El Bilbao Basket cae en Bamberg y se jugará el pase en Turquía
Un 21-0 entre el tercer y último cuarto sacó a la luz de nuevo la fragilidad mental del equipo, que deberá salvar un 'average' de nueve puntos ante el Pinar Karsiyaka.
El Bilbao Basket se jugará su futuro europeo dentro de 15 días en Turquía, en la pista del Pinar Karsiyaka. Deberá levantar los nueve puntos de diferencia que cosechó el rival otomano en Miribilla. En realidad, esta Champions solo es una distracción en el camino espinoso hacia la permanencia que trata de explorar el conjunto de Mumbrú. La cara de éste en Bamberg era un poema. No le gustó nada el arbitraje. Salgado, uno de sus ayudantes, trataba de alentarle. No es para menos su aspecto de entrenador turbado. Su equipo es un flan, a poco que le cae un parcial amplio, se derrite. Y la mala suerte no deja de perseguirle. Tiene a sus dos bases en la enfermería y en el gran día de Betolaza, un chaval que es todo ilusión y que iba a disponer de muchísimos minutos, también cayó lesionado, en el tobillo derecho. ¡Ya podía haber ayudado alguien más que Nahuel, el otro canterano pero este no jugó, a retirarle al final del choque mientras trataba de ganar el vestuario a la pata coja! Parece que si hay un demonio de este juego está invitando al equipo de Miribilla al infierno.
Un 21-0 desató todos los tormentos de los bilbaínos en la penúltima jornada de la primera fase de la Champions. Como el Fortitudo es una carcajada diaria, el Pinar se ha impuesto en la pista del otrora prestigioso equipo de Bolonia, y tiene todas las papeletas de pasar con un Brose en plan líder que se paseó en seis minutos entre el final del tercer cuarto y el principio del último. Del 51-52 en un buen encuentro de baloncesto, con descaro vizcaíno, a un sopapo de 72-52.
Y ¿qué falló? Pues la cabeza, la fragilidad anímica de un grupo al que ni las incorporaciones de mentes limpias como Jenkins y Aminu le saca de la alcantarilla. ¿Qué va a necesitar este equipo? Pues tal vez un tipo duro, un fortachón, un Supermán de la zona como Balvin. ¡Que vuelva cuanto antes! El rumor de un posible interés del Olympiacos, absolutamente falso, puso de los nervios a más de un aficionado en Miribilla. Todo iba bien orientado. Tenía ritmo el RETAbet, cada jugador cumplía sobre la pista y empleaban esta Champions en el mensaje que verdaderamente debe transmitir: mejorar las sensaciones. Aminu estaba iluminado, con algún gancho tipo Jabbar, y el equipo se mantenía en pie. Manejó diez puntos de ventaja y supo tapar sus carencias perfectamente. Había ritmo y ambición.
Pero al menor soplido, todo se va al garete. Los capitanes, Rousselle y Balvin, estaban en casa y su personalidad se hace necesaria en trances así. El equipo flaqueó por dentro. Sengfelder, un tipo de dos metros pelados bastante tosco, campó a sus anchas, moviéndose como un 2.,20 cerca del aro. Y Kravish, ex de Manresa, ejerció de verdugo germano. El base Hundt fue el tercer pilar local. El Brose empezó a generar en penetraciones y de dentro a fuera. Luego lo metió todo desde el arco del triple. Un vendaval que nadie era capaz de contener, porque los bilbaínos estaban desorganizados, no se ajustaban a ningún guion y por ejemplo Brown, uno de los que debían hacerlo, andaba en sus latigazos anárquicos. Mumbrú puso una zona 2-3 pero el equipo no llegaba a las esquinas y así, menos. Por desgracia, la rotación de Reyes no aportaba nada y a Kulboka le ha dado por esconderse ahora en las esquinas del campo y es un lastre absoluto. Tampoco Huskic acaba de ver la luz, es un jugador muy blando y lo que demanda el equipo es otra cosa, porque el agujero en defensa lo ven hasta en las antípodas. El cuadro germano no hizo ni una falta en ocho minutos y 21 segundos del último cuarto. Diez en total le pitaron. No las cometía porque nadie se estructuraba para buscar buenos tiros o percutir por dentro, aunque alguna más ya le podían haber endosado. La pesadilla terminó en -15. Ahora, a pensar en el Andorra. Otra guerra de cuidado.