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NBA | SUNS 120 - CLIPPERS 114 (1-0)

Booker ya está preparado

La estrella de los Suns (40+13+11), en ausencia de Chris Paul, decanta el primer partido de las Finales del Oeste. Paul George, sin Kawhi, lidera sin premio.

Booker ya está preparado
Phonix SunsTwitter

El Phoenix Suns Arena retumbaba como pocas veces. Su arquitectura, una cúpula envolvente, ayuda a ello; pero el origen de los rugidos poco entendía de estructuras arquitectónicas. Los de Arizona, una década después, volvían a las Finales de la Conferencia Oeste. Querían Finales y tuvieron Finales. Querían estrellas y, pese a todo, tuvieron estrellas. No estaban ni Kawhi Leonard ni Chris Paul, pero sí Paul George y Devin Booker. Respondieron como demandaba la ocasión. En un pulso en el que sólo podía quedar uno, fue el segundo quien, pese a su juventud, eligió mejor los momentos: George arrancó con todo y Devin se guardó lo mejor para el final. 34 puntos para el primero, pero, para el segundo, un triple-doble, el único de su carrera, con mensaje incluido: se ve preparado para, en sus primeros playoffs, reinar en el Oeste. 40 puntos, 13 rebotes y 11 asistencias con un 51,7% en tiros de campo y un 42,9% en el triple. Faltaba la veteranía, pero la juventud también puede valer por ella. Puede valer por dos. 120-114 y 1-0 en la serie, que arranca brillando y con mucho por brillar.

Por estamento dentro de la liga, dentro de sus propios equipos y por rencillas del pasado, Booker y Paul estaban llamados a batirse en duelo, a ser los líderes, en lo baloncestístico y en lo moral, en lo tangible y en lo intangible. El segundo aparecía antes que el primero, con siete puntos en los primeros siete minutos y una retahíla de acciones para enarbolar la bandera de superestrella, con un step-back ante Jae Crowder como escudo de su cruzada. Booker, mientras tanto, jugaba al escondite: preparaba su engaño. Sin Chris Paul, y con más tiempo con el balón, la trampa de la previsibilidad era seductora, pero salvable cuando el talento desborda. Una canasta preciosa, con el pabellón en pie y haciendo gala de su eco, daba fe de ello y ponía el broche a una primera mitad a la altura, con 18 cambios de líder, 5 puntos de ventaja máxima para ambos equipos y, los dos, por encima del 45% en tiros de campo: muchas alternativas y pocas reservas.

La fórmula de los playoffs era la adecuada. Poca pausa, intensidad defensiva que fracasaba en medio de un festival de transiciones y apariciones esperadas e inesperadas, estelares y rudimentarias. Pura NBA: la mejor liga del mundo. En su apuesta, seguramente, Monty Williams veía un all in claro: que el ritmo no pare, debía sonar en su cabeza. Después de su barrida a Denver Nuggets en semifinales, quería hacer valer su descanso, prolongado desde el 13 de junio. Una semana, una eternidad en el hyperloop de la fase final. Tyronn Lue, de agudo olfato, y como ya había avisado en la previa, ampliaba la rotación para contrarrestar la falta de aire. Y, con ello, llegaban sorpresas, como la irrupción de DeMarcus Cousins a través de un machaque despiadado. Anotaba 11 puntos en cinco minutos, pero se quedaría en eso. El físico da para lo que da. Lue utilizó hasta 10 jugadores (veremos en los siguientes partidos...), pero la producción se quedó en unos pocos. George, que además de 35 tantos repartía 5 asistencias y atajaba 4 rebotes, tuvo el apoyo de Reggie Jackson (24+6+4), en la línea de su fase final, pero no mucho más. Rajon Rondo apareció cuando siempre aparece, en los momentos de la verdad, pero se quedó corto. Por aquel entonces, en el último cuarto, Booker, con sus amigos, empezaba a divertirse y George perdía, de golpe, todo el acierto. Rajon no llegó, Mann no fue el hombre (9+4) y los Clippers, esta vez, no pudieron rendir honor a su líder. Toca rezar por la rodilla de Kawhi.

Un triple-doble para la historia

El partido se movió en el alambre hasta que el mejor trapecista de la noche se puso a jugar sobre él. Podía ser en distancias cortas, como en la primera parte, o a base de tirones, como en el tercer cuarto; pero, al final, parecía condenado a mantenerse en el medio, indeciso, aunque fuera víctima de bruscos movimientos. Fue entonces cuando, en medio del griterío, Booker empezó a mimetizarse con el ambiente: un estado de Arizona que, en sus máximas, ya alcanza los 40 grados. Primero subían la temperatura los Clippers, con un George en trance, con ocho puntos seguidos, y un Jackson aguantándole el ritmo. Entre los dos, levantaban un parcial de 12-2 que ponía la máxima diferencia hasta el momento (78-84). A igual fuerza aplicada, igual respuesta del cuerpo que la recibe; pero, en este caso, fue mayor. Devin, él solo, armaba un parcial en forma de doce puntos seguidos (90-88) que no tenían doble sentido: sólo hacia adelante y con un destino muy claro, el 1-0 en la eliminatoria. Se empezaba el acto decisivo con el marcador igualado (93-93), para hacer justicia al duelo, pero el aviso ya estaba lanzado.

En el último cuarto, sólo quedaban ventajas para los locales, pero no sin sudor. A 22 segundos del final, y tras la tradicional aparición de Rondo, Mann volvía a insinuar el vestido de héroe con un triple que lo hacía saltar todo por los aires: 116-114 y locura final. Un partido que se había jugado de gala, se decidía a través de errores (suele ser así). Si el triple anterior llegaba tras permitir tres intentos y conceder dos rebotes ofensivos, el equilibrio se rompía definitivamente tras un despiste grosero de los angelinos, cayendo en su propia trampa. Tras un saque desde el costado, Booker se quedaba totalmente solo y se permitía el lujo del machaque. Luego, tras un tapón de Mikal Bridges a George, en bandera blanca durante el último parcial, abrazaba la pelota y se iba a la línea para culminar su recital, un triple-doble que, en Phoenix, no se veía desde 1993, obra de Charles Barkley. En la historia de la NBA, solamente Luka Doncic y Oscar Robertson han sido capaces de llegar a semejantes cifras con menor edad. En la memoria de cualquiera, una exhibición a la altura de los mejores.

Entre las páginas de la historia, sin embargo, Devin no estuvo solo. DeAndre Ayton, pese a las críticas que, de forma prematura, siempre ha tenido que escuchar, se está ganando muchos respetos en estos playoffs. Y hoy también. Amo y señor de la zona, 20+9 y una obviedad: los quintetos pequeños de los Clippers, una buena baza frente a Utah Jazz (léase Rudy Gobert), no valen con él. Crowder, que se emparejó con George al final, es una bestia defensiva y muerde sin consideración. Bridges, entre mates para el deleite, tiene el don de la oportunidad y los Cameron, Payne y Johnson, hasta se divirtieron a base de alley-oops con Booker. Porque, entre muchos, Devin fue el sol que más brillo. En sus primeros playoffs, ya se ve preparado para reinar en el Oeste. En eso está.