Feliz septiembre en Springfield
Coincidí con Pedro en Madrid, muchas veces, también en Alicante, en su casa frente al mar, pero ahora que se ha ido se me viene a la cabeza caminando por Springfield. Fue allí donde empezó todo, donde a un tal Naismith se le ocurrió un deporte que consistía en colar una pelota por un cesto. Pedro se hubiera llevado bien con Naismith, él también inventó lo suyo. Como la famosa autocanasta de Alocén o como las mil historias de los fichajes que hizo, pues tenía la capacidad de contártelas del derecho y del revés. Unas veces fichaba a Brabender porque lo había visto en un partido en Minnesota, otras se topaba con él por primera vez al tocar a la puerta de su casa. Al abrir Wayne, Pedro le preguntaba: “¿Está tu hermano mayor?”, pues le habían hablado maravillas de aquel alero y se imaginaba a alguien más alto. En aquel momento yo ya no sabía qué historia era la real, pero me daba lo mismo.
Le recuerdo cruzando el campus de Springfield porque fue allí donde en 2007 entró en el Hall of Fame del baloncesto estadounidense. Disfrutó como un niño pese al fuerte dolor de espalda que le hizo pedirme perdón cien veces durante aquel viaje. “No te pude atender como debía”, insistía. De aquella experiencia guardo una tarjeta con las palabras ‘VIP GUEST’ que llevaba siempre encima. Y es que eso era yo, el invitado de Pedro Ferrándiz en la meca del baloncesto. Traduje lo que le decían y expliqué a los demás quién era él, su enorme legado. A Phil Jackson, a Dominique Wilkins, a Chuck Daly o a Bill Russell. Cuando les narraba la autocanasta de Alocén, los ojos de todos ellos parecían decir: “¿Cómo no se nos ocurrió a nosotros?”. Pues porque esa locura solo se le pudo ocurrir a un genio como Pedro, a quien tuve la suerte de acompañar en aquel viaje al lugar donde nació ese deporte que tan feliz le hizo.