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Rudy Gobert y su dura infancia: “No queremos a ese bebé en casa”

El pívot de Minnesota Timberwolves escribe en ‘The Players Tribune’ sobre su difícil niñez en Francia antes de convertirse en una estrella de la NBA.

Rudy Gobert, pívot de Minnesota Timberwolves, tras el sexto partido de las semifinales del Oeste frente a Denver Nuggets.
DAVID BERDINGAFP

Rudy Gobert es, posiblemente, uno de los jugadores de la NBA que más crítica, burla reciben por redes sociales. Algunas justificadas. Otras, simplemente, le utilizan como saco de boxeo en redes sociales. También hay alabanzas, claro, ante el poder en la zona de un pívot que tiene en su palmarés cuatro premios como Mejor Defensor de la Liga norteamericana, el último esta misma temporada.

Dardos y alabanzas para un pívot, tres veces all-star, que no deja indiferente a nadie, que está realizando uno de sus mejores cursos de su carrera con unos Minnesota Timberwolves a los que llegó, tras un traspaso de altísimo valor, casi a precio de superestrella, desde unos Utah Jazz que vieron que el proyecto Mitchell-Gobert alcanzaba para temporada regular, pero que desfallecía en los playoffs.

Y que aterrizó en la NBA en 2013 tras una infancia muy dura, despreciado por la familia de su madre, que tuvo que criarlo sola después de que su padre regresará a Guadalupe, su país de origen. El motivo, su color de piel. “Antes de que fuera consciente, cuando era sólo un niño que venía al mundo en el norte de Francia, algunas personas no me querían cerca por lo que soy. Y no sólo personas. Mi propia gente. De hecho, una familia muy unida”, escribe en The Players’ Tribune el francés (31 años y 2,16 m), que se define como una persona “un poco incomprendida” en Estados Unidos. Cuando llegó a Norteamérica, por su origen francés. Luego, por situaciones que él también forzó como el momento micrófonos previo a la COVID y su positivo, el primero de la Liga. Esta temporada, con la agresión que sufrió por parte de Draymond Green.

Un cúmulo de circunstancias. Pero volvamos a la historia, a su infancia. “No queremos a ese bebé en nuestra casa”, recuerda que le decía su familia a su madre. “Es un recuerdo doloroso, pero necesito compartirlo. Verás, todos los años, el lado de la familia de mi madre tenía esta gran cena de Navidad en la casa de cierta persona. Mi mamá es blanca. Mi papá es negro. Es de Guadalupe y jugaba baloncesto profesionalmente en Francia cuando se conocieron. Mi mamá ya tenía dos hijos blancos de su relación anterior, y luego vine al mundo… Y para algunas personas, eso fue un problema”, continúa Gobert.

“Después de que yo naciera, ciertos familiares le dejaron muy claro que no podía venir a la cena de Navidad si me llevaba consigo. Podría venir sola. Pero ella no podía traer a ese niño. No podía traer a Rudy. Estaba devastada. Y obviamente, ella pasó la Navidad conmigo. Ella les dijo: ‘Si así piensan, entonces no me verán más. No en Navidad. Jamás. No quiero tener nada que ver contigo”, prosigue el francés, que creció en casas sociales de San Quintín, Aisne, al norte de Francia. Una zona multicultural, con inmigrantes de todos los rincones del mundo y desde la que salió hacia Amiens a los 13 años para comenzar a forjar una carrera en el baloncesto con la que ha completado su sueño: “Un día no tendremos que preocuparnos por nada”.

“En ese momento, yo ni siquiera había cogido todavía una pelota de baloncesto. Pero sabía, realmente lo sabía, que de alguna manera todo esto iba a suceder. Tenía una creencia de hierro. No necesariamente que fuera a jugar en la NBA. Pero que iba a tener éxito, fuera lo que fuese lo que eso significara para mí. Ciencia, derecho, contabilidad, lo que sea. No importó. Lo iba a lograr. Para nosotros”, comenta el francés ya eliminado de la lucha por el anillo al perder los Wolves en finales del Oeste contra los Mavericks de Luka Doncic.

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