Cambio universitario
Aday Mara, Baba Miller, Conrad Martínez... La NCAA se ha convertido en un escaparate para los jugadores españoles, algo que no ocurría antes.
Lo que suele ser algo habitual en el baloncesto femenino no ocurría tanto en el masculino. Por la NCAA han pasado algunas de nuestras jugadoras más destacadas (Elisa Aguilar, Anna Montañana, María Conde, Maite Cazorla, Leti Romero...), pero si hablamos de baloncesto masculino los ejemplos son contados. Mike Hansen y Sergio Luyk fueron de los primeros, aunque tenían un vínculo con Estados Unidos (sus padres eran de allí). Iker Iturbe y Rodrigo de la Fuente les siguieron a mediados de los 90. Pasaron por la Universidad de Clemson y de Washington State, respectivamente, y luego tuvieron una fructífera carrera en el baloncesto europeo; curiosamente entre España (ambos en Estudiantes, De la Fuente también en el Barça e Iturbe, en el Real Madrid) e Italia (Benetton, Virtus Roma y Teramo para el primero y UPIM Bolonia, el segundo). También Javi Rodríguez (Boston College). Y luego está el caso de Ricky Peral, el Kukoc español, que se marchó a la Universidad de Wake Forest con la oposición del Madrid y aunque regresó a Europa (PAOK de Salónica), pronto ‘colgó las botas’ para emprender una carrera en la enseñanza en Estados Unidos.
Rafa Vidaurreta fue el último universitario en nuestra ACB durante muchos años. El pívot aterrizó en el Estudiantes procedente de la Universidad de Wake Forest y pasaron más de 15 años hasta que otro jugador llegado de la NCAA hiciera carrera profesional en este deporte. Fue Sebas Saiz, que tras licenciarse en la Universidad de Misisipi, firmó un contrato con el Real Madrid, aunque nunca llegó a vestirse de blanco. Su primera temporada la pasó cedido en Burgos y la segunda, en Tenerife. Saiz, que sigue siendo un ídolo en el baloncesto japonés, ha sido héroe de las Ventanas y campeón europeo en 2022.
Desde el madrileño, otros jugadores han encontrado cierta continuidad en el baloncesto patrio: Francis Alonso, Iván Cruz, Rubén Guerrero, Yankuba Sima... Pero ahora los tiempos han cambiado, como demostró Santi Aldama, el primero en dar el salto directo desde la NCAA a la NBA. El ala-pívot hizo las maletas con 18 años para comprometerse con Loyola Maryland, una universidad que no estaba en primera línea, pero donde se encontraba Ivo Simovic, hombre de confianza de la familia Aldama. Dos años después, los Jazz le elegían en el puesto 30 para traspasar después sus derechos a Memphis Grizzlies, su equipo actual.
La normativa de la NCAA también ha ayudado a este cambio: en 2021 se aprobó que los universitarios pudieran percibir ingresos a través de su imagen. Según la web On3, que da una estimación de cuánto dinero pueden generar los deportistas, el valor de Bronny James, el hijo de LeBron, rondaría ya los seis millones de dólares. Eso y la mayor visibilidad que puede ofrecer una universidad como UCLA han sido los motivos que han empujado a Aday Mara a dar el salto a la NCAA. El pívot, que podría ingresar más de medio millón de dólares en conceptos de imagen, plantó al Casademont Zaragoza para jugar en UCLA, un escaparate que podría hacerle también subir algunos puestos de cara a presentarse al próximo draft. En este momento, en las previsiones, se suele colar entre los 15 primeros.
Pero el caso de Mara tampoco es aislado. Baba Miller, oro mundial Sub-19, es otra de las perlas del baloncesto español. El exmadridista disputará su segundo año en Florida State, una temporada que se espera que sea más placentera para él tras un primer año en el que no pudo debutar con los Seminoles hasta entrado enero. El alero fue sancionado por viajar a Estados Unidos para entrenar con diferentes universidades, que costearon estos viajes, algo totalmente prohibido por la normativa.
También estarán en Estados Unidos otros dos compañeros de generación de Mara: Conrad Martínez (exbase de la Penya y ahora en los Arizona Wildcats) y Álvaro Folgueiras, en los Colonials de Robert Morris, y que adelantó un año su salto: cursó ya en Estados Unidos (Academia de Florida) su último año de instituto. El talento ahora cruza el charco.
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