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NBA

Pioneras: dos mujeres fueron drafteadas por franquicias NBA

Denise Long y Lusia Harris son las únicas con esa distinción. Ann Meyers también hizo historia: la primera que firmó un contrato como jugadora.

Pioneras: dos mujeres fueron drafteadas por franquicias NBA

Becky Hammon, una excelente jugadora que fue seis veces all star en la WNBA, se convirtió con los Spurs de Gregg Popovich en la primera entrenadora asistente a tiempo completo de una franquicia NBA (y en las cuatro grandes ligas estadounidenses). En 2015 también fue la primera head coach (en la Liga de Verano de las Vegas: los Spurs ganaron). Antes, Violet Palmer (criada en Compton) fue la primera árbitro que dirigió partidos al máximo nivel en la NBA (y en 2006 arbitró su primer partido de playoffs, un Pacers-Nets). Y en los despachos cada vez más mujeres tratan de romper ese techo de cristal tan real (y tan nocivo) como en cualquier otro sector que solamente parece no existir para Jeanie Buss, dueña de facto de unos Lakers en los que tuvo que luchar por el poder con su hermano Jim tras la muerte de su padre, el legendario Jerry Buss que articuló los años del showtime. En Orlando Magic, Becky Bonner (oficialmente, directora de desarrollo de jugadores y control de calidad) se prepara para ser la primera mujer que llegue a general manager de una franquicia. Otra pionera, Kim Bohuny, es vicepresidenta de operaciones internacionales de una NBA que apenas contaba con mujeres en nómina de las franquicias hace una década. Ahora, el número no para de crecer en campos como el trabajo con el convenio colectivo, el salary cap y otros más cercanos a la realidad deportiva de los equipos: Tori Miller y Michelle Leftwitch en Atlanta Hawks, Amanda Green en los Thunder, Teresa Resch en los Raptors, Linda Luchetti en los Jazz, Natalie Jay en los Bets… Los Rockets tienen a la única mujer, por ahora, en tareas de scouting: Ariana Andonian.

La NBA es la primera de las grandes competiciones estadounidenses en términos de diversidad de género, pero solo recientemente las mujeres están yendo más allá de los puestos en áreas como marketing y relaciones con la comunidad. Los Kings tienen a Nancy Lieberman como entrenadora asistente, Doris Burke rompe tópicos en los medios de comunicación y Michele Roberts es la directora ejecutiva del sindicato de jugadores (NBPA) y una figura capital en la realidad actual de la NBA. Pero, ¿y en la pista? Esa es la gran barrera, el gran tabú. Cuando Mark Cuban (al que luego le ha explotado el escándalo de abusos laborales a las mujeres de su organización) habló hace un lustro de draftear a Brittney Griner (pívot de 2,06 que fue oro con EE UU en Río 2016) para los Mavericks, nadie lo consideró mucho más que un acto de intereses publicitarios (en el peor caso) o de reconocimiento del potencial de las jugadoras (en el mejor). De cualquier forma, no una opción real.

La historia de dos pioneras

De hecho, solo dos mujeres han sido drafteadas en toda la historia de la NBA y solo una quedó oficialmente como seleccionada ya que la elección de la primera fue vetada por el entonces comisionado Walter Kennedy. Fue en 1969, el año en el que los Bucks dieron el número 1 a Lew Alcindor (que después cambiaría su nombre por el de Kareem Abdul-Jabbar). Entonces, el 7 de abril de aquel año, se hablaba mucho del gigante de UCLA que se convertiría en el máximo anotador de todos los tiempos, pero también de la elección número 174, en la ronda 13: Denise Long, una mujer de 19 años que ni siquiera había pasado por la universidad y que fue drafteada por los Warriors, entonces en San Francisco. La NBA vetó su elección y la consideró poco más que un movimiento publicitario de un equipo que trataba de ganar relevancia en la Costa Oeste tras su traslado desde Philadelphia y que dos años después se mudó a la vecina Oakland.

Long creció jugando al baloncesto en un pequeño pueblo de 180 habitantes de Iowa en el que promediaba casi 70 puntos por partido y llegó a anotar 111 en uno. Era un baloncesto femenino en el que se jugaba tres contra tres, con distintas jugadoras en ataque y defensa: tres descansaban mientras sus compañeras defendían y viceversa. No llegó a firmar con los Warriors, pero sí se mudó a la Bahía después de saber que había sido drafteada y de que le aclararan que no se trataba del ejército.

En realidad tenía que ser el gancho del por entonces dueño de los Warriors, el peculiar Franklin Mieuli que ideó al camiseta con el Golden Gate, para potenciar una hipotética liga femenina que nunca cuajó. En el tiempo que pasó vinculada al equipo fue la estrella de partidos amistosos que se jugaban como aperitivo de los de los Warriors en un tiempo en el que el baloncesto femenino no era olímpico (lo fue en 1976), no tenía campeonato profesional (llegó en 1978) ni torneo universitario completo (hasta 1981). Hoy Denise Rife (su apellido de casada), en el instituto de Union-Whitten ganó el campeonato estatal con 64 puntos en la final, ante 15.000 espectadores. En la siguiente temporada promedió 69,9 puntos, anotó 111 en un partido y llamó la atención de los Warriors aunque medía menos de 1,60 y jugaba en aquel baloncesto de seis jugadoras y tres contra tres. Después de aquellos meses de amistosos que no generaron el suficiente interés para llevar la idea más allá, se centró en sus estudios de farmacia y regresó a Iowa.

El veto de la NBA llevó al olvido el caso de Denise Long y Lusia Harris fue la que oficialmente quedó como la primera, y por ahora la única, jugadora elegida en un draft de la NBA: fue en 1977 y se llevó el número 137 (por delante de 33 hombres), en séptima ronda. La eligieron los Jazz, todavía en Nueva Orleans. Con su 1,91 de altura, ya había sido (con Delta State) tres veces campeona en el AIWA, lo más parecido al torneo universitario entre 1972 y 1981, y se había colgado (junto a Nancy Lieberman, entre otras) la plata en Montreal 76 (EE UU cayó ante la URSS), los primeros Juegos con competición de baloncesto femenino. Harris promedió 15,2 puntos, 7 rebotes y 7 asistencias. Después brilló un año (1979-80) en la WBL, antecesora de la WNBA, pero dejó su huella en la historia con esa selección de los Jazz que declinó, oficialmente porque no tenía interés en jugar en la competición masculina. Después se supo que, además, estaba embarazada cuando iba a comenzar el training camp del equipo. Tras su retirada, trabajó como profesora de instituto en su Mississippi natal y en 1992 se convirtió, junto a Nera White, en las primera mujer en ingresar en el Hall of Fame.

Un contrato... y tres días de entrenamientos

Si Denise Long fue la primera drafteada aunque sin reconocimiento oficial y Lusia Harris la primera reconocida como tal, Ann Meyers se convirtió en la primera jugadora que, en 1980, firmó un contrato con una franquicia NBA: Indiana Pacers. Fue un acuerdo por 50.000 dólares que le permitió participar en entrenamientos de selección del equipo durante tres días, algo que tampoco había hecho ninguna mujer, aunque finalmente no fue seleccionada para formar parte de la plantilla definitiva de aquellos Pacers.

Incluida en el Hall of Fame en 1993, después trabajó como comentarista para ESPN, CBA, NBC y TNT. Ahora es presidenta y general manager de Phoenix Mercury (WNBA) y analista televisiva de los Suns (NBA), de los que fue vicepresidenta. Antes del contrato con los Pacers, esta californiana de 1,75 (tiene ahora 62 años) había sido una estrella de instituto en Sonora, universitaria en UCLA… y también plata olímpica en aquellos icónicos Juegos de 1976, como Harris. La primera mujer que formó parte de la selección de Estados Unidos siendo todavía jugadora de instituto, también fue la primera en recibir una beca universitaria completa de cuatro años por motivos deportivos. En UCLA (1978) firmó el primer cuádruple-doble de la Division I: 20 puntos, 14 rebotes, 10 asistencias y 10 robos. Y en 1979 fue la primera mujer drafteada para la WBL (Women’s Basketball League). Bill Russell, el gigante de los once anillos, dijo esto de ella: “ha sido uno de los mejores jugadores de la historia. Y no distingo entre jugadores y jugadoras. Y digo de la historia”.

Su caso con los Pacers sigue siendo único: la franquicia (el dueño era entonces Sam Nassi) realmente quería contar con una jugadora que entonces tenía 24 años y que pensaba que tenía verdaderas opciones de formar parte del roster: “Los chicos estaban más nerviosos que yo por ver a una mujer compitiendo con ellos para ganarse un hueco en la NBA”. El entrenador Slick Leonard la descartó después de haber cortado al menos a seis hombres: “Durante aquellos entrenamientos la aceptaron como a una más. Y es que era mejor que muchos. La descartó como si hubiera sido un chico, cuando creí que tenía que hacerlo. Pero estaba muy orgulloso de ella por lo que había logrado: hizo un trabajo excelente”. Meyers contó que cuando supo que no estaría en el equipo sonrió... y se fue a su habitación de hotel, donde rompió a llorar. Pero todavía hace dos años, en entrevista para el Indy Star, consideró aquella experiencia como “la mejor de su vida”.