Djordjevic: "Me veo reflejado en Llull, quiere mandar en Europa"
Aleksandar Djordjevic (Belgrado, 1967) es seleccionador serbio y entrenador del Bayern de Múnich. Atiende a AS en su despacho del Audi Dome. Implicado y apasionado. Gen ganador. Llull: segundo título y camino de dominar la Final Four
—¿Cómo ha encarado otro proyecto en un país nuevo para usted como Alemania?
—Con muchísima ilusión, me lo estoy pasando bien. He comprobado que es un proyecto de verdad, de un club con ambición e ideas claras. Hay un nivel de exigencia puesto que hay que seguir. Yo he traído algo mío y vamos para arriba.
—¿Cuál es el objetivo a medio y largo plazo en el Bayern?
—Firmé dos años más otro más. Yo nunca he tirado para fallar, tiro para meter. Vengo a ganar. Me veo aquí diez años. Mi mentalidad no es la de pasar un año de trayecto. Hay un objetivo claro, ir a por todas en cada competición. La Eurocup es también un desafío bonito, es un guante que nos encaja bien. El año pasado se jugó la primera parte de la Euroliga y después la Eurocup. Este año hay equipos en Eurocup que quieren, a través de la competición, acceder a la Euroliga. Es el objetivo de todos los clubes, el nuestro también.
—¿La estructura del club de fútbol se deja notar en algo?
—Tenemos el nombre, un nombre de un club de éxito, de muchos títulos y una popularidad increíble. Organización. Como otros grandes, Madrid o Barça… Eso ayuda, pero por otro lado somos dos entidades independientes. Cada uno se gestiona de forma independiente. Pero por encima de ambos está figura de Uli Hoeness que encarna los valores del Bayern, la competitividad, la actitud, el carácter. Me gusta que el club tenga un personaje de ese tamaño para seguir progresando.
—Evidentemente Pesic le puso al día antes de firmar.
—Claro. Hablamos a menudo, él está muy cerca del club y siempre ha estado muy cerca de mí. Hablo mucho de baloncesto con él como con el resto de maestros serbios, los grandes nombres. Yo aprovecho la buena relación que tengo con ellos para aprender e intercambiar opiniones.
—¿Se precipitaron con su despido en el Panathinaikos?
—Creo que sí. Ganamos la Copa griega y perdimos en cuartos de la Euroliga contra un Baskonia que quizá no había mostrado ese nivel de juego en los últimos 10 o 15 años. No tuve la posibilidad de llevar al equipo en el playoff. Pienso que hubiera sido otro título, el de la Liga, para Panathinaikos y para mí. Tenía una buena química con el equipo para llegar lejos. Hicimos un buen trabajo con jóvenes como Papagiannis y Charalampopoulos. Se les fue poniendo poco a poco y Papagiannis acabó en la NBA.
—¿El baloncesto alemán puede llegar a ser puntero en Europa?
—Me he encontrado una organización espectacular. Los pabellones están siempre llenos, un ambientazo. Veo a la gente disfrutar, animar, una fiesta. Yo soy muy autocrítico conmigo mismo, el que se pone más presión y exigencia. Cada noche cuando llego a casa me enfrento a ese otro ‘alter ego’ que siempre piensa que se puede hacer más. Eso me ayuda a crecer. Es una liga muy técnica. Con grandes bases de gran talento. Una liga muy rápida, muy atractiva. Con equipos que mueven una rotación de diez u once jugadores poniendo un ritmo alto de juego. Se han puesto el objetivo de ser la liga del futuro, pero para eso hace falta que todos los clubes estén listos a la hora de fichar. Hay que llegar a los grandes nombres, los jugadores más fuertes del mercado europeo. Hay que hacer ese esfuerzo económico para traer aquí un Teodosic, un De Colo, un Llull…
—En el reciente caso del sancionado Hagen se ha demostrado también lo rigurosa que es en el tema económico.
-Así es. Es muy rigurosa. Quizá haga falta también tener algo más de ‘feeling’, porque el deporte ayuda culturalmente, crea una identidad en la ciudad, la ayuda a crecer. Tiene una parte educativa para los jóvenes. Ética de trabajo y ‘fair play’. Alemania es una fuerza económica y tiene que encontrar el camino y el dinero para crecer. El baloncesto está listo, las canchas están listas y la afición quiere los nombres. Los grandes jugadores son los que hacen crecer el baloncesto. Lo demás, los entrenadores incluidos, somos accesorios como yo digo.
—Usted es entrenador de club y seleccionador, nadie mejor para hablar de los cambios en el baloncesto FIBA.
—Será duro adaptarse. Van a ser duras, esas ventanas, sobre todo para selecciones como la española o la francesa. Lituania también o nosotros que tenemos ya también algunos jugadores en Estados Unidos. Tengo buena relación con Baumann (FIBA) y Bertomeu (Euroliga), cada uno tiene su punto de vista. Tenemos que encontrar una fórmula que no haya que cambiar en los próximos 20 años para que nosotros podamos poner el producto, la calidad. La competición la exige y a los jugadores no se les puede exprimir. Hay que pensar en un juego que se ha puesto cada vez más físico. Hay que cuidar mucho más a los jugadores. Por ejemplo, en campeonatos como el Europeo contar con un par de jugadores más, hasta catorce, para poder realizar más cambios. También en los clubes sería bueno tener plantillas más grandes. Queremos alargar el mercado en Europa en lugar de estrecharlo. La calidad depende de los que estén en la cancha. Jugadores y árbitros. Esto último es otro elemento a tener en cuenta. Necesitamos árbitros de calidad y quién nos dice que va a haber suficientes para dirigir tanto partido en Europa. No podemos subestimar eso tampoco.
—¿Qué opina del nuevo formato de la Euroliga?
—Es más justo. Te encuentras con todos. Mire, en mi época jugamos dos veces contra el Estudiantes de Herreros y Pinone en la primera fase y perdimos por 20. No pudimos con ellos. Llegamos ambos a la Final Four, pero la regla es que tenían que enfrentarse los dos del mismo país: Estudiantes y Joventut. No nos cruzamos con el Estu y ganamos la Copa de Europa. De habernos enfrentado a ellos quizá otra cosa hubiera ocurrido (risas). Pinone nos destrozaba… Con Herreros.
—Primero hay que llegar a la Final Four, pero ¿cree que se le escapa este año a su amigo Obradovic el título jugando en casa?
—Es muy largo y muy exigente. El nivel de cansancio es evidente. Ves que la capacidad atlética de los jugadores cambia de un partido a otro. Hay bajones. ¡Para todos menos para Llull! (risas). Cuando hay dos partidos por semana, llegas al de Liga sin piernas y sin ideas. Hay que asimilar esas novedades, pero los favoritos son los mismos de siempre: CSKA, Real Madrid, Fenerbahçe...
—En el Madrid se fue Sergio Rodríguez y se ha invertido en dos jugadores interiores como Randolph y Hunter.
—Eso les va a dar más presencia física. Randolph va a crecer. El ‘Chacho’ se fue. Resolvía muchas cosas, pero está el peque… Y cómo está. Doncic es una maravilla para todo el mundo del baloncesto. Tiene una seriedad y madurez increíbles. Su manera de jugar es muy seria. Con él da igual si tiene 17 o 27, atrae ver esa calidad. Me gusta mucho el Madrid.
—No le pudo agarrar para que jugara con Serbia.
—No. Lo intenté pero las mujeres mandan. Este es un ejemplo. Su madre es eslovena y su padre serbio. El niño creció ahí y no hubo nada que hacer.
—¿Contactó el Barça con usted este verano?
—Fueron unos contactos normales, charlas, nada concreto. Ellos tenían las ideas claras.
—Si hubo contactos quiere decir que observa al Barça como un destino en un futuro…
—Ya veremos. ¿Por qué no?
—¿Cómo ve al Barça de Bartzokas?
—Es un columpio, arriba y abajo. Las lesiones le han hecho mucho daño. Eso no le ha dado la posibilidad de planificar como él querría. Pero tienen poder económico para tapar los agujeros.
—Usted los sabe bien, les han dejado sin Renfroe.
—Sí, tenía el pasaporte que necesitaban. Yo cancelaría esos pasaportes ridículos. Es un insulto para Europa. Nos están tomando el pelo a los que trabajamos para las selecciones. En Serbia, mientas yo sea seleccionador, no habrá algo así. Lucharemos con lo que tenemos. Si llevas siete u ocho años en un país, con méritos contraídos..., vale. Pero por un dineral… Es algo serio que tendríamos que aclarar. Es mi demanda a FIBA. Que investiguen eso.
—Temporada de Europeo. Tenemos una generación española que se acaba.
—Ni de broma. No estoy de acuerdo. Ustedes siempre están con esa historia y luego mire, ahí ganando las medallas. No están acabados. Juegan con el mismo corazón para su país que el primer día. Les tengo un tremendo respeto. A la generación, a Scariolo que les lleva y a todos los que les han llevado. Cuando tomé el mando de Serbia dije que el objetivo era ganar a España. Era una metáfora sobre nuestro objetivo, representa vencer al mejor. Lo conseguimos en el Europeo y fue una prueba para nosotros mismos. Hemos ganado dos medallas de plata, en el Mundial y en los Juegos. La de Brasil fue especial porque eran los primeros Juegos de Serbia como país. Y en el Eurobasket nos quedamos a las puertas en ese partido con Francia. No voy a decir nada porque respeto mucho a Tony (Parker) y a toda la federación francesa, pero no fue fácil jugar aquel partido…
—¿Qué ha aportado esta generación española de Gasol y compañía a la historia del baloncesto?
—Han sido una marca excepcional. Estrellas mundiales, como las que tuvimos nosotros en nuestro momento, con una continuidad y un sacrificio extremo, con su cuerpo, con su mente… En mi país cuando llegas a los 30 ya piensas, ‘ya no puedo…’ Y ahí lo tienes a Pau con 35 y MVP del Europeo. Esa mentalidad de que, teniendo calidad, mientras pueda caminar tengo que estar ahí. Te lo dice uno que con 32 tuvo que renunciar por problemas físicos, operaciones, cadera, artrosis… Lo importante es que ellos siguen… Llega el verano, Skype, ‘conference call’: ‘Oye, ¿jugamos? Pau, sí, todos, sí… Llega uno que dice que no y los demás, venga vamos. Vale, vale, voy’. Eso es pasión, es amistad…
—¿Usted ha recuperado esa pasión para la selección serbia?
—Sí, era mi meta. Era mi obsesión, el objetivo más grande que tenía. Transmitir esa pasión, ese orgullo por los colores por oír el himno. El objetivo es que sea lo último que se va a oír en un campeonato. Así vamos a ir al Europeo, a que nuestro himno sea la última melodía que oigan. Es mi misión.
—Llama mucho la atención su relación con Teodosic durante los partidos. Le habla duramente a veces y él escucha, y luego le deja hacer también.
—Es una relación muy abierta, por las dos partes. Hemos encontrado una relación honesta y estoy muy contento. Yo le puse de capitán después del primer año. Es nuestro mejor jugador, el mejor de Europa, lleva años maravillando. A mí me maravilla en cada partido. Tenemos nuestras reglas, pero él tiene la capacidad de dar color a nuestro juego con su talento. A jugadores así como él o como Llull no puedes dibujarles un cuadrado en el suelo o acercarte y decirles tienes que jugar ‘pick and roll’. No, llegas y les dices: ‘Juega’. No es tan banal, no es juega y haz lo que quieras es danos color… Así como en Serbia a nuestro carácter le da color Stefan Markovic, él consiguió transmitirlo a todo el equipo, la impredecibilidad es cosa de Milos. Ahora tenemos a otros cuyo talento se está desarrollando como Jokic. Como Bogdanovic, que este año fue mucho más concreto, él puede ser todavía más… Como Bjelica. Yo puse el balón más en sus manos porque tiene esa calidad, es un ‘cuatro’ muy atípico, muy creador, muy ‘playmaker’. Raduljica ha crecido mucho en los últimos años, es muy importante para nosotros. Me divierto y ellos también. Ha habido muchos gritos también. Soy un poco su hermano mayor. Ellos llegaron sin saber qué se iban a encontrar y han encontrado a alguien que les quiere. Enfadado o cabreado, echándoles incluso de la cancha, pero sienten que les quiero.
—Ahora hay mucha prisa por dar el salto a la NBA. Usted conoce aquello. ¿Se precipitan?
—Sí. Es justo tener sueños e ir a por ellos, pero se precipitan porque se eligen a muchos jugadores en el draft y no todos son de NBA. Segunda ronda, el 55, el 53… Es un sistema particular que no señala la calidad, sino un potencial de desarrollo. El draft no es una señal de ya soy un gran jugador. En mi época elegían a los mejores, ahora no. Bender, el croata. Todavía no ha jugado dos partidos en Europa pero ya está en la NBA. No tengo dudas de que será jugador de NBA, pero es muy joven y hasta ahora nunca ha sido el mejor en su club o en su liga o en alguna competición internacional.
—¿Qué le pareció la decisión de Llull de renovar y quedarse?
—Me encantó. Quiere ser el jefe. Quiere tomar el mando de su club, quiere ganar y ser protagonista. Me veo reflejado en él. Yo tomé las mismas decisiones que él en mi época. Ese carácter ganador suyo es un ejemplo. Tenemos que aprovecharle en Europa, no sólo en España, para llevar nuestro producto más arriba.