DARUSSAFAKA - REAL MADRID (18:00, M+/E3)
David Blatt, orgullo de Israel: Princeton, el kibutz y LeBron James
Ahora entrena al Darussafaka turco, que recibe al Real Madrid. De niño creció escuchando los partidos de los Celtics por la radio. Repasamos su vida y trayectoria.Real Madrid - Efes: Euroliga
Darussafaka-Real Madrid en directo
En el verano de 2014 la vida (al menos la deportiva) de David Blatt cambió 180º en cosa de 18 días. Ese fue el tiempo que transcurrió entre su aterrizaje en Cleveland y el regreso a casa de LeBron James. A partir de ese instante, en Estados Unidos comenzaron a escudriñar con lupa al primer entrenador jefe de la NBA formado en Europa (aunque eso sí, nacido en Estados Unidos). “No lo veía venir. Poder entrenar al mejor jugador del mundo es una bendición”, comentó nada más conocer el retorno de King James. Un giro totalmente inesperado. Cuando decidió dejar el Maccabi para cruzar el charco lo hizo con la premisa de tutelar un joven equipo bajo el liderazgo de Kyrie Irving. La llegada de LeBron —y posteriormente de Kevin Love—alteró los planes al completo: el objetivo, pelear por el anillo. Sí o sí.
Su aterrizaje no fue el deseado. En Cleveland tuvieron que recurrir al mercado para reforzar y compensar la plantilla (ahí aparece J.R. Smith). Además, dio la sensación que el propio LeBron nunca llegó a aceptar del todo trabajar para él. Para un cuatro veces MVP de la NBA conducir a Rusia al oro en el Eurobasket 2007 (derrotando en Madrid y en la final a la mejor España) y la Euroliga en 2014 (la misma en la que Tyrese Rice destrozó al Real Madrid en Milán) no es suficiente. No obstante Blatt siguió a lo suyo y metió a los Cavs en las Finales 2015. Una serie por el anillo en el que en el otro banquillo se sentaba un Steve Kerr que le había propuesto meses antes ser su segundo en los Warriors. La única ocasión en la que han coincidido dos entrenadores novatos en la batalla decisiva. Para los de Ohio salió cruz.
Continuó al frente la siguiente campaña, pero su destitución no dejo de sobrevolar en ningún momento. En realidad, estuvo sentenciado desde el instante en que LeBron no le aceptó. Nunca le vio como parte de uno de los suyos. Y ya se sabe, Cleveland es LeBron. Así que el viernes 22 de enero de 2016, con los Cavaliers dominando su Conferencia (30 victorias y 11 derrotas), fue cesado de manera fulminante. Se acabó su primera etapa en la mejor Liga del planeta. Su nombre se vio ligado al de diversas franquicias, pero lo único cierto es que en junio de este mismo año el Darussafaka turco anunciaba de manera oficial su contratación. Un nuevo rico que busca colarse de lleno en la élite europea. Y hoy jueves, en la duodécima jornada de la Euroliga, el Real Madrid vuelve a cruzarse en su camino. En efecto, sólo han pasado dos años y medio, pero mucho ha llovido desde aquel duelo en Milán.
Con más o menos acierto hemos resumido su pasado reciente. ¿Y antes qué? Su trayectoria y vida personal no tienen desperdicio. “Desde que era un niño en Boston soñé con formar parte de la NBA. Era de esos chavales que escuchaba cada partido de los Celtics con un transmisor pegado a la oreja”, recuerda. Y es que en Massachusetts, la tierra de los orgullosos verdes, empezó todo. Allí conoció a los que aún a día de hoy siguen siendo sus mejores amigos.
En el seno de una familia judía, Blatt vino al mundo el 22 de mayo de 1959. La religión y el baloncesto (aunque antes el fútbol americano) marcaron su camino desde que su infancia. Ambas fueron las dos principales razones que le llevaron hasta Israel, donde es toda una celebridad. Aunque antes creció admirando a Bill Russell y destacando como jugador en el instituto. Una lesión estuvo a punto de hacer saltar su carrera por los aires. Se repuso y llegó el momento de elegir universidad. ¿Harvard o Princeton? “Quería la mejor combinación posible entre deporte y estudios. Era lo suficientemente listo para saber que Princeton tenía mejor equipo y en el plano académico no había una diferencia significativa”. Así es, recaló en Princeton. No está nada mal.
Fijándonos en las dos opciones académicas que barajaba, no hace falta ser un lince para llegar a la conclusión de que cuenta con una mente privilegiada. Pese a ello, se quedó sin beca (ambos centros pertenecen a la conocida como Ivy League: una conferencia en la que entonces sus universidades no podían prestar ayuda financiera). No importó, Blatt trabajó a la par que compaginaba los entrenamientos con sus estudios de literatura inglesa. Un bagaje que le permite expresarse con elegancia y sabiduría. “Me sirve en mi día a día, buceo en mi memoria para dirigirme a mis jugadores o para poder conceptualizar”, expone.
En 1979, durante un partido con Princeton ante Columbia en Nueva York, un ojeador se fijó en él.
-¿Eres judío? ¿Te gustarías pasar el verano en Israel jugando al baloncesto y como voluntario en la comuna agrícola (kibutz) de Gan Shmuel?
-Genial.
De esta manera se produjo su primera toma de contacto con una tierra que se convertiría en su hogar. Algo que por entonces ni se le pasó por la cabeza: “No me lo había planteado ni era un objetivo”. Aquellas jornadas en el kibutz resultaron extenuantes, tanto que pidió dejar de trabajar en los campos de algodón para no levantarse a las cuatro y poder hacerlo dos horas más tarde y echar así una mano en la fábrica de zumos. Las tardes quedaron reservadas para la práctica del básquet junto a jugadores profesionales. “Fue una época estupenda”, relata. Una experiencia que le marcó tanto que cambiaría para siempre el sendero de su vida: “Desde el momento en que llegué supe que quería jugar profesionalmente en Israel durante varios años. Me había dado cuenta que no iba a poder llegar a la NBA y tanto en términos económicos como, sobre todo deportivos, quería dedicarme al baloncesto”. En 1981 regresó a Israel para disputar y ganar con Estados Unidos los Juegos Macabeos. Ese verano se graduó, no fue drafteado y realizó el servicio militar isaraelí. Después inició una carrera que se prolongó durante 12 temporadas, incluidas las tres que pasó en Atlanta jugando y trabajando en la empresa Xeros. El final de su carrera tuvo aroma a tragedia griega: se rompió el tendón de Aquiles, parte del cuerpo a la que da nombre el héroe heleno que protagonizó la célebre guerra de Troya. Aquiles, el ídolo y mito de su infancia.
Antes de su forzoso retiro, en paralelo ya había empezado a entrenar a equipos de categorías inferiores. También a la que sería su futura esposa (aunque como le gusta puntualizar a Blatt, antes de comenzar a salir), Kinneret. Ella es la madre de sus cuatro hijos. En su primer club, trabajó como asistente de Pini Gherson, toda una leyenda de los banquillos del Viejo Continente. Tras un primer paso por el Maccabi y por la selección israelí, desembarcó en Rusia. País en el que, como señalamos anteriormente, logró su primer gran éxito internacional: el campeonato europeo de selecciones. También pasó por Italia y Turquía —su hogar actual— antes emprender el viaje de vuelta a Israel. Regresó al Maccabi en 2010, un cargo que siguió compaginando con el de seleccionador ruso. Siguieron llegando los metales, esta vez en forma de bronce: Eurobasket de Lituania 2011 y los Juegos Olímpicos de Londres 2012. Sin embargo, en el club de Tel-Aviv se le seguía resistiendo la Euroliga pese a dominar la liga doméstica con mano de hierro. Hasta llegó la Final Four de Milán en 2015. Sus muy acertados ajustes y variantes tácticas, más la irrupción estelar de ese diablo llamado Tyrese Rice, tumbaron primero al CSKA y, posteriormente, al Madrid.
Con semejante currículum se puso al frente del equipo de los amores de LeBron. Guste o no, abrió el camino al título conquistado este pasado junio con Ty Lue al mando. Como recompensa, aceptó el ofrecimiento que le plantearon los Cavs: él también tiene su anillo. ¿Molesto por qué casi nadie le reconozca su labro en Cleveland? “No soy una persona rencorosa, así que no veo la necesidad de reivindicarme”. Con ustedes David Blatt, ese viejo conocido.