Cine

El tiempo muerto de Charles Thomas

El documental ‘Temps Mort’ narra la historia de un renacimiento: durante cuatro décadas se creyó muerto a Charles Thomas, ex del Barça de baloncesto, cuando en verdad no lo estaba.

Charles Thomas -
Monica Gonzalez
Mike Maestre
Nació en Madrid en 1992. Cursó estudios en Periodismo en la Complutense de Madrid. Entró a AS en 2017 y se zambulló en Baloncesto. Y ahí sigue, entre NBA, ACB, LEB, competiciones internacionales... Ha trabajado, además de aquí, en MARCA, NBAmaniacs, EuroSport, la revista Gigantes o las retransmisiones de Euroliga.
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Cómo volver a la vida cuarenta años después de que se te creyera muerto. Una historia de película. La de Charles Ray Thomas, jugador estadounidense de baloncesto con un reconocido paso por España en las décadas de los 60 y 70 del siglo XX. Y tan cinemática es que se ha convertido en un documental, Temps Mort, que pasó por los Verdi unas semanas en Madrid y Barcelona y se ha estrenado recientemente en la plataforma 3Cat. Un viaje dirigido por Fèlix Colomer y con producción ejecutiva de Carlos Jiménez, a través del que saltaron las alarmas en Estados Unidos sobre una condición errónea que no existía: una persona dada por fallecida que estaba bien viva.

La desaparición de Thomas de España en los setenta fue un enredo provocado por su caída como persona y profesional. Un bon vivant de 2,01 metros, pívot que combinaba el físico como para tocar la parte alta del tablero con el estilo para desplazarse por la pista. Nada de esto sirvió cuando uno de sus meniscos se le subió casi hasta la cadera. Entró en una espiral autodestructiva viviendo en Barcelona, despedido de un Manresa que no es lo que es hoy tras sólo nueve partidos (se negó a entrar a la pista, sabiéndose lejos de su mejor nivel). Su mujer, Lynda Bradshaw, huyó con los hijos de ambos, Carlos y Matson, después de continuas discusiones. En España, tras la lesión que truncó sus aspiraciones profesionales, se dio a la mala vida. También desapareció tiempo después, incluso abandonando su flamante coche en una calle, en busca de recuperar el tiempo perdido. Intentó recuperar a su familia, no le fue posible y se esfumó. No volvió a contactar con nadie de aquel entorno español, ni compañeros ni conocidos, tampoco con la familia. Las noticias llegaban con cuentagotas hasta que circuló una que heló la sangre a todos: aparentemente Charles había fallecido en Nueva York, alrededor de 1980, en circunstancias sin aclarar (especulaciones que iban desde un ajuste de cuentas hasta la sobredosis o un tiroteo). Era mentira. Se supo cuando la pandemia de coronavirus estrechó el cerco. Estaba vivo.

Charles Thomas empieza devoto del baloncesto en los Golden Eagles de Cal State, en Los Ángeles, donde destacó por sus rebotes. Cuatro temporadas de periodo universitario y qué más hacer. Le cambió la vida el viaje a tierras estadounidenses de Ramón Ciurana, un visionario que buscaba talento yanqui para el baloncesto europeo. Intentó llevarse a Lew Alcindor, nombre de nacimiento de Kareem Abdul-Jabbar, pero rebajó sus expectativas al comprender que el número uno era tarea imposible. En una macroprueba que realizó a una treintena de talentos destacó el poderoso Thomas.

En 1968 aterrizó en el Club Bàsquet Sant Josep. Dos temporadas allí para instalarse y dejar boquiabierto a los que seguían este deporte en Cataluña. En ellas se coronó como máximo anotador de la Liga Nacional -la anterior a la ACB- y captó miradas golosas. Como la del Barça. Ciurana había fichado por el club azulgrana como directivo y se lo llevó. Era el primer cambio de una nueva norma: captar talento americano para tratar de acercarse al inexpugnable Real Madrid de Pedro Ferrándiz. Años después terminó de surtir efecto la apuesta con jugadores como Audie Norris. Para Thomas era el paso adelante necesario. Entrenado por Xabier Añua, allí hizo pareja con Norman Carmicheal, procedente de la Washington capitalina, una persona que cerraría este imperfecto círculo. Una lesión de rodilla le destrozó la carrera. Un año de recuperación, realizada sin el sacrificio necesario, vio que había perdido la agilidad y la potencia de salto que le caracterizaba, se vino abajo y fue sin frenos. En 1976 bajó para probar en Manresa. Había empezado a coquetear con las drogas. Quedó fuera del baloncesto, porque fue despedido, y ni sus antiguos amigos le veían futuro.

Norman Carmicheal reaparece en esta historia cuatro décadas después. Su hijo le llamó la atención sobre algo: una videollamada a su móvil. Era el desaparecido Charles Thomas. Creyéndolo una broma de mal gusto, intentó indagar haciéndole preguntas y descubrió con el fluir de la conversación que perfectamente podía ser su amigo el que estuviera al otro lado. Unas enfermeras le habían mostrado a Thomas un artículo de Carlos Jiménez que recogía su vida y obras, y al traducirlo el primer nombre que le llamó la atención fue el Norman. Por eso quiso contactar con él desde Texas.

RELACIONADO | Aquí está disponible el documental

Estaba y permanece en una residencia de la localidad de Amarillo, en el estado texano, y se desplaza en silla de ruedas. Una vez estrenado este documental sobre el resurgimiento cuenta 79 años de edad. Tan caprichosa es la existencia que durante la preparación de la citada cinta falleció Carmicheal (one-club man, en el Barça desde 1969 hasta su retirada en 1978), el gran compañero de Charles y padrino de su hijo Matson, por culpa de un cáncer de páncreas. En la grabación se muestra su reencuentro cuatro décadas después.

Así vive Charles Thomas

¿Cómo fue posible? “Ahora estoy feliz. Pero he tenido una experiencia muy solitaria durante cuarenta años. Como si fuera Moisés, he estado en el desierto mucho tiempo”, relata. “He estado vagando por las calles de Nueva York. Y ha sido trágico. Pensaba en mis hijos, pero sabía que estaban en buenas manos. Se los dejé a Dios, podría decir, a las circunstancias: si quería que volviera con ellos, lo haría”, explica. Sus hijos han retomado cierto contacto con él, aunque el menor -Matson- ve “una decepción” que Charles no se pusiera en contacto con ellos ni para saludarles. “Tuve problemas con el alcohol. Bebía con otros sintecho. ¿La peor parte? Las noches. En invierno el frío te congelaba aunque anduvieras kilómetros. Pero me acostumbre a esa vida. Una semana aquí, dos meses allá, etc.", cuenta de una vida que tuvo durante veinte años. Un día un señor de Amarillo le recogió, le pidió que le acompañara y le enseñó la residencia en la que se mantiene. Pero cuando quiso remontar el destino le dio otro guantazo: trabajando en la construcción sufrió una accidente laboral por el que tuvieron que amputarle las dos piernas. Operado, sólo le quedó adaptarse a la reclusión con otros compañeros de geriátrico. ¿Positivo? Volvió a la vida, también para unos hijos que tratan de construir una nueva relación con él. “Busco respuestas. Sabía que estabas por ahí, sólo quería verte antes de irme de este mundo. No tengo rencor”, sentencia Matson Thomas.

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