BALONCESTO

Arlauckas: "Cuando jugaba en Vitoria le cogí asco al Madrid"

El estadounidense habla de todas las etapas de su vida en una extensa entrevista en Jot Down": "Mi vicio era salir por la noche y tomar copas".

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El mítico Joe Arlauckas (53 años) ha concedido una extensa entrevista a Jot Down en la que ha narrado toda su vida, desde el instituto hasta la Copa de Europa ganada con el Real Madrid y la difícil adaptación a la vida después de la retirada tras haber sido un jugador profesional de éxito. Estos son algunos de los fragmentos más destacados de una pieza con, desde luego, mucha miga:

El desarrollo de los jóvenes en Europa. “El sistema en Europa está jodido. Los niños tienen que estudiar. No puedes coger a un tío de dieciséis años y llevarlo a jugar al baloncesto. No tiene asegurado que va a ser profesional. Si lo llevas a la universidad tiene un 95% de posibilidades de acabar una carrera, en el baloncesto solo un 5% llegan arriba. En Estados Unidos tienes trescientas universidades, de ahí dos de cada equipo pueden llegar a la NBA, pero los otros diez se sacan su carrera. El porcentaje de los que llegan no sé si es del 2%. Aquí igual la proporción es más alta, pero a qué precio…”.

Crecer como jugador de éxito. “Los deportistas suelen ser gente muy insegura. No somos muy inteligentes. A esas edades te encuentras incómodo, no encuentras tu sitio, y el deporte se presenta como una manera de coger autoconfianza, ver que eres importante. A partir de ahí empiezan a llegar las chicas, pero si has crecido con inseguridad, después de alcanzar la cima, las inseguridades no se van, siguen ahí. Las compensas con la atención que te presta la prensa, con los partidos, con otra chica… Esto se ve mucho en el mundo del deporte. Matrimonios que van fatal, infidelidades, gente poniendo los cuernos a todo el mundo, y no es por otra cosa que porque todavía llevan al niño inseguro dentro. Porque todo el mundo tiene su vicio. El mío, por cierto, era salir por la noche y tomar copas”.

Su debut en la NBA, con Sacramento Kings. “Éramos un equipazo… pero por las noches (risas). En la NBA no te controlan. Se supone que eres un profesional. No es como aquí. Puedes hacer lo que quieras mientras rindas. Casinos, putas. Como veas. Eso sí, en el momento que baja tu rendimiento te echan. Ya está. Aquí están todo el día encima de ti, a ver adónde vas, qué comes. También, en los equipos de la NBA, los jugadores fuera del campo van más a su rollo. Eso de que somos un equipo… no tan equipo. Si yo tengo ganas de jugar y tú estás jugando bien y se te jode el tobillo, tampoco me importa mucho porque al que le toca salir es a mí. Sabonis me contó que en Portland los primeros cinco meses se los pasó solo en la habitación. Hay mucha gente esperando a que pierdas el sitio”.

Italia, su primer destino en Europa. “Para los americanos Italia era el país. Bob McAdoo marcó el camino. Es que Europa para nosotros era Italia. Tuve un compañero en Niagara que en Irlanda estaba ganando cien mil dólares al año. Calculé y en diez años era un millón de dólares. Ahí decidí dar el salto. La pena es que no valorábamos lo más importante, que es la experiencia de vivir en Europa. Yo entonces era un americano idiota al cien por cien”.

Aterrizaje en España para jugar en Málaga. “No sé cómo llegué a España. No tengo ni idea. Entrené en Milwaukee pero vi que no tenía sitio y me llamó mi agente con la oferta de Málaga: ‘Hay playa y hace sol’, me dijo. Pues ya está. Suficiente. Y al llegar es verdad, ves la playa en agosto, las ferias, y mola. Pero lo pasé fatal en Málaga por culpa de Pesquera. En cuanto al choque cultural... Un día me fui a las procesiones de Semana Santa con mi mujer y Ricky Brown, que era un negrazo. Estábamos tomando unas birras y a lo lejos empezaron a llegar los tíos con los gorros estos, que son como los del Ku Klux Klan. No te puedes imaginar cómo nos quedamos. Ricky al principio estaba de espaldas. Empecé a intentar que Ricky no se girase, pensando: ‘¡Hay que sacar al negro de aquí ya!’. Y le dije: ‘Ricky, no te gires’. Y ni caso, se dio la vuelta y se quedó blanco como un folio. Porque encima él era de Mississippi. Puso una carita… de: 'Pero, hostias, ¿esto qué cojones es?'. Y ya llegó Manolo Rubia a explicarnos que no, que tranquilos, que era otra historia. Pero joder, son iguales que el Ku Klux Klan. Fue muy fuerte”.

El Tau y la rivalidad con el Real Madrid. “Le cogí asco. Puedes decirlo: asco. Yo llegué con una mentalidad clara. ¿El Madrid el mejor equipo? Vete a la mierda. ¿El Barça el mejor equipo? Vete a la mierda. Al principio es que no sabía ni qué clubes eran, solo sentía mis colores, eso a los americanos nos lo inculcan en la high school. Y con los jugadores igual. ¿Sabonis el mejor jugador? Yo te decía: vete a la mierda”.

La relación con Sabonis en el Real Madrid. “Fue un periodo de adaptación. Sabas es corto en palabras. Aunque es un buenazo, al principio es muy frío. Los primeros días le hacía preguntas: ‘¿Qué pasa, Sabas, que jugáis a las cartas en las concentraciones?’. Y él: ‘Sí’. Y ya está, no decía más. Además, a mí me gustaba jugar dentro, a cuatro cinco metros de la canasta. Sabas entre lo que medía y su envergadura, te quitaba dos metros de campo. Cuando él cruzaba, te quitaba todo el espacio, no podías penetrar y tampoco podías dársela porque estaba al lado y al final lo que te salía era un mal tiro. Pero yo era un profesional, así que fui buscando el punto de compatibilidad”.

La rivalidad con el Barcelona. “Los dos partidos que nos ganó el Barça, el de la liga en Madrid y el de la Final Four en París, me duelen hasta hoy. Fueron dos derrotas muy duras. Esto me deja más marcado que los sesenta puntos que metí. Cuando pienso en mi carrera recuerdo más esos dos partidos. Pero lo bueno del Barça es que siempre te saca lo mejor, vas con unas ganas… Lo siento, decirlo tan claro, pero no es lo mismo el Barça que ir a Manresa, con dos mil personas y un frío de cojones. No es lo mismo que ir al Palau a jugar contra el mejor equipo de la Liga. Si no te emocionas contra ellos es que no te gusta esto”.

Los partidos en Grecia. “Eran los partidos más intensos que había. Recuerdo contra el Olympiacos, dieciocho mil tíos cantando la canción de Queen, ‘We Will Rock You’. Pero sin música, todo el campo haciendo el ritmo. Y yo: ‘Hostia, qué bonito’. Se me subía la presión de la sangre. Y de repente empiezan todos: ‘We will, we will fuck you’. Ahí me paré: ‘Qué cosa más bonita, hijos de puta, os voy a meter treinta en la puta cara’. La verdad es que jugando en Grecia me ponía casi cachondo. Nunca olvidaré eso en mi vida. Luego te vas a Huesca con mil ochocientas personas y no es lo mismo”.