Un país diferente. Una cultura diferente. Nadie le dijo a Francisco Cruz que triunfar en España sería fácil. Nacido un 3 de octubre de 1989 en Nogales (México), rápidamente descubrió su pasión por el baloncesto. Sin completar la adolescencia, con apenas quince años, Estados Unidos llamó a su puerta.

Se instaló en Denver (Colorado), donde se formó en el High School Abraham Lincoln. Experiencia que compartió con el también mexicano y baloncestista Jorge Gutiérrez (ex­NBA y ahora en la Liga turca). No fueron pocas las universidades que intentaron hacerse con sus servicios, pero Nebraska fue la elegida. Permaneció dos años, al igual que en Wyoming: “Estados Unidos me ayudó a formarme como persona y jugador. Le estaré eternamente agradecido”.

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Pese a sus buenos números, Cruz no fue incluido en el draft de la NBA en 2012, por lo que decidió volver a su México natal. “Un paso atrás para dar dos hacia delante”, señala. Cuatro años y medio, tres de ellos en los Halcones Rojos de Veracruz, que le sirvieron para madurar como jugador y dar el salto a Europa. En el viejo continente aterrizó en Riga (Letonia). Un año le bastó para mostrar su talento. Llegaba su gran oportunidad: la Liga Endesa.

Fuenlabrada fue su destino el pasado verano. “Pregunté a compatriotas como Gustavo Ayón (Real Madrid) sobre el país y la Liga. Me dijo que no lo dudase. Se cumplió un sueño”, explica el escolta. Aunque su inicio no resultó plenamente convincente (llegó arrastrando una lesión en su pierna derecha), el club y su entrenador, Jota Cuspinera, confiaron en él en todo momento.

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Un comienzo titubeante. Irregular. Pero que en este último tiempo ha quedado en el olvido. Muestra de ello fue el derbi del pasado fin de semana ante el Estudiantes: 27 puntos que sirvieron para ganar y colocarse a una victoria de los puestos de playoff. Eliminados de la Eurocup a manos del Gran Canaria, el objetivo de Pako y el Fuenlabrada es estar entre los ocho mejores. Olvidada la lesión, la meta está más cerca.