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San Pablo Burgos
90
Bilbao Basket
86
Finalizado

BURGOS 90 - BILBAO BASKET 86

Mumbrú acaba con un partido de crack pero sin victoria

Todo el pabellón coreó su nombre. Falló dos tiros libres vitales tras jugar un encuentro, el último de su carrera, como en sus tiempos de gloria. Burgos, de fiesta, y el Bilbao no pudo cerrar con una sonrisa el curso del descenso.

La mascota defl Burgos, con la camiseta de Mumbrú
La mascota defl Burgos, con la camiseta de Mumbrú

En Burgos el baloncesto de élite aún no tiene los vicios de otros rincones. Se palpa la ilusión de un recién llegado. Ojalá no cojan los tics de algunas ciudades ya atiborradas de tanta ración de juego y canasta. Es un club con tantas intentonas frustradas que en este primer paso por la élite disfruta cada jornada como si fuera la última de su vida. Y más con la salvación en el bolsillo. El protagonismo de la jornada, curiosamente, estaba en el enemigo. En el tercer tiempo muerto del Coliseum se rindió homenaje a Mumbrú: las mascotas sacaron la camiseta de color negro del histórico alero, que ni se dio cuenta del gesto al estar más pendiente del corrillo de las instrucciones. Los diez mil del coso burgalés unieron sus gargantas para corear su nombre y se desplegó una pancarta desde la zona más ruidosa, la de la Peña Andrés Montes: 'Todos los jugones sonríen igual gracias a Mumbrú'. Él, profesional hasta el último minuto de su carrera, estaba en esos momentos aleccionando a los otros cuatro jugadores del equipo. Era su noche, la de un campeón del mundo que se va, y quería dejar una impronta notoria para la posteridad: un partido de números de cuando estaba en su apogeo. Pero el MVP tenía una codición: ganar, y eso es ajeno al Bilbao Basket desde la noche de los tiempos.

El partido no tenía más interés que esa doble despedida: la de curso de una ciudad que ahora mismo es aire fresco para esa competición que le ha estado tachando durante un lustro y la de un jugador que aparece en el ránking de diez mejores de la misma en varios apartados. El San Pablo era un equipo herido de muerte en este mismo compromiso en la primera vuelta y encontró en Miribilla la tabla de salvación sobre la que navegar en el resto de travesía. El club tuvo paciencia y logró diana: premio. Todo lo contrario que en el RETAbet, que ha tomado decisiones a destiempo y erróneas.

El Burgos es un equipo mucho mejor estructurado: se pasa el balón con criterio, puede generar de espaldas al aro, desde fuera tiene un buen uno contra uno para los momentos calientes con Fisher (y eso que Jenkins era baja por molestias en la rodilla), los que salen del banquillo tendrán poco nombre pero conocen su papel y lo desempeñan con enorme decoro y tienen tanta confianza que los finales los sacan silbando. El primer cuarto lo dominaron ante un equipo que quería despedirse de la Liga con buen sabor de boca. Mumbrú también tenía ganas de que su telón cayera con brillantez y todo el juego del Bilbao pasó por sus manos en el segundo acto, ya sea posteando o distribuyendo juego desde ahí, preferentemente para un Todorovic muy activo en el tiro. Tras un tope de 30-18, los visitantes recortaron hasta el 38-35 (con 15 puntos de Mumbrú).

Las cosas se equilibraron en el segundo tiempo, y el Bilbao Basket recuperó una ventaja que no tenía desde el sorbo inicial: 54-56 tras triple de Tabu a -14:40. Thomas fue castigado con técnica y Thompson con una falta antideportiva para recordar que el triunfo era un tesoro aunque el resultado era lo de menos. Una de las últimas gotas de una sociedad indestructible en Miribilla fue un pase sin mirar picado de Mumbrú a su hermano Hervelle para hacer el 67-68. El alero aún tenía reservada otra bomba: un triple a -4:13 que le ponían con 23 puntos y 31 de valoración. Ya resoplaba por una misión secundaria su equipo: encumbrarle en su último baile como MVP. Para eso el RETAbet tenía que ganar. Pero el Burgos negaba con la cabeza: un dos más uno de Alex López y un triple de Edu Martínez (jugadores de perfil más bajo pero que son una joya asumiendo su papel) proyectaron un 83-80 a -1:14. Mumbrú tuvo dos tiros libres a falta de 22 segundos con dos abajo. ¡Cuántos de esos mucho más dramáticos habrá metido! Los falló. Llevaba 30 minutos en pista y ni veía. Aquí acaba todo. Le abrazaron los árbitros y los rivales, se le subió uno ed sus hijos en brazos y todo el Coliseum coreó su nombre. Hizo una reverencia ante tal gesto de gratitud. Final de una travesía gloriosa, y emocionante. Como la del Bilbao en al élite. Y que ha merecido la pena, hasta el último aliento.