antes de tomar una decisión. Las cosas fluyeron mejor a partir de entonces. Y los Lakers, poco a poco y Kobe mediante, resurgieron de sus cenizas y volvieron a ser competitivos. Con Bynum en la plantilla.

Ascenso y caída

Los Lakers disputaron tres Finales consecutivas (de 2008 a 2010) y ganaron los anillos de 2009 y 2010 con Bynum en la plantilla. Su poderío y constante mejora le convirtieron en titular en 2007, cuando estaba ya promediando 13,2 puntos, 10,1 rebotes y 2,1 tapones por duelo, siendo un referente interior del triángulo ofensivo que crecía en importancia. Pero el pívot se lesionó en un partido contra los Grizzlies y estaría fuera el resto de la temporada. Pau Gasol llegó entonces a los Lakers en un traspaso que incluyó los derechos de Marc para la franquicia de Memphis y los angelinos llegaron a las Finales, en las que notaron en demasía la baja de Bynum y que perdieron (4-2). La derrota fue muy dolorosa, pero la semilla se había plantado y sólo necesitaba germinar, algo que llegaría en los dos años siguientes, en los que la entidad californiana volvió a ser el epicentro del mundo y permitió a la NBA volver a presumir del juego más cautivador del planeta.

Los Lakers ganaron en 2009 y 2010 con una buena aportación de Bynum. El todavía joven jugador fue titular, pero también el primer recambio en favor de Lamar Odom, más polivalente, una rotación que permitía más espacios para un Pau Gasol que tenía más incidencia cuanto más cerca estaba del aro. En 2011, la derrota ante los Mavericks en semifinales de Conferencia (4-0) propició el adiós de Phil Jackson tras una temporada de muchos altibajos. Y ahí fue cuando Andrew Bynum ascendió al estrellato: Mike Brown llegaba a la entidad para cambiar ciertas cosas y la salida de Odom le dio la oportunidad perfecta para ello. Pau ya no era el principal receptor de una zona que fue monopolizada por su compañero, que jugó mucho más posteo y fue la segunda opción después de Kobe Bryant, mientras que el español ocupó otro rol. Más allá del acierto o del error que pudiera suponer algo así, la realidad es que Bynum disputó la mejor temporada de su carrera: 18,7 puntos, 11,8 rebotes y 2 tapones de media, lanzando con el 55,8% en tiros de campo y teniendo una gran continuidad física: 60 partidos diputados de los 66 posibles, siendo esa la segunda ocasión en la historia en la que un lockout acortaría el calendario habitual.

Bynum se fue entonces a 37 dobles-dobles, igualó o superó en siete ocasiones la treintena de puntos y llegó a los 30 rebotes en la victoria de los Lakers en una visita a San Antonio. En el primer partido de playoffs logró un triple-doble de 10 puntos, 13 rebotes y 10 tapones, el máximo en la fase final igualando a Mark Eaton y Hakeem Olajuwon. A pesar de bajar sus prestaciones en la fase final (16,7+11,1, con más de 3 tapones), monopolizados por Kobe (30 de promedio) en la ofensiva, Bynum llegó al All Star por primera vez en su carrera y fue incluido en el Segundo Mejor Quinteto de la temporada. Pero volvió a caer lesionado de la rodilla, que le había dado muchos problemas y nunca se había cuidado. Fue traspasado a los Sixers, donde continuó con sus desmanes: en 2009 ya se le había visto en una fiesta con una mujer en brazos a pesar de la rehabilitación y ese verano recayó cuando jugaba a los bolos. Una situación que le impidió ser jugador franquicia y caminar hacia el estrellato cuando el mundo podía ser suyo. Y un autocuidado físico que nunca existió, siendo su mala cabeza la perdición final. Algo comprensible para un jugador joven como él, que se vio con demasiado dinero demasiado pronto... Y se tuvo que retirar a una edad muy temprana y un legado cuestionable.

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La temporada 2012-13 no existió para Bynum, que intentó posteriormente un regreso que nunca fue tal, a pesar de tener brotes verdes en los Cavaliers. Allí, a las órdenes (de nuevo) de Mike Brown, tuvo un leve resurgir: 8,4 puntos y 5,3 rebotes en 24 partidos. Pero fue un mero espejismo que se volvió a truncar por culpa de las rodillas. Bynum fue traspasado a los Pacers en un movimiento en el que un referente cultural como Danny Granger (ya muy castigado por las lesiones y lejos de su mejor versión) salía de la entidad para hacer hueco a un pívot que llegaba para reforzar la zona de suplente de Roy Hibbert en el intento del equipo de Indiana, liderado por Paul George, de acabar con el dominio de los Heat de LeBron James en el Este. Nada más lejos de la realidad: Bynum apenas disputó dos encuentros, volvió a lesionarse y ya no regresó ni volvió a jugar en ningún otro equipo. Una estrella que brilló de forma efímera y que se vio abocada a un temprano éxito... y a un temprano final. Muchos problemas en el tres inferior, un talento innato, unas cualidades físicas óptimas y una cabeza muy mala con una partida de bolos que dictaron sentencia. Cosas que pasan.

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