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ENTREVISTA

Santos: “Obradovic y Mourinho tienen un perfil similar”

El exjugador del Madrid campeón de Europa en 1995, ha publicado el libro ‘Desde la cumbre’, donde cuenta “cómo utilizar el deporte para el desarrollo personal”.

Isma Santos, en la redacción de AS.
JESUS AGUILERA

—En el libro habla de la inteligencia espiritual. ¿Puede explicarse?

—Hace muchos años un psicólogo americano habló de las inteligencias y múltiples y ésta es la última que faltaba. Esta inteligencia la he ido descubriendo a lo largo de los años. No es más que la base sobre la cual toda persona se hace las preguntas existenciales. A mí el baloncesto y la montaña me han ayudado mucho a reflexionar, cuando estás solo, el silencio… Llegas a preguntarte muchas cosas. He viajado a la India, hago yoga, meditación… Todo esto ayuda a que busques respuestas. Francesc Torralba también hace deporte, así que nos hemos juntado dos personas que tienen las dos partes. Él es más erudito en una parte y yo tengo experiencia en el deporte. El deporte es para mí una herramienta que sirve para el desarrollo personal.

—¿De qué trata su libro?

—El libro básicamente va de cómo utilizar el deporte como herramienta de desarrollo personal. Debería ser una parte fundamental de la educación. Ayuda a desarrollar otras dimensiones; la física, la mental, la emocional, la espiritual… Te aporta mucho y eso al final ayuda a una sociedad a ser más equilibrada. El deporte debería llegar más allá y no ser simplemente un negocio. El deporte puede conseguir mucho: to estaba en Italia cuando ganó el Mundial 2006 y a pesar de ser un país muy dividido, todos salieron a la calle a celebrarlo. No creo que haya muchas cosas que puedan mover a un país como el deporte.

—En ese autoconocimiento, ¿le ha sorprendido descubrir algo?

—De chaval piensas en el resultado, en tu entorno te juzgan por un resultado, por los títulos, por los puntos... En mi caso, gracias al crecimiento personal, le di importancia a otras cosas: a tener valores, principios; dejando en plano secundario el deporte de alta competición. Si ya luego pasas al alpinismo, ahí es más fácil. Estás en la naturaleza y en un ambiente que despierta muchas cosas interiores, muchos momentos de soledad, de silencio…

—En el libro cuenta cómo cambió su mentalidad: de querer ser el mejor a ponerse al servicio del grupo.

—Es una deformación mía. Yo empecé a hacer deporte a los 5 años: natación. Luego empecé con el baloncesto, fui al Madrid y la competición te lleva a eso, a querer ser mejor que el rival y el compañero. Te focalizas mucho en el resultado final. Se pierde de vista el proceso. Hay mucha prisa por conseguirlo. El camino es el crecimiento de cada uno. Dejé de jugar, no porque el baloncesto ya no me gustara, sino porque había muchas cosas a su alrededor con las que no estaba de acuerdo.

—¿Qué no le gustaba?

—No me gustaba que los jugadores son tratados como números, porque dependen de unas estadísticas y de unos resultados. Entiendo que así funciona, pero eso no quita que no me guste, que no me aporte, que es pobre, vacío… La vida de un deportista es sacrificada y estás en el ojo público. Yo me aburrí de todo eso, de ser juzgado por un resultado, por unas etiquetas. En el sistema incluyo periodistas, directivos, agentes…

—Si volviera atrás en el tiempo, ¿jugaría al baloncesto?

—Si hoy fuera un chaval no pensaría como pensaba antes. Yo me enamoré del baloncesto por los partidos de finales de los 70 y por ser un romántico, de los Barça-Madrid de aquella época, de los jugadores… Eran otros tiempos y otra forma de vivir el baloncesto. Hoy no me hubiera atrapado tanto. Yo no concebiría que Epi jugara en el Madrid; pero hoy cualquier cosa es posible. Eso es un problema mío por mi manera de concebir el deporte. Para mí el deporte te tiene que ayudar a crecer como persona, independientemente de que haya ganado dinero y jugado en el Madrid. Le he dado más importancia a los valores que me ha inculcado el deporte, que ha sido una escuela de vida.

—Usted jugó en la mejor etapa del Madrid, antes de una travesía por el desierto.

Real Madrid-Oklahoma City Thunder en directo

—Viví una época distinta. He sido un defensor de tener una muy buena cantera, pero no sólo por el lado romántico, sino porque cuando tú formas a tus propios jugadores, les puedes dar un sello de identidad. El equipo debería estar formado por una base de esos jugadores que tú sabes qué te van a dar siempre. Puedes fichar al Sabonis o al Arlauckas de turno, pero son los otros jugadores los que te dan esa identidad. A mí eso es lo que me gustaba: por eso me gustaba ver a Corbalán ante Solozabal, a Epi contra Iturriaga. Había choques de identidad, de filosofía. Ahora no veo mucho baloncesto, pero creo que ahora esto no sucede.

—Y no considera que a usted, ¿sí se le valoraba por encima de los números?

—Cuando digo esto no hablo de mí, sino de lo que ocurre. No me quejo. Yo nunca he buscado ni reconocimiento ni lucimiento personal. Estar en el Madrid era como estar en una montaña rusa. No encajaba con todo el sistema.

—¿Esa inestabilidad también la vería con los entrenadores?

—Los entrenadores peor todavía. Es más fácil echar a un entrenador que a todo un equipo. Son siempre los primeros en salir cuando las cosas no salen bien. El deporte se ha convertido en algo más complejo, porque gestionar todo lo que hay fuera es más difícil ahora que hace 20 años. En mi carrera yo noté diferencia: al principio era el deporte en sí mismo, con menos gente alrededor. Todo se ha ido engrandeciendo hasta el negocio de ahora.

—¿Se puede mejorar el sistema desde dentro?

—Sí. Siempre hay maneras de solucionar las cosas. Basta con tener la actitud y la conciencia para hacerlo: si se quiere, se puede. No es incompatible que grandes equipos ganen títulos, inviertan dinero en estrellas, y que al mismo tiempo logren tener una cantera con una filosofía, con unos valores… Y que la afición se identifique con ello. No soy del Barcelona, pero creo que en fútbol lo hicieron muy bien.

—El Madrid ahora lo está intentando.

—Claro. Se puede ganar de muchas maneras: si tú le das importancia al cómo hacer las cosas irás por una dirección, si tú no lo haces y le das sólo importancia a los resultados y que el fin justifique los medios irás por otra. Hay muchos entrenadores de ese perfil: llamémosles Obradovic, Mourinho… y hay otros que tienen otro perfil. Es cierto que tienes más posibilidades de ganar títulos cuando sólo te importan los resultados y tienes dinero.

—Con Obradovic no se sentía muy identificado, ¿no?

—Obradovic es un súperentrenador. Si hablamos de títulos, es el número uno, pero tiene un cierto perfil. No se le van a rasgar las vestiduras porque tenga que utilizar a un jugador para una determinada faceta del juego o determinados minutos, aunque con ello le pueda cortar su carrera. A él le pagan por ganar y quiere ganar. Es muy bueno haciendo eso y sabe hacerlo, que no todo el mundo sabe. Y luego juntar determinados jugadores, hacer un puzzle que cuadre para obtener los resultados que él quiere. No es una crítica hacia él. Creo que hay ciertas maneras que son más constructivas y otras más destructivas, aunque éstas te pueden llevar a ganar. Como club, yo defendería lo constructivo.

—¿Cómo ve al Madrid?

—El Madrid ha pasado una época difícil. La discontinuidad fue la causa de tener esta travesía por el desierto. Se rompió con un equipo que pienso que podría haber ganado dos o tres Copas de Europa, que fuimos nosotros en el 95, y con gente que tenía edad para hacerlo, porque nadie tenía más de 30 años. Ese equipo se rompió y se hicieron muchísimos fichajes, aunque al año siguiente se volviera a jugar la Final Four. Yo me fui en el 99 pero era muy complicado sin tener algo que te sustenta. El equipo del 95 llevamos juntos cinco o seis años: Pep, Antúnez, Lasa, Biriukov, Antonio… y tras la guinda que es Sabonis o Arlauckas. Pero sin nosotros no hubieran ganado, porque Sabas ha jugado en otros sitios pero no lo consiguió. El Madrid cayó en el error de tratar de fichar jugadores de mucho renombre, pero sin continuidad de jugadores, entrenadores… y posiblemente ni de filosofía de club. Digo muchas veces, y no es por apuntarme el tanto, que cuando yo me fui del Madrid se terminó un Madrid: la cantera del Madrid se terminó. Tardó mucho tiempo en volver a salir un canterano. Todos los grandes equipos tienen líderes, pero hay jugadores que en el día a día, en los entrenamientos, en el vestuario… son los que llevan el peso del equipo. Tiene que haber un equilibrio. Si tú quitas esas patas de la mesa, la mesa se cae. Creo que el Barcelona lo siguió haciendo mejor, por eso ganaron mucho más. Así lo veo desde fuera.

—De esos líderes de los que habla, ¿con quién se quedaría?

—Fernando Martín y Riccardo Pittis en Treviso. Los dos no eran especialmente los mejores técnicamente, no eran Petrovic, Kukoc, Sabonis… Pero ellos le daban la impronta suya al equipo. Tampoco es sencillo que salgan jugadores así, pero son necesarios. Su liderazgo era muy emocional: de llamar la atención al que se está tocando las narices o porque alguien era muy egoísta.

—Coincidió con Petrovic, ¿cómo era?

—Hice la pretemporada con él antes de que se fuera. Era una máquina, un killer, el mejor ejemplo de que el fin justifica los medios. Y Fernando era lo contrario: no es que se llevaran muy bien. Petrovic jugaba él solo, pero tenía la capacidad mental de aun sabiendo que tenía un equipo en contra, salir y seguir jugando él solo. No era sólo técnicamente muy bueno sino que tenía una fuerza mental muy fuerte.

—Echando la vista, ¿cuál es su mejor recuerdo?

—No tengo un recuerdo especial. Estoy contento de todo en general. Yo tenía claro desde pequeño que quería jugar en el Madrid. Llegué con 13 años y entrené todo lo que pude. Tuve luego la suerte de poder jugar muchos años ahí y fue una buena experiencia. Subir al primer equipo y tener que inventarme un nuevo rol en el que me encasillé demasiado, pero era la forma de tener tu puesto. Y no lo digo con resentimiento.

—¿Se plante hacer algo en baloncesto aplicando nuevos métodos?

—Me fui de España hace 16 años y desde que me retiré estoy algo alejado del mundo del baloncesto. Me siento un privilegiado, porque la vida me ha dado mucho. Por eso quise escribir un libro para querer compartir mis experiencias. Pero una cosa es lo que tú quieres y otra adaptarte al entorno. Yo no encajo muy bien en este mundillo. Sé que puedo aportar cosas, pero no quiere decir que encuentre la forma de hacerlo. Por ahora no tengo la idea de meterme en el mundo del deporte, porque sigo con mi trabajo de guía de montaña y mis viajes. Si alguna vez surge la posibilidad de hacer algo que a mí me encaje y en la que yo encaje, ¿por qué no? Hoy por hoy no lo veo y además puede que esté anticuado.