QUESOS EL PASTOR ZAMARAT-MOVISTAR ESTUDIANTES

Lizarazu: "No nos rendimos por mal que estén las cosas"

La base madrileña (22 años y 1,72) es la líder del Quesos El Pastor Zamarat, rival este sábado del Movistar Estudiantes (17:00, Canal FEB).

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Marina Lizarazu durante el Open Day de la Liga Dia.

En el baloncesto se alcanza la veteranía por diferentes caminos. El clásico, el que todos vemos a primera vista, es la edad. El DNI revela la carga de competición que han soportado las piernas de un deportista. Otro, son las vivencias. Esas experiencias que te curten y te hacen mayor sin que lo notes, de un día para otro. Y con solo 22 años, Marina Lizarazu representa como nadie la opción b. De Madrid a Zamora, pasando por Texas y Nueva York. Una hoja de servicios intachable y escrita sobre un balón de baloncesto, un MVP y un campeonato de Conferencia con la universidad neoyorquina de Iona. Un currículum envidiable que la convirtió en una de las adquisiciones más ilusionates de la Liga Dia y del Quesos El Pastor zamorano para esta temporada. 

El fichaje de la madrileña fue uno de los más relevantes de un Zamarat en el que solo repiten de la pasada campaña el entrenador Lucas Fernández, y las canteranas María Montalvo y Ester Martín. Muchas caras nuevas. Una dificultad añadida cuando estás en la élite del baloncesto femenino. Y el proyecto no arranca de momento: en las diez primeras jornadas de la competición, solo un triunfo. "Somos un equipo muy joven (25,3 años de media) y nuevo. Tuvimos que empezar todo muy despacio, muy lento y nos costó más de lo normal conocernos. Nos falta ese plus de llegar a los partidos con algo más de calma y tener las ideas claras para conseguir la victoria", dice Lizarazu que este sábado jugará su particular derbi ante el Movistar Estudiantes (17:00, Canal FEB). Las colegiales tampoco van a la zaga en cuanto a penas: son últimas con pleno de derrotas y tres fichajes nuevos con el curso ya empezado. "Es un partido muy importante", recuerda la base que avisa: "Estamos trabajando bien, las cosas nos salen cada vez mejor, la intensidad en los entrenamientos es cada vez mayor y somos un equipo que no nos rendimos, que no baja la cabeza por muy mal que estén las cosas. Eso, al final, tendrá su recompensa".

Gran parte de las opciones para cosechar esa deseada segunda victoria pasan por sus manos. Bueno, más bien por sus piernas: promedia 37,2 minutos por partido. La media más alta de la Liga. "Cuando tienes tantas ganas de ganar, no piensas en eso", comenta entre risas la tres veces medalla de oro y dos de plata con las categorías inferiores de la Selección. "Estoy encantada de haber venido a jugar minutos y, en ese aspecto, estoy satisfecha. Lo acepto con mucho gusto. Siempre que pueda ayudar al equipo, ahí estaré". Esta licenciada en psicología inspira confianza en cada una de sus palabras. Fortaleza física y mental se alían en ella tras coger las maletas a las 18 años para cruzar el Atlántico. Primero a Texas Teach una temporada. Las tres siguientes en Iona, Nueva York. Un salto valiente que hizo con el apoyo total de su familia ("Siempre me empujaron a vivir la experiencia") y los ojos vendados gracias a la ayuda de varios entrenadores de la capital española con contactos en Estados Unidos y un vídeo de sus mejores jugadas. A partir de ahí, las ofertas y la decisión.

Texas y Nueva York

"No conocía ninguna universidad de allí. Ni cómo iba su liga. Creía que sabía inglés, pero tampoco tanto. Todo fue un poco locura", reconoce la 'nueve' del Zamarat. "El primer año siempre es el más difícil. Tienes que empujar un poco más para estar a gusto en un sitio nuevo, pero no llegué a congeniar con la gente, con la universidad, con los entrenadores de Texas... no sentía ese feeling y decidí probar en otro sitio. Ellos tampoco pusieron mucho interés en que me quedara. Fue un cambio mutuo y la verdad que muy contenta con la decisión. Feliz de encontrar a Iona. Una experiencia increíble. No cambiaría nada". El caso de la ex de Rivas no es aislado en el baloncesto español. Cada vez más jugadores y jugadoras toman la decisión de emigrar a Norteamérica. Compaginar estudios y básquet es el principal motivo. "Es una forma de tener una carrera a la vez que sigues desarrollando el baloncesto que llevas dentro a un nivel relativamente alto y semiprofesional. Te ponen facilidades. Los profesores saben que eres una deportista de la universidad, que vas a faltar a clases porque tienes partidos fuera, pero eso no quita que tengas las mismas obligaciones que el resto", subraya. "Solo que te ponen antes o después un examen o te dan algún día más de plazo para entregar los trabajos porque realmente tienes menos tiempo para hacer las cosas que un estudiante normal".

Esta jugadora de 1,72 habla con gran cariño de ese camino. Y tímidamente orgullosa (y un pequeño deje madrileño que nunca se abandona). "Si miras atrás... Irte solo con 18 años, estar lejos de casa, no ver a tu familia, a tus mejores amigos... Durante el primer año estás semanas, meses un poco sola y ser capaz de superar eso, me hizo crecer y encontrar una familia diferente. Saber sacarte las castañas del fuego tú solita es como 'joder, que campeona soy'. También te ayuda ahora a adaptarte mejor a los sitios", continúa la campeona de la Metro Atlantic Athletic Conference que cerca estuvo de dejarse obligada su trofeo como mejor jugadora: "Me pararon en el aeropuerto y me dijeron: 'qué llevas'. Ya cuando vieron que era de baloncesto...".  Una vuelta de tuerca más. Una historia más para recordar mientras pasea por el casco antiguo de Zamora y para contar a sus alumnos en las clases de inglés que da con su compañera Celia. Pero esa es otra historia. 

Así juega Marina Lizarazu