La soledad de Tavares
La salida de Poirier ha empequeñecido la zona blanca. Ibaka y Garuba no consiguen sustituir al francés y el caboverdiano se tiene que multiplicar hasta la extenuación.
El Real Madrid está en crisis. Es ya un hecho innegable tras y como está transcurriendo la deriva de un equipo que no para de acumular derrotas y situarse detrás de sus rivales directos en cualquier competición. Lo que se pensó que era un accidente cuando cayeron en la final de la Supercopa de España ante el Unicaja ha sido una constante que exige muchas explicaciones y plantea muchas preguntas, pero todavía sin respuestas y sin que el equipo se mueva en el mercado, algo que parece cada vez más necesario y que sigue sin suceder desde que Guerschon Yabusele puso rumbo a la NBA en verano, cuando parecía que la plantilla ya estaba cerrada. Tras eso, los blancos se han tenido que enfrentar al infierno de las lesiones, a reveses inesperados y victorias que no llegan mientras se siguen hundiendo en las clasificaciones de la Liga Endesa y de la Euroliga y entierran cualquier brote verde en otro mal momento que les deja un poco más abajo de lo que estaban antes de intentar y no poder emerger.
La derrota ante el Fenerbahçe ha sido desoladora para el Madrid, que ha trasladado al WiZink Center todos los males que tenía fuera de casa, donde consiguió ganar al Murcia y, por primera vez en toda la Euroliga, al Barça en el Palau. Ese partidazo provocó que el optimista se adueñara de las sensaciones entorno al equipo, pero primero cayeron ante el Joventut en la competición doméstica y, tras ello, han sumado dos derrotas consecutivas, ante el Asvel y los turcos, en una semana de jornada doble que les ha dejado tiritando. En la ACB ocupan el cuarto puesto con un balance de 6-3, pero la situación en la máxima competición continental es absolutamente desoladora: 6-8, balance negativo y en el puesto número 13, por detrás de todos los grandes rivales, estén bien (Paris, Fenerbahçe) o no lo estén tanto (Barça o un irregular Panathinaikos). Y todo, con una cantidad de partidos de aquí a final de año que corresponden a un calendario siempre apretado y que está haciendo mella en el equipo de un Chus Mateo cada vez más cuestionado.
El Madrid recibe al Unicaja en el WiZink este domingo, el líder de la competición, que se impuso al Barça en la ACB y ganó a los blancos en la final de la Supercopa. Tras ello, Zalgiris y Breogán visitarán el antiguo Palacio antes de otra jornada doble de Euroliga, en la que visitarán al intratable Paris Basketball antes de jugar en casa frente al Mónaco en una semana durísima, que terminarán en la Fonteta contra el Valencia. Y, después de tres días de descanso, llega la recta final del año con dos partidos: el Alba Berlín en la Euroliga y el Barcelona en la Liga Endesa. Contra los azulgranas será el tercer Clásico de la temporada tras las ya mencionadas victorias en el torneo inaugural de la Supercopa y el titánico duelo de la Euroliga que se fue a dos prórrogas. Una odisea en la que el Madrid disputará ocho partidos de aquí al 31 de diciembre para cerrar el 2024. Lo que supone un gran esfuerzo físico para los jugadores. Edy Tavares a la cabeza.
Los problemas en el puesto de pívot
La salida de Vincent Poirier al finalizar la temporada pasada no tuvo tanta repercusión como otras (Rudy y el Chacho se retiraban, Yabusele ponía rumbo a la NBA...), pero ha acabado siendo de las más importantes, sino la que más. Para reemplazarle llegaron Serge Ibaka y Usman Garuba, dos ala-pívots más que centers puros que le dan relevos al caboverdiano, pero sin tener la misma incidencia. El primero acaba de cumplir 35 años, ya no tiene la capacidad atlética de antes, sus cualidades defensivas han decrecido y es difícil encontrarle un lugar en un ataque en la que pasa demasiado tiempo en la línea de tres y demasiado poco debajo de la canasta. Mientras que Garuba llegaba con poco tiempo de competición tras tres temporadas en la que no ha tenido continuidad en la mejor Liga del mundo y, además, se lesionó a inicios de curso, lo que impidió que cogiera ritmo, regresando recientemente con todo el mundo rodado menos él, cosa que se ha notado en demasía, por desgracia para el equipo.
Tavares promedia 7,4 puntos y 6,1 rebotes en la Liga Endesa, mientras que en la Euroliga se va a 11,1 y 8,3. Pero el problema no es ese: el pívot se va a más de 22 minutos por partido en la competición doméstica y más de 26 en el torneo del Viejo Continente. Ibaka ha disputado los 15 minutos restantes en ACB, con 5,7 tantos de media, aunque un 23% en triples. En Europa se va a 7,6, pero en 11 minutos, siendo el tiempo en pista de la estrella caboverdiana exponencialmente superior y muchas veces consecutivo, especialmente en las segundas partes. Garuba, recientemente recuperado de sus molestias físicas, apenas ha tenido incidencia, pero las costuras ya se han visto con los tres disponibles. Ante el Fenerbahçe, Tavares se fue a 29 minutos, con 13 puntos y 7 rebotes. Ibaka jugó menos de 11, con 3 tantos y un solo lanzamiento intentado. Garuba estuvo 12 y no anotó. La diferencia en los dos lados de la pista es brutal cuando Tavares se sienta, desde la conexión que Campazzo tiene con el pívot hasta la bajada natural de nivel que hay sin él, su poder intimidador y su facilidad para capturar rebotes ofensivos y condicionar todo el ataque con su altura y sus bloqueos. Y la solución no parece próxima.
Pensar que Ibaka y Garuba van a mejorar de forma sustancial, tanto como para mostrarse como dignos reemplazos de Tavares, es un ejercicio de optimismo que es difícil tener en una situación concreta como la de la zona del Madrid, cuando ni siquiera se tiene con el Madrid como equipo en su conjunto. La temporada pasada y con Poirier (que promedia 9,2 puntos y 4,5 rebotes en casi 22 minutos por partido en el Efes), los blancos conseguían tener a un pívot de élite en pista durante los 40 minutos, algo que les diferenciaba de cualquier otro equipo del continente. El francés se fue buscando más protagonismo y minutos, aunque no sin malas palabras contra nadie, simplemente para jugar más y tener otro tipo de rol. Y ahora, el caboverdiano está solo (entiéndase el contexto de esta palabra), descansa poco, está mucho tiempo en cancha y, además, asume mucho juego, siendo esencial en los dos lados de la pista y moviéndose de forma constante, además de chocar contra cuerpos voluminosos todo el rato. Todo eso, camino de los 33 años. Y con el Madrid en plena crisis de resultados y sin moverse en el mercado. Demasiadas cosas a tener en cuenta. Muchos problemas. Y, sobre todo, pocas soluciones. Eso es lo peor.
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