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Grupo C | EE UU 98 - Nueva Zelanda 71

Davis y Faried devoran la haka

Plácida paliza de Estados Unidos a Nueva Zelanda con otra exhibición de la pareja Anthony Davis - Kenneth Faried. Lo neozelandeses, valientes pero absolutamente inferiores.

Davis y Faried devoran la haka
ANDER GILLENEAAFP
ATLAS

Para el resto de equipos de un Grupo C de por sí no demasiado lustroso, el partido ante Estados Unidos es un peaje obligatorio que se puede asumir como una vistia al dentista o como una fiesta. Turquía optó por la primera vía y aguantó medio partido con los dientes apretados. Nueva Zelanda, básicamente porque va en su código genético, jugó como ante cualquier otro rival. Al final, el resultado es el mismo: el Team USA te borra del mapa en tramos de partido en formato tsunami y te permite intercambiar canastas o evitar diferencias para la historia durante el resto. Nueva Zelanda se lo pasó bien durante buena parte de la tarde, eso que se lleva en estos tiempos en los que juega como siempre pero sin el talento de hace una década, cuando se sacó el carnet de heterodoxa animadora de grandes torneos internacionales. Recuerdo: cuarta en Indianápolis. En 2002 y en los buenos tiempos de Pero Cameron, Phil Jones

Y Kirk Penney, que estaba entonces y sigue ahora en un equipo que vive del acierto exterior demasiado racheado que proponen él y Corey Webster. Nueva Zelanda hizo la haka antes del partido y la goma durante cuarenta minutos de ritmo alto y tensión nula. Se permitió ganar el tercer cuarto (18-19), gracias a un parcial de 6-15 en el que aprovechó el tono pachanguero y los cambios y pruebas de Mike Krzyzewski, cuyo balance en partidos oficiales con la selección estadounidense está ya en 65-1. El 1 lo puso Grecia en semifinales del Mundial de Japón, hace ocho años y un día. Por entonces Anthony Davis tenía... 13 años.

El partido no tuvo más historia que la colección de mates (28 puntos en contraataques, 54 en la zona) patrocinada una vez más por Davis y un Kenneth Faried que sigue explicando al público menos familiarizado con la NBA las razones por las que su apodo es Manimal. Davis firmó 21 puntos, 9 rebotes y 26 de valoración en 22 minutos. Faried, 15+11 y otros 26 en 24 minutos. Entre los dos, 36+22 y 52. La valoración de toda la selección neozelandesa fue… 49. Estados Unidos descosió cualquier atisbo de partido en tres o cuatro acelerones, casi siempre con quintetos sacados de combinaciones que ya parece su evidente núcleo duro: Kyrie Irving, Stephen Curry, Klay hompson, James Harden, Anthony Davis y Kenneth Faried.

22-10 en poco más de siete minutos de salida, 57-33 superado el ecuador del segundo cuarto y 69-39 en el minuto 34, antes de una siesta bien aprovechada por Nueva Zelanda y cortada por la vuelta a pista de Faried y Davis (84-57, minuto 33), una pareja interior que parece diseñada por Marvel y que espera la mutación definitiva de los exteriores para formar su grupo de superhéroes. Que vayan pensando nombre porque según pasan los días van mejorando las sensaciones de Irving, Curry y un Harden que parece estar jugando por ahora en, como mucho, tercera marcha. Y recordemos que (en ataque, la defensa es otra cosa) tiene siete, como los Fórmula 1.

Un núcleo duro... y un plan B

Los que quieran sacar conclusiones sobre el verdadero estado de la nación yanqui de cara a esa hipotética final que todo el mundo mira más o menos de reojo y pronuncia en voz más o menos alta, y que por lo visto hasta ahora se acerca al galope, apenas pueden fijarse en tramos de estos primeros partidos: por supuesto la tóxica primera parte que le planteó Turquía, también sus pequeñas dosis de máxima intensidad ante Finlandia y Nueva Zelanda, rivales (por los pelos) cuya propuesta le va como un guante. Ya se sabe que todo pasa por las defensas cerradas, las zonas opresivas, la pelea a muerte por el rebote y la paciencia franciscana en ataque para evitar las pérdidas. La fórmula habitual de coach K en el baloncesto internacional sigue intacta: presión defensiva asfixiante, una jauría cuando se aplica en máxima energía y con Faried y Davis devorando kilómetros y sacando brazos inacabables por todas partes. Y ritmo supersónico y libertad para el talento en ataque. Un plan A en el que la tonelada de bajas ha minado el peso del '4' abierto y que tiene esta vez versión B (con la sonrisa de tiburón de Tom Thibodeau como prueba) para cuando se avisten los pívots de Brasil o, sobre todo, España: el pegamento de Plumlee y la humanidad de Drummond están en el campeonato para eso.

Hay algunas cuestiones claras en la rotación: un DeRozan inexperto y con  problemas en la lectura del baloncesto FIBA o ese Rudy Gay ciclotímico que hace ya demasiado tiempo que apuntaba a discípulo de Dominique Wilkins. A Cousins también le está costando y Derrick Rose está tan lejos como dicta la lógica de su mejor versión, más allá de que su estilo también encuentra obstáculos en este formato internacional. Así que, mientras van encajando definitivamente las piezas de un dominó en cualquier caso temible, lo mejor para Estados Unidos es el ritmo que está llegando a las piernas y las muñecas de Irving y Curry, la sensación de cómoda superioridad de Harden, la brillante aplicación FIBA de Klay Thompson y, claro, los truenos interiores que descargan el interminable Davis y el inagotable Faried. Tres partidos, casi 36 puntos de diferencia media y un resultado tipo de 103-67. Los poderes del Team USA.