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Eurobasket 2011 | El cuaderno

El triunfo de los genios

La victoria de España no ha sido una victoria cualquiera. Hace muchos años que no se veía a una selección desplegar tal caudal de talento ofensivo Con Navarro iluminado, Pau enorme y todos sumando, España ha jugado como los ángeles.

Antoni Daimiel
El triunfo de los genios

Ganar y merecerlo. Ni siquiera siendo el mejor es fácil ganar, divertirse y agradar a quien lo vea. España ha sobrevivido al favoritismo con gallardía y si ha dudado ha sido sin tropezar, sin detenerse. Ni siquiera el susto de la sensación inicial contra Francia, con un quinteto rival con tres altos y problemas en los emparejamientos llegó a generar el más mínimo titubeo. El rodillo no perdió comba, enganchado a la velocidad de unos recursos ofensivos propios de otra época.

Genialidad ofensiva. El quinteto titular de España sumó 86 puntos, uno más que toda Francia. Un campeón no metía 98 puntos en una final de un Eurobasket desde hace 22 años. Esta Selección, irreverente por genial, ha ganado el campeonato continental promediando 85 puntos por partido, contradiciendo incluso a Pat Riley y a su frase histórica: "El ataque gana partidos, la defensa campeonatos".

El MVP. Navarro se ha salido del mapa y lo sabe. Tan genial como sincero, reconoció en la Cadena SER después del partido el carácter extraterrestre de sus tres últimos partidos: "No me gusta reconocerlo, pero lo tengo que hacer. Ha sido tremendo." Hace unos días me atreví a poner a Navarro en la misma frase que a Gallis y a Drazen Petrovic. Ni entonces ni ahora se me ha escapado la musa ni he necesitado tomar nada. El torneo de Navarro ha estado, sin complejos, a la altura del de Gallis en el 87 (37 puntos por partido) y del de Drazen Petrovic en el 89 (33 puntos por partido). Navarro ha promediado 30 en los tres encuentros decisivos, inmerso en un baloncesto mucho más físico, trabado y complicado que el de aquellos felices 80.

Quinteto inolvidable. Los pívots españoles cumplieron con una fama bien merecida, la de formar el mejor juego interior del continente y de la historia del baloncesto español. Pau Gasol, inconmensurable, deja promedios de 20 puntos, 8 rebotes y casi dos tapones. Marc se consagró en la élite. Impagables fueron los ramalazos defensivos y competitivos de Rudy y qué decir de las actuaciones de Calderón en la primera fase contra Lituania y en la final atacando a Tony Parker hasta anotarle diecisiete puntos.

Uno de los nuestros. A Serge Ibaka se le vio encantado mordiendo el oro de la medalla en el día de su 22º cumpleaños, orgulloso de que este país le haya acogido para contribuir; como agradecido se veía a José Luis Sáez agarrándole de la cintura en el podio. Hay matrimonios de conveniencia que cumplen felices las bodas de oro. No es solo globalización y modernidad, porque hace veinte años sentíamos como nuestros a otros grandes como Brabender o Sibilio. Ibaka puso cinco tapones en el segundo cuarto, alguno absolutamente estratosférico, cuando Francia apretó hasta ponerse a tres puntos.

También sobresaliente. Scariolo ha sido siempre el más golpeado con las críticas. Cuando no era la selección, era el descarte, cuando no las rotaciones. El imán lógico que desviaba para sí las flechas que no pueden tocar a un grupo tan triunfador y carismático. Es de justicia reconocerle a Scariolo una virtud ni mucho menos baladí. Sobre el seleccionador español debe recaer la responsabilidad, aunque sea por permisividad, no sólo del triunfo sino también de la manera, del estilo, de la estética. España juega como los ángeles y los ángeles no ganan siempre.