BARCELONA 85 - REAL MADRID 90

Alirón y poker histórico

El Real Madrid ganó en el Palau y conquistó su 32ª Liga Endesa. Es su cuarto título de la temporada tras la Supercopa, la Copa del Rey y la Euroliga.
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Este Madrid, el de Pablo Laso, ha pasado de enamorar con su propuesta atrevida, donde primaba la velocidad, un perímetro incontenible y también los vaivenes, picos y simas, a convertirse en un equipazo redondo y más maduro, pero aún muy atractivo. A la altura de los dos mejores equipos de la historia del club blanco, de los otros dos que lograron la Triple Corona (Euroliga, Liga y  Copa), el de 1974 y el de 1965. En el caso presente hay que añadir la Supercopa, lo que eleva el triplete a rango de poker, sin faroles.

Y el Palau fue la pista de baile, el lugar de la fiesta. El quinto trofeo que celebran los blancos en Barcelona en los últimos 21 años y el 32º título liguero de su historia (los mismos que en el fútbol, por cierto). La décima final ganada en un playoff de 17 disputadas y la segunda que cierra con un 3-0 tras la de 1994, aquella en la que Sabonis reinó en el Sant Jordi. En la NBA lo llaman barrida, quizá no suene bien en román paladino, pero fue justo eso.

Se esperaba que el Barça saltara a cancha con el pecho caliente tras unos golpecitos de ardor guerrero, en plan macho alfa, aunque pocos secundaron a un soberbio Ante Tomic: 29 puntos (14 de 15 en tiros), 7 rebotes y 3 tapones para 36 de valoración. En el Madrid vimos temple y hambre incontenible, la que ha demostrado durante el curso y la que le ha llevado en esta final a devorar a su adversario. El punto culmen de madurez y ambición de un grupo de ensueño.

En 2014 Sergio Rodríguez fue el mejor jugador de la Euroliga, hace un mes Reyes recibió el premio de la ACB, en la Supercopa de septiembre pasado Llull alzó el MVP, en la Copa le tocó a Rudy, en la Euroliga Nocioni atrapó el botín en disputa con Carroll… ¿Me siguen? Seis jugadores y todos diferentes, hasta esta final, donde Sergio Llull, en el alambre entre saltar el charco y seguir en el Madrid, repite galardón. Y lo hace tras un tercer partido en el que firmó la actuación menos buena de las tres, en donde al menos cinco compañeros brillaron tanto o más que él. Magnífico reflejo de lo que es este Madrid de Laso, y ahora también de Chus Mateo y Zan Tabak, levantado en los despachos por Juan Carlos Sánchez y Alberto Herreros.

La imagen que devolvía el parqué era que el cinco titular consolidado (Llull, Rudy, Rivers, Reyes y Ayón) sumaba 37 puntos por 53 de los teóricos suplentes, con Carroll decisivo (19 tantos, incluido el canastón-puntilla a falta de 14 segundos: 83-88) y Maciulis ejemplar. También Nocioni y Sergio Rodríguez, y antes Rivers. Este chico no se pierde un día grande. El Chacho arrancó el motor y eligió el camino, el bueno, en la única encrucijada de la tarde (67-62 tras encajar un 16-0 en el despertar de Abrines).

En la dinámica de Tomic contra el mundo, ganó el Madrid, que frente al ímpetu del croata respondió con una lluvia ácida de talento y juego coral. Y no una sino dos veces, la primera para ponerse 14 arriba (26-40) y la segunda para anunciar el jaque mate al rival con un parcial hasta la bocina de 18-28.

Una cosa es prometer y otra cumplir. Y al Barça se le fue la fuerza por la boca. Habló de actitud aguerrida, de “collons” y en cuanto el Madrid le tiró de las riendas, frenó en seco. Todos mirando y Tomic peleando, anotando y fajándose. Tiene el sambenito de pívot blando, flaquea en las ayudas defensivas sobre los bajitos, le falta contundencia atrás, pero da la cara más de lo que se escribe y se dice. Al descanso sumaba 16 puntos y 19 de valoración por 18 y 16 del resto de sus compañeros. El Barça empezó bien en ataque, abriendo mucho el campo y buscando a Tomic como si todos fueran su perrillo faldero. El último asidero. Al final del primer cuarto, 12 de los 17 tantos culés llevaban la firma del croata y los 17 la rúbrica de los pívots. Ni un punto de los exteriores. Y entonces el Madrid redobló la apuesta por el perímetro: 6 de 7 en triples en el segundo cuarto (33-17 en ese periodo).

La final moría, pero a este nivel un bajón del ritmo, de la concentración, te hunde en la poza en un parpadeo. Tomic hizo falta y recibió una técnica por protestar (51-62) y entonces, en comunión con el público, Pascual encontró lo que reclamaba en la previa: casta y acierto para envolver a su gigante. Apareció Abrines (16 tantos en la segunda parte y ninguno en la primera) para lilderar el break de 16-0 (+5, 67-62) y apareció Satoransky. El Barça se veía entonces más cerca del cuarto partido que de las vacaciones, de su primera temporada en blanco desde la 2007-08. Pero el Madrid recuperó el nervio y la fuerza sin perder el control. Dominio del escenario, y entre Sergio, Carroll, Maciulis y Nocioni dieron el hachazo definitivo. Suplentes en el Madrid, estrellas en Europa. Poker de ases.