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Adiós al grito de “1, 2, 3 ¡Cancún!”

El chascarrillo que se suele hacer a los equipos de la NBA cuando son eliminados proviene de una broma que hizo Nick Van Exel en los Lakers.

Shaquille O'Neal, Kobe Bryant, Nick Van Exel y Kobe Bryant, en los posados previos al All Star de 1998.
Andrew D. BernsteinDIARIO AS

Se ha convertido en soniquete habitual en cuanto un equipo de la NBA termina su temporada, eliminado en la fase regular o fulminado en las eliminatorias por el título: alguien dice o escribe en redes “Un, dos, tres ¡Cancún!”. Un grito de guerra que usan a veces los propios jugadores y que hace referencia al que fue durante años uno de los lugares tradicionales de vacaciones para los jugadores de la NBA y al “un, dos, tres” habitual de los jugadores cuando hacen piña, sobre todo antes de empezar los partidos o al final de los tiempos muertos.

La broma tiene historia, una que se remonta a los playoffs de 1998 y a los primeros y no precisamente buenos tiempos de Shaquille O’Neal y Kobe Bryant juntos en los Lakers, que trataban de jugar sus primeras Finales de la NBA en siete años (desde que perdieron en 1991 contra los Bulls de Michael Jordan) pero se estamparon a lo grande la final de la Conferencia Oeste: 4-0 contra Utah Jazz, el bulldozer dirigido por John Stockton y Karl Malone. Eran unos Lakers que no encontrarían la gloria hasta la llegada, un año después, de Phil Jackson. Por entonces, el entrenador era Del Harris, y el equipo era una reunión enorme de talento con obvios problemas de madurez competitiva: además de Kobe y Shaq, Nick Van Exel, Eddie Jones, Elden Campbell, Rick Fox, Robert Horry, Derek Fisher…

Van Exel, en concreto, era un base explosivo, pequeño pero muy rápido y con una enorme capacidad anotadora. En aquel 1998 fue all star y ese verano se marchó a los Nuggets, traspasado cinco años después de haber sido drafteado por los Lakers en 1993. Cuestiones sobre su carácter pesaban por entonces más que su nivel de juego, algo que ha marcado su legado. Porque, además, fue el que antes del inicio del cuarto partido contra los Jazz, cuando la barrida estaba cerca de consumarse, aprovechó la piña que hicieron los jugadores en el pasillo del Forum, justo antes de saltar a la cancha, para cambiar el “un dos, tres, Lakers” por un “un, dos, tres, Cancún”. Las vacaciones estaban a la vuelta de la esquina.

Años después, le contó a periodista Howard Beck que solo quería hacer una broma y que ni siquiera lo dijo demasiado en alto. Que en absoluto era una forma de dejar claro que había dimitido, que ya había dado la temporada por acabada: “Se me ocurrió, me vino a la cabeza sin más. No era nada que tuviéramos preparado”. Lo que menos se imaginaba es que décadas después fuera el chascarrillo habitual para despedir a los equipos en la NBA: “Debería haberlo registrado, visto lo visto”. En todo caso, su equipo perdió y ni siquiera sacó un punto en aquella eliminatoria que dejó muy tocados a los Lakers: “Éramos jóvenes. Había quienes solo pensaban en sumar sus puntos, hacer sus números, no en que saliéramos a ganar todos juntos, como un equipo”.

Solo quería hacer una broma, que todos nos relajáramos un poco. Yo era así, bromista, me gustaba que los demás estuvieran relajados. No lo escucharon muchos, pero los que lo hicieron sí se rieron un poco”, aseguraba un Van Exel que tenía entonces 26 años, siete más que Kobre Bryant. “Nadie en ese vestuario tenía fe en que fuéramos a remontar y ganar la serie”, recordaba. Nadie ha remontado nunca un 3-0 en la NBA. Un mes después de la ocurrencia, estaba en los Nuggets a cambio de un veterano como Tony Battie y los derechos de draft de Tyronn Lue. Cuando no había pasado ni una semana de la operación, Los Angeles Times hizo público el asunto del grito (“un, dos, tres, Cancún”). El artículo decía que Shaquille se había quejado a Jerry West y que la anécdota, por lo tanto, había crecido hasta convertirse en un asunto principal en la salida de Van Exel. Él, lo niega: “El traspaso estaba acordado mucho antes, y yo sabía que me iba a ir. No fue por eso, pero alguien tiene que pagar el pato siempre”.

En todo caso, el traspaso acabó viéndose como algo lógico: Van Exel había tenido problemas bien documentados con Del Harris, el backcourt necesitaba minutos para Kobe y Derek Fischer, además de Eddie Jones, y el vestuario estaba dividido y necesitado de aire fresco y nuevos liderazgos.

También con el tiempo, O’Neal asumió parte de la culpa: “No todo fue Nick, yo también tuve que ver con todo aquello. ¿Con el grito de Cancún? Pues seguramente también, sí. No se puede echar la culpa solo a uno. Fui yo, fueron Eddie y Nick… todos. No se trate de que uno se la cargue. Todos teníamos la misma mentalidad. Si estabas 3-0 contra equipos como los Spurs y los Jazz, no había vuelta atrás, y lo teníamos claro. Sabíamos que no íbamos a remontar. Así que yo pensaba en que me dejaran salir, meter mis 40 puntos y marcharme a Orlando a relajarme un poco”.

Pero el propio Van Exel y otros como Robert Horry ha reconocido que eso en concreto, el “un, dos, tres, Cancún” sí salió de Van Exel y sorprendió a los demás. Él insiste, eso sí (siempre lo hace), en que no fue para burlarse de la situación, una muestra de poca profesionalidad, sino para arrancar una sonrisa a sus compañeros. Hoy, su broma es una de las frases hechas más populares de la NBA.

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